Capítulo 23: Lo que todos temíamos...

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Kili la miró sorprendido. Ella subió la vista hasta mirarle a los ojos, y Kili sonrió. Sin que ella se diera cuenta, también se le escapó ese tipo de sonrisa. Kili dejó de sonreir para darse cuenta de que estaban cerca y, poco después, ella también, pero no tuvieron ese impulso de separarse. Kili, nervioso, apretó sus dientes y ella lo supo al ver que los musculos de su cara se tensaron. Kili miró sus labios y, poco a poco, se iban ajuntando. Hasta que...

-¡Chicos! ¿Tenéis hambre? - apareció Bofur de la escalera.

Automáticamente, Briiss se levantó y dijo:

-¡Sí, sí! 

Briiss subió las escaleras rápido y se encontró comida encima de la mesa. En ella estaban Fili y Bofur, sentados sonrientes, hablando de un tema del que Briiss no entendía. Briiss se sentó al lado de Bofur y le preguntó:

-¿Dónde está Bardo?

-No lo sé. - dijo Bofur pensativo. - Se ha ido.

-Pero... ¿esta comida es de él? - preguntó Briiss.

-¡Dijo que podíamos cogerla! - dijo feliz Bofur.

Después, apareció Kili tranquilo, serenamente.

-Kili, ¿estás bien? - le preguntó Fili cuando Kili se sentó al lado de él.

-Sí. - dijo mirando al suelo, y lentamente subió la mirada hacia Briiss, cosa que ella intentó no darle importancia, para que Bofur y Fili no se dieran cuenta.

-¡A comer! - dijo Bofur cogiendo un trozo de pan.

-Yo no tengo hambre... - murmuró Briiss levantándose.

-Pero si me has dicho que sí... - dijo Bofur confuso.

-Eh... Pues ya no. - excusó Briiss. - Voy a fuera.

Briiss salió y miró el apagado cielo. Las nuves se volvieron grises, algunas casi negras y el sol ya no estaba. Repentinamente, sintió pasos de que alguien subía por las escaleras.

-¿Quién eres tú? - le preguntó un chico.

- No, la pregunta es: ¿quién eres tú para hablarme así? - le dijo Briiss al chico. - Yo soy una amiga de Bardo.

-Y yo su hijo, y ellas mis hermanas. - dijo señalando a las chicas que tenía atrás.

-Oh, lo siento. - se disculpó Briiss. 

-No importa. - dijo el chico antes de entrar con sus hermanas en casa, y Briiss los siguió para adentro.

-¿Quiénes son estos? - preguntó Bofur.

-"Estos"... son los hijos de Bardo. - le informó Briiss.

-¿Es que habéis atracado la despensa? - preguntó el chico al ver tanta comida en la mesa.

-Tu padre dijo que podíamos coger... - volvió a decir Bofur.

-Sentaos, estáis en vuestra casa, literalmente... - bromeó Briiss.

-Me llamo Bain. - dijo el chico sentándose al lado de Fili.

-Yo Sigrid. - se presentó la chica más alta.

-Y yo Tilda. - dijo una niña pequeña.

-¿De qué conocéis a mi padre? - preguntó Bain.

-Él nos ayudó a llegar aquí. - dijo Fili.

Briiss se apoyó su espalda en una pared. La puerta de abrió rápido y de ahí entró Bardo.

-Veo que ya os conocéis. - dijo al entrar.

-Sí. - afirmó Fili.

-Y vaya festín... - dijo Bardo con los ojos como platos.

-Han sido ellos, yo no. - bromeó Briiss.

-¡Eh! - exclamó Bofur, y Briiss levantó las manos en señal de que ella no tenía culpabilidad.

La miraron y se rieron, Kili se la quedó mirando, y ella le sonrió, pero después dejó de sonreír y miró a Bardo, que estaba ocupado con la cocina. Estaba echa un asco. Pero lo miró para no cruzarse con la mirada del enano.

-"Él es un heredero de Durin, de sangre real..." - pensaba Briiss entristecida con la mirada hacia abajo. - "No hay futuro que valga..."

-¿Pasa algo? - le preguntó Bardo.

-¿Eh...? - preguntó Briiss aturdida. - ¡Ah! No, nada. 

Y él la miró desconfiado de que no dijera la verdad.

-Por cierto, ¿crees que nos prestarán una barca ya? - cambió de tema ella.

-Dentro de unas horas. - dijo Bardo mientras ordenaba los cacharros de cocina.

-El cielo se ha ocurecido, pero la noche no ha llegado aún. - le murmuró Briiss.

Bardo la miró temeroso de que el cielo les dieran señales de lo que podría estar a punto de pasar. Todos, excepto Briiss y Bardo, reían de las cosas que Bofur les contaba.

-¿Te ayudo? - le preguntó Briiss a Bardo. - Es lo mínimo que puedo hacer...

-No, tranquila, ya esta casi... - decía mientras subía un plato de madera a una estantería.

Y de golpe... ¡PUM! La montaña de platos se había caído y, Bardo, enfadándose por dentro, cerró los ojos.

-Cierto, ya está casi... - bromeó Briiss. - Anda trae.

Briiss le ayudó a recoger los platos y dejarlos bien puestos. Ahora sí que ya estaba.

-Gracias. - le dijo Bardo.

-No, gracias a ti. - le sonrió ella.

Los hijos de Bardo, se levantaron de la mesa para recogerla y llevaron los platos que estaban en la mesa.

-Más platos... - arrastró la voz Briiss al verlos.

Esta vez los labaron ellos, y mientras estaban de cara a la faena, se produjo un terremoto que hizo que el polbo se moviera. Preocupada, Briiss miró a Bardo, y pensó:

-"Espero que no sea lo que creo que es..."

Todos miraron a Bardo preocupados. 

-Papá... - murmuró Tilda con miedo. - Es el dragón... Nos va a matar, ¿verdad?

Bardo miró a su hija preocupado, pero esa preocupación se convirtió en decisión, cuando, de entre unas redes colgadas en el techo, sacó una flecha negra. Una flecha que se daba por extinguida, una flecha... que podría acabar con el dragón.

-No si yo le mato antes... - murmuró Bardo.

Misión: EreborDonde viven las historias. Descúbrelo ahora