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—¿Y ahora que te pasa?.— preguntó Gonzalo cansado, al ver que Katia se negaba a abrazarla o a sus besos

—Nada, no me pasa nada.— respondió Katia igual de molesta levantándose de la cama

Tenía tantas ganas de gritarle que lo sabía todo, por que no había pasado solo en esa fiesta. Antonella los había visto juntos cuando ella iba a visitar a Katia, los veía en la entrada de la casa abrazados, besándose, tanto era el descaro de él que Antonella los fotografió y después le mostró las fotos a Katia. Pero para sorpresa de Antonella Katia no lloró ya no, ya no tenía fuerzas para seguir rompiéndose el corazón.

Esa noche había llorado como nunca, y se había cortado los brazos, las piernas, inclusive el estómago, se había hecho mucho daño. Y llevaba ocultando esas heridas dos días, usando buzos, pantalones de tela, y cuando se salía de bañar ya no se cambiaba en la misma habitación que Gonzalo, —para ocultar las heridas, y por que ya no le gustaba que la viera desnuda—.

Por eso no se dejaba tocar más por él, o que la besara, le daba asco saber que venía de besar unos labios ajenos para después querer dárselos a ella, le producía asco darse cuenta de que así era de verdad.

Se sacó la ropa para meterse a bañar, y estando dentro del baño recordó la última noche que por la madrugada, Gonzalo no estaba acostado a su lado, sino que estaba encerrado en el baño hablando por el celular. Pero Katia había escuchado a la perfección una voz femenina del otro lado de la línea. Una voz de pito que era reconocible por donde la escucharas.

Cuando lo encaró lo único que salió de él fue un;

«Deja de espiarme, estás loca.»

Ella en cambio no dijo nada más, lo dejó así, ya no le interesaba arreglar nada.
Se metió bajó la pequeña lluvia y se relajó, el sentir el agua cubriendo su piel, y sus heridas la relajaba mucho. Solo ahí podía llorar si ella quería, o se imaginaba gritándole a Gonzalo preguntándole, ¿por que?, ¿por que estaba haciéndole eso a ella?. Gracias a la impotencia y la tristeza que tenía, los tics habían desaparecido —de nuevo—, y ella sabía a la perfección que eso era malo, pero por suerte aún podía caminar, tenía miedo de despertar por la mañana y caerse de la cama por no sentir las piernas de nuevo.

No quería eso otra vez.

Después de unos minutos se salió de la ducha, secando su pelo, peinándolo. Después se ató la toalla y cuando abrió la puerta, estaba Gonzalo parado, ahí enfrente de la puerta como un cachorro esperando a su mamá por que tiene hambre. Le recorrió los brazos con la mirada y al verle las heridas —de las cuales él no tenía ni idea—, abrió los ojos confundido y tomó por el brazo a Katia.

—Soltame.— se quejó Katia zafándose y cuando quiso salir del baño Gonzalo la empujó metiéndola de nuevo cerrando la puerta a sus espaldas

—¿Que mierda te pasó?.— le preguntó con ese tono duro que últimamente usaba con ella, como si la odiara.

—Nada.— susurró Katia incapaz de mirarlo a los ojos.

Esa noche, después de auto lastimarse, Antonella se dedicó a recoger cada pedazo de vidrio dejando impecable la cocina; Gonzalo no había notado nada.

—¿Como que nada?, tenés los brazos hechos mierda.— dijo recorriéndole con la mirada una vez más los brazos

—No me pasó nada.— repitió, negada a decirle que había pasado realmente

Gonzalo desde luego que no le creyó, ¿como habían llegado eras heridas ahí?, ¿había más?. Lo pensó por un instante y llevó una mano al final de la toalla y la levantó rápido, dejando a la vista las piernas desnudas de Katia, y desde luego había más heridas ahí.

luna - bizarrap Donde viven las historias. Descúbrelo ahora