Capitulo 43

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La media noche se había hecho presente en la ciudad, la fría brisa del fin del día le recorría hasta los huesos a León que prácticamente había caminado de regreso a casa.

Había recorrido muchos kilómetros, cientos de metros, varias avenidas e incalculables calles, que en ningún momento le cansaron o privaron de fatiga, todo el tiempo su mente se encontraba en como hacer que Jill sepa de lo ocurrido, y no lo mate en el acto.

Cuando por fin llegó a casa, eran alrededor de las 2 de las mañana.
Al entrar, todo estaba oscuro a excepción de la pequeña lámpara que se situaban a un lado del sofá.

El hombre caminó lentamente mientras se disponía a apagarla, la cocina olía tan bien a comida, que si no fuera porque eran casi las 3 de la mañana, León correría a comer.

Cuando estaba a unos escasos metros del sofá, sus ojos ya maltrechos por el cansancio, el sueño y la tristeza, lograron divisar a su esposa recostada totalmente dormida encima del sofá.

Tenía el teléfono abrazado a su pecho, mientras tenía un ligera sábana que cubría de forma parcial sus piernas.

La dulzura y sencillez de la escena, cautivo a León, que no dudó en sentarse a un lado de su mujer, intentando no moverse de forma brusca para no despertarla.

Acarició el suave cabello de su esposa, mientras admiraba a detallé su fina piel y sus increíbles facciones tan femeninas, que era imposible no verlas siendo hombre.
Cada elogio hacia la belleza de Jill, era un terrible y largo lamento a todo su ser.

León odiaba estar en aquella situación, la amargura que provocaba era tal, que la simple idea de que confrontar este momento le hacía sentirse miserable todo el tiempo.

—Me estuviste esperando linda...

Sonrió sutilmente a exclamar aquel comentario, y mientras se acercaba para besar la frente de su mujer, León la tomó por ambos brazos hasta cargarla de forma delicada, y así llevarla a su habitación entre sus brazos.

Ella parecía de forma involuntaria saber que aquellos brazos, eran los de su esposo, y por ello no hizo ningún movimiento o acción que impidiera no dejarse cargar.

Hundió su cabeza en el pecho de León y se dejó llevar totalmente por la situación, estaba dormida... Pero a la vez despierta, disfrutando de aquel lindo y bendito detalle que estaba presenciando.

...

La luz de la mañana provocó que Jill despertara.
Se estiró antes de que se diera cuenta que estaba en su cama y no el sofá, donde había recordado haber estado por última vez.

Bruscamente se incorporó y miró a un lado de la cama, no vio nada.
León no estaba, aunque se podía notar que había dormido allí, ya que se veía la marca de su cuerpo y la sabana estirada en su lugar.

Rascó sus ojos antes de quitarse la sábana y alejarse de la cama.
Observo la cuna dónde yacía Dana aún dormida.
Alzó su vista a la puerta, la cual estaba semi abierta.

Antes de bajar, buscó en su armario una blusa menos reveladora y bajó al primer piso.

Estando allí encontró a León regresando de correr junto a caramelo.
El hombre a verla le sonrió y se alejó para beber algo de agua.

Jill soltó la correa de caramelo para que anduviera libre en el patio, y se acercó a su esposo.

—¿A qué hora llegaste anoche?

Antes de responder, el agente termino de beber su baso con agua y cuando al fin lo hizo, respondió:

—Poco después de que te durmieras... Tenía mucho trabajo en la oficina, y mi celular se quedó sin batería.

La historia de Leon y Jill 2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora