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—Ya no podes estar así.— le dijo Mauro a su amigo, el cual estaba acostado en su cama, sucio... llorando desde hace tres días seguidos— No me gusta verte así.

—¿Y que más hago?— preguntó irónico—, se fue, ¿sabes lo que eso significa?. Se fue, Dios mío.

—Yo se pero...— Mauro se quedó callado, pero, ¿que?; realmente no había nada para consolarlo, si, se había ido y no había llamado a nadie, nadie sabía donde estaba. Solo sabían que había abandonado el país.—... nunca pensé que fueras a sufrir así por una mujer

—E-es que ella no es una mujer. Es la mujer, mi mujer.— lo corrigió, con seriedad— Y si tan solo me hubiera escuchado

Gonzalo se arrepentía de gritarle, de tratarla como la misma mierda días atrás de que desapareciera, de que le deseara la muerte. Odiaba no poder decirle que había terminado todo lazo con Penélope y que ese día estaba afuera de su casa por que frente a sus ojos, le iba a decir quien era dueña de su alma. Y claramente esa era Katia, pero no pudo explicarle, no supo cómo hacerlo y se arrepentía todos los días.

Y todos incluso Mauro, le dijeron que Katia no se había besado con nadie, pero...¿quien más los vio aparte de él?. Nadie estaba en la cocina con ellos esa noche, solo él, y dios lo vio tan claro que sintió que el alma le ardía al ver como alguien más la besaba, la tocaba.

Le enfermaba que alguien más la tocara, alguien más que no fuera él.

Pero ya no le importaba, solo quería una cosa, y era tenerla a ella. Durmiendo a su lado, abrazándola, besándola, tocándola, era todo lo que quería. Aunque todos le decían que era demasiado tarde él se negaba rotundamente. No, aún no era tarde.

Pero sabía que postrado en una cama las veinticuatro horas no iba a ayudar de mucho, pero es que realmente no tenía las fuerzas para levantarse de la cama. Menos para consumir algo en todo el día, tenía ojeras y los ojos rojos, también una noche después había caído en una fuerte adicción por la marihuana, pero Mauro al enterarse lo obligó a dejarlo. Y le hizo jurar que jamás volvería a fumar esa mierda.

Lo único que lo mantenía despierto era mandarle mensajes cada dos por tres a Katia. Pidiéndole que hablaran, que regresara, que le diera una oportunidad más, y que volvería a ser el de antes. Escribió el último mensaje que le dejaría, para soltarla por unos días.

«vos eras la razón por la que no podía dejar de sonreír, y ahora sos la razón por la cual no puedo dejar de llorar.»

Rezaba el mensaje que le había dejado, creyó que era un poco exagerado pero realmente no, era lo que sentía. Era nada más que la pura verdad. Solo lloraba, hasta quedarse dormido por las madrugadas. Por ella.

Mauro lo sacó de sus pensamientos y sin importarle cuanto le reprochara lo levantó de la cama y lo llevó a ducharse.

Mauro sabía que le costaría mucho volver a ser él, y de hecho quería ayudar, quería decirle a Katia su estado, pero lo pensó bastante bien, y llegó a la conclusión de que; lo mandaría a la mierda igual.

🌙

Katia recorrió toda la calle buscando una cafetería hasta que encontró una un poco pequeña, pero elegante.

La atendieron y le dieron una mesa cerca de un gran ventanal que daba al resto de la hermosa ciudad de Roma.

—Un café con leche.— dijo y la mesera le sonrió asintiendo, y se fue.

Sacó su computadora por donde Antonella le estaba haciendo una videollamada, se colocó los auriculares y contestó.

—Hola.— saludó Katia con una sonrisa y Antonella sonrió

luna - bizarrap Donde viven las historias. Descúbrelo ahora