Glotona

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Coruscant:

En la sede del senado galáctico, la reina de Naboo hacía el coraje de su vida al recibir un comunicado bastante cortante de parte del líder supremo y tuvo que controlar su creciente furia por estar rodeada de personas que con gusto la mandarían a un calabozo si llegaba a dar un paso en falso.

—¿Se siente bien, majestad? —el senador de Iridonia, que sabía muy bien lo que la reina pretendía, no pudo evitar burlarse un poco de ella.

—¡Por supuesto que me siento bien, senador! Pero pienso que el líder supremo es muy descortés al demorar su llegada.

—¿No se le ha ocurrido pensar que, tal vez está retrasando su llegada porque no quiere contraer matrimonio?

—Si así fuera, lo hubiera dicho desde un principio, cuando recibió el comunicado —la reina no quería ni pensar en esa posibilidad, salió apresurada de la sala de reunión y fue directo a sus aposentos.

—¡Isa, Tara! La asistente y la doncella, que habían estado arreglando el desastre que había dejado la reina, se le quedaron mirando serias y sin mostrar ninguna emoción.

—¿Majestad? —Tara se acercó unos pasos a dónde la furiosa mujer se había sentado.

—Preparen todo, volvemos a Naboo, pero antes debo hacer una visita, vamos Isa.

La chica salió con la reina, no sin antes darle una mirada a Tara que asintió de manera imperceptible. Un par de minutos después de que las mujeres salieran, Tara envío rápidamente un mensaje codificado para el senador Bes y después, siguió arreglando el equipaje como si nada hubiera pasado. Solo esperaba que el senador tuviera un plan o estarían en graves problemas.


Naboo:

Muy lejos, en la ciudad de los lagos, el senador Bes había recibido el mensaje y fue apresurado a dónde estaba la princesa Leia, tenían que avisar al líder supremo cuánto antes. El palacio era enorme y tardó unos minutos en dar con ella, que platicaba con uno de los pilotos que siempre la acompañaban.

—Senador, ¿sucede algo? —preguntó Leia al ver al hombre preocupado.

—Me temo que sí, princesa, acabo de recibir un mensaje de una de mis colaboradoras y me dice que la reina viene para acá.

—Eso es malo, senador, tengo que decírselo a mi hijo.

—Tienen que irse de Naboo de inmediato, princesa, ella no debe encontrarlos aquí.

—Tiene razón, senador y usted debe venir con nosotros, no puede quedarse aquí tampoco.

—Lo siento princesa, pero, aunque me gustaría, no puedo abandonar a las muchachas que me están ayudando, la reina podría deshacerse de ellas cómo hizo con la otra pobre chica.

—Entonces hablaremos con mi hijo y veremos cómo ayudarlas, no se preocupe, senador.

—Se lo voy a agradecer infinitamente, princesa.


En el Fulminatrix, Ben veía a Rey devorar los bocadillos que había pedido para ella cuando escuchó la voz de su madre bastante preocupada.

—¿Qué pasó, madre? ¿Hay algún problema?

—Me temo que sí, hijo, le comunicaron al senador Bes que la reina viene para acá.

—Tendremos que irnos de aquí más pronto de lo que esperaba.

Rey se le quedó mirando, preocupada y él le hizo señas de que todo estaba bien.

La Jedi que yo amoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora