Capitulo 28

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Lágrimas y feas lágrimas que matan toda belleza, mata todo carisma y fuerza, como podría evitarlo, como podría evitar que nuevamente esas gotas salieran de mis ojos, si mi corazón sangra en cada segundo que pasa.

Solo había pasado cinco horas, solo cinco desgraciadas horas desde que Salí de ese cuarto dispuesta a dormir con mi amado, abrazada a él, recostada en su cálido pecho, y siendo dormida de nuevo por sus leves caricias en mi cabello. Y no saben cómo duele la traición.

Las ultimas lagrimas del día bajan por mi mirada, mientras miro como el sol sale por el horizonte, sonrió débil, tan débil que ni el dolor interno duele tanto como el alma. Vuelvo a cerrar mis ojos, ya cansada de estar despierta, cansada de llorar.

Me despierto un poco sobresaltada por aquellas leves caricias en mi brazo, me estremezco con cada rose de sus dedos, no lo miro, solo me mantengo neutra inmutándome de su presencia, la imagen de él con aquella mujer ha marcado una parte de mi alma de una manera bastante hiriente, por lo que decido no mirarlo al rostro, no hablarle ni siquiera sentir nada por él, mi castigo para él será mi silencio, mi poco ánimo y expresiones. Me volveré en la persona más culta seria y fría, si alguna vez lo fui ahora el sentirá lo que es poseer un jarrón en su humilde y dorada jaula.

-Buenos días habibi- contengo todo de mi para no sentir nada con esa palabra, decido de una vez por todas guardar mi amor por el en lo más recóndito de mi corazón, donde Selim no sea capaz de alcanzarlo- mi cielo tenemos que hablar sí, creo que me merezco aunque sea...- me remuevo y hundo mi rostro a la almohada que posee su olor, cierro mis ojos y trato de no escuchar su melodiosa voz- Amira por favor te ruego que me mires- no lo hago, simplemente me aferro a mi escudo, él se levanta de la cama, dejando de nuevo ese vacío inmenso, por lo que me da a entender de que se marcha-- cuando desees hablar, solo avísame o simplemente ve a mi despacho para que discutamos esto- habla, no le respondo, no lo escucho no me inmuto no me importa, la puerta se cierra y el desaparece, abro mis ojos, me levanto con cuidado haciendo pequeñas muecas de dolor, siento que me falta un poquito el aire pero trato a sobremanera de calmar los fuertes tambores de mi corazón.

Camino lento al ventanal, viendo el sol sobre todo lo alto, sonrió, eso me llena de una paz interna a pesar de la enorme tormenta que ahora será y es mi vida.

Me quedo allí un buen rato, admirando el cielo azulado, cuando tocan la puerta y entra Salma con una bandeja de comida, y por supuesto mi medicinas, me atengo a comer despacio y a dar todo de mí para mejorar. Eso no va a cambiar, siempre me he valorado demasiado, y ni mi tristeza cambiara que descuide mi salud, sería bastante infantil, y ya es suficiente de que lo sea llorando.

-Que tenemos para hoy- pregunto con la voz un poco ronca.

-El señor Selim me ordeno que pasara su agenda a la de él, por lo que prefiere que vuestra majestad se mantenga en reposo y no trabaje hasta que se mejore.

-Comprendo, pero no necesito hacer algo, aunque sea desde aquí, eso me distrae por lo que dile a su alteza que deje algo para mí que yo pueda encargarme desde mi recamara.

-Está bien señora como usted ordene- la joven se retira dejándome de nuevo sola.

***

Salgo del baño con cuidado, tan solo llevo un vestido blanco de ceda, sin adornos ni nada pesado, mi cabello cae por mi espalda, preferí dejarlo suelto, no llevaba maquillaje ni nada que me haga ser algo que odio ser. Salgo al jardín para tomar un poco de aire, el encierro cada vez me hace claustrofóbica, voy por los pasillo leyendo un libro cuando choco con alguien, el objeto cae por el impacto, me quejo un poco de dolor pero me sorprendo al ver a la chica que se acostó con mi marido, me quedo mirándola a los ojos, ella baja la mirada y hace una leve reverencia.

-Su alteza, que pena por su accidente- habla, arqueo una ceja, la miro con tanta seriedad que incluso podría helar a cualquiera por la frialdad de mi mirada.

-Recoge el libro- hablo después de un rato escaneando a la mujer, no podría negar que es hermosa, de ojos oscuros, de piel morena y aquella cabellera oscura pero no tan larga y sedosa como la mía. Pero si tenía cierto tin de diferencia que la mayoría de las mujeres.

Ella sin quejarse recoge el libro y me lo extiende, lo miro por unos segundos, cuando la voz de uno de mis guardias aparece- majestad se encuentra bien...

-Sí, no te preocupes- murmuro casi en un hilo de voz, miro de nuevo a los ojos de la chica, ella sonríe con burla he hipocresía, la veo relamer sus labios finos.

-Quería disculparme por lo que vio anoche, no era nuestra intensión de que nos viera su...- no la deje terminar, tome la espada del guardia, y en un acto de rapidez y agilidad la afinco en el lomo de la mujer, que cae al piso, yo lo alzo con fuerza dispuesta a enterrarla en su pecho- ¡AMIRA NO!- cuando un grito evito que cometiera una locura, con mi brazo al aire sosteniendo la espada hacia arriba apuntando al cuerpo de la mujer cierro mis ojos, dejo derramar las lágrimas que había acumulado mis ojos. Tomo una exhalación profunda ante de levantar la mirada, Selim estaba allí, frente de mí, mirándome con sorpresa y un tanto desequilibrado por la situación, bajo mis brazos lentamente, aun la chica estaba en el suelo, y no la mire, simplemente me mantuve cautivada de nuevo por los ojos de mi esposo, pero el hechizo se rompió en el momento en que la voz chillona de la mujer comenzó a llorar.

-Su alteza me... me quiso matar- la chica se levantó de prisa y se tiro a los brazos de Selim, yo solo deje caer el arma y me di media vuelta y volví al harem.

"Algún día tus caricias dejaran de hacer efecto en mi"

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Habibi ( tercer libro de la saga "AMOR EN EL DESIERTO")Donde viven las historias. Descúbrelo ahora