EPILOGO

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4 AÑOS DESPUÉS.

La vida es una gran retrospectiva, te da buenas cosas y malas a la vez, el destino se enfrenta a ti, y si tu no lo enfrentas a él quizás pierdas todo lo que por mucho se lucha, aunque a mi opinión, el destino va mucho más allá de la realidad, mi destino siempre fue obvia, viviría siendo reina y moriría siendo reina. Aunque en el principio, siempre soñé con una vida junto a Shagen, mi amado amor de niñez.

Pero el sol no se tapa con un dedo, y mi destino desde un principio nunca fue con el hombre que alguna vez ame.

Cuatro años había pasado desde el nacimiento de mis hijos, cuatro tortuosos pero bien valorados años viviendo en medio del desierto y alejado de Selim, me sentía en paz, me sentía libre de todo el peso de la corona, de todo el peso del deber.

El destino de una mujer musulmana no es fácil, mucho menos viviendo en un país donde las tradiciones son leyes y las leyes son simples reglas que se cumple si se quiere si se nota. Una mujer no es valorada, se valora más su palabra no son bien vista antes los ojos de los hombres, no digo que todo sea igual, estamos viviendo en una Hera donde todo se cambia y a través de los años una nueva ley comienza, con nuevas cosas, y un nuevos pensares.

Yo soy Amira Abdul, o mejor dicho Amira Salman al Gala, Jequesa de Arabia Saudita, fui criada para mantener la casa, pero tuve lo que muy pocas mujeres poseen, educación, amor por mi padre, y buenos valores por mi madre, soy Amira esposa del Emir Selim Salman al Gala, fui obligada a casarme, y lo que jamás creí era que me enamoraría de mi esposo perdida y ciegamente. Cuando pise el palacio por primera vez supe desde un principio a lo que tenía que enfrentarme, aunque nunca creí que el amor llegaría a mi vida, y que esos hermosos ojos caramelo cautivarían mi alma de tal manera que me encadenaría a él.

SELIM.

Bajo del helicóptero, habían pasado cuatro tortuosos años, en donde estuve alejado de mi esposa, de mi amada Amira, a pesar de que venía una vez al mes a visitar a los niños, un extraño vacío se frecuentaba en el fondo de mi alma cada vez que regresaba a palacio el segundo día después que llegaba.

Odiaba ser el Emir, me odiaba por haber cometido tantos errores, y gracias a eso mi mujer, mi amada luz brillante se había apagado de tal manera que decidió alejarse, y lo comprendí.

Comprendí que lo mejor era la lejanía, tenía que dejarla sanar, tenía que aprender a valorar, y no hubo mejor forma que estar separados.

Durante todo ese tiempo, supe y confirme que mi amor por ella iba mucho más halla, que mi amor por ella me dio la fuerza de esperar, y no me arrepiento, hubiese esperado una eternidad por aquella pelinegra de ojos platas, de mi amor, mi vida, mi luz.

Cada vez que la volvía haber era como la primera vez que la vi. Mi corazón palpitaba tan deprisa que temía que ella se diera de cuenta, ella embarga en mí un sentimiento tan glorioso y pleno que no podría tener comparación con nada en este mundo. Cuando me acostaba cada noche en el palacio, la recordaba, dormía en su cuarto para solo poder envolverme en su aroma, para darme fuerzas de seguir esperanzando que ella volvería a mí.

Respiro hondo el caliente aire desértico, saludo a Jacob y a mi hermana que me sonríe feliz, tiene siete meses de embarazo, espera su tercer hijo- donde esta Amira y los niños- pregunto extrañado de no verlos.

-Los niños...

-¡BABA!, ¡BABA!- dos revoltosos niños salen corriendo de una de las tiendas, ambas están todos embarrados de sucio y sin importarme nada los tomo a ambos entre mis brazos, y los lleno de mimos y cariños, mi hermana suelta un pesado suspiro.

-Chicos los acabo de bañar, su madre los va a regañar cuando los vea así- frunzo el ceño al saber que Amira no está en la tribu.

-Donde está mi esposa- pregunto preocupado.

Habibi ( tercer libro de la saga "AMOR EN EL DESIERTO")Donde viven las historias. Descúbrelo ahora