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Katia

Me removí en la cama cuando sentí un ligero rayo de luz en mi cara. Me hice bolita y sentí una mano en mi vientre por debajo de la tela del pijama y cerré mis ojos con fuerza. Me di vuelta despacio y agradecí no haber despertado a Gonzalo, tenía esa costumbre de abrazarme siempre —más ahora que dormíamos juntos todas las noches—, pero gracias a que tenía el sueño pesado no era sencillo despertarlo.

Sonreí cuando vi lo dormido que estaba, se notaban el largo de sus pestañas y su boquita estaba entreabierta, su pecho subía y bajaba lentamente por su respiración tranquila. Recorrí su brazo con la yema de mis dedos, siempre dormía sin remera y eso no me ayudaba mucho, yo nunca había tenido relaciones sexuales con alguien, y con mis anteriores parejas, —las cuales no eran muchas— nunca se me había despertado ese deseo sexual.

Pero con Gonzalo era diferente, y no tenía idea del por qué, cuando se sacaba la remera enfrente de mi para dormir el sueño se desvanecía y me despertaban ganas de hacer otra cosa, en vez de dormir. Y no me gustaba ser tan atrevida en mis pensamientos, y agradecía que los humanos no pensáramos en voz alta, por que me delataría enseguida. Agradecía no ser escuchada de lo que pensaba cuando lo tenía en cuero en mi cama. O cuando lo veía usando pantalones de tela gris, mi mente se invadía de cosas no muy sanas, no podía evitar mirarlo a los ojos para después bajar la vista ahí.

Un sonido proveniente de la boca de Gonzalo me sacó de mis pensamientos y no se por que, pero mis mejillas ardieron y busqué esconderme en su pecho, sentía que podía obstruir en mis pensamientos y me había leído la mente. Y había descubierto que estaba hablando conmigo misma de lo que me causaba.

—¿Te desperté?.— preguntó con voz ronca, y volviendo a mis otros pensamientos, tampoco me ayudó mucho que me hablara con ese tono de voz

—N-no— dije y no tenía pensado mirarlo—, creo que yo te desperté a vos

—¿Que hora es?.— preguntó haciendo caricias en mi hombro desnudó y sacudí la cabeza

—No lo se, temprano supongo.

—¿Y qué haces despierta?, ¿estás bien?.— preguntó y negué

—Nada en especial, tu abrazo supongo.— dije sonriendo y escuché su risa— y estoy bien

—Perdón si te abrazo, no sabía que estaba prohibido.

—No, no, podés hacerlo— dije y debatí un poco en si decir lo próximo, y al final; lo dije—, m-me encanta que me abraces, me encanta sentirte

—¿Ah si?.—cuestionó y sentí su sonrisa en su tono de voz. Su mano me buscó he hizo que alzara la cabeza para que me mirase

—Si.— asentí y sonrió antes besarme

Abrí un poco mi boca y sin dudarlo metió su lengua en esta, haciendo el beso más profundo, subido de tono, y me estremecí. Le recorrí la espalda con mis uñas al igual que el pecho, no era un hombre con los muslos de todo el cuerpo bien marcados. Pero era fuerte, y tenía ligeramente marcado el abdomen, y eso me hacía perder los estribos, su piel era muy blanca al sol. Y tenía unos lunares en ciertas partes de sus brazos y pecho que nunca había visto con atención, pero cuando los descubrí nunca dejé de admirarlos.

Me recorrió la espalda con sus manos, al igual que el cuello y mi estómago, hasta que bajó sus manos un poco más llegando a mi vientre. Después un poco más llegando a mis muslos y ahí reaccioné.

Lo sentía, sentía sus manos recorrer mis piernas... ¡lo sentía!.

—T-te siento— dije separándome del beso y Gonzalo me miró confundido—, te siento, mis piernas

luna - bizarrap Donde viven las historias. Descúbrelo ahora