『↺Capitulo 33』

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ADVERTENCIA ⚠
Este capítulo contiene demasiada violencia explícita, si eres sensible a ello, favor de no leer, gracias!

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Recordaba con exactitud la primera vez que se enteró de aquella fatal noticia.

Recordaba aquella escena en su auto, donde JungKook con los nervios de la punta a los pies le confesa débilmente la situación que día a día se daba en su casa desde la edad de cuatro años. JiMin no podría olvidarlo, fue entonces cuando su misión y por supuesto, objetivo, tuvo sus bajas.

El ánimo de asesinar a JungKook había disminuido de forma impresionante. Fue entonces que había jurado a sí mismo que, no importaba cuánto se demorase o cuántos años pasaran para hacerlo, pero era definitivo que JiMin asesinaría al señor Jeon, aquel libidinoso viejo que duramente le hacía recordarle a su padre, porque incluso en su corazón nacía ira y sobre todo coraje, coraje de saber que eran tres malditos hombres que había corrompido la inocencia de tres niños, tres niños que no había pedido la vida, tres niños que sin querer perdieron la etapa de su bonita niñez. Donde simple y sencillamente infiernos y tortura se daba.

Porque ahora con saber lo de Yeoul, Yeoul Song, el hombre que le salvó de la calles de Corea, el hombre que le enseñó a ser lo que ahora es, el hombre que supo lo que JiMin padecía en casa con su padre, el mismo que le prometió que jamás le haría algo así.

Lo había cumplido, pero TaeHyung pagaba las consecuencias, por eso era tanto el odio de su hermanastro, era con demasía la furia que cargaba y básicamente por él JungKook se había encontrado en problemas, pero también sabía que no había sido su culpa.

Eran mismos actores pero de diferente escenario.
Su verdadero padre, el hombre que le violó de niño, probablemente ya se encontraría muerto debido a tanto alcohol que consumía. Yeoul ya estaba muerto, y comprendía a la perfección porque TaeHyung le había asesinado, no le odiaba, al contrario, había obtenido lo que merecía.

Y finalmente, el rey de las malditas ratas se encontraba hasta abajo de las escaleras, llorando como el maldito cobarde que era, quien al notar que JiMin se aproximaba escalón con escalón, con la mirada llena de fuego y la respiración agitada, pudo sentir que cuerpo sudaba frío, donde sin pensarlo comenzó a arrastrarse hacia el arma que se encontraba bastante lejos.

Su pierna totalmente rota sólo le hacía elevar el dolor con cada movimiento que hacía, porque incluso en aquel oscuro cuarto gritaba a todo pulmón, queriéndose aferrar al arma que ya a un metro se encontraba.

Soltando un jadeo estiró el brazo en el mismo suelo, aún sabiendo que sus esperanzas eran mínimas, trató, trató hasta que el zapato de JiMin le aplastó duramente y sin piedad la muñeca, su grito sonó el doble que el anterior que incluso sus ojos los resaltó de forma escalofriante, producto del dolor.

─ Te excitaba ver a tu propio hijo llorar, ¿no es así, Hong?─JiMin murmuró con voz seductora, con voz tranquila mientras desde arriba sonreía simple, poniendo más peso para apretar más. Hong gritaba eufórico─. ¿No es esto excitante? a mí me encanta, me fascina escuchar tus gritos de dolor, me encanta ver cómo tu piel se coloca roja por mi golpe, y sobre todo, mis oídos son bendecidos de escuchar tus viejos huesos romperse. Me encanta.

─ P-por...─ quiso hablar, pero JiMin alzó el pie para volverle a aplastar, sólo que ésta vez los dedos. Sus huesos tronaron y la sangre comenzó a esparcirse bajo el brazo de Hong ─¡BASTA! ¡YA BASTA!

EL SICARIO² •〖JIKOOK〗Donde viven las historias. Descúbrelo ahora