31: Despacio.

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Ahora sí, os deseo una feliz lectura.

***

El mudarnos a la casa nueva es, sin duda, la locura más grande desde hace mucho tiempo. Sí que es verdad que de aquel piso tenía muy pocas cosas que llevarme, pues era alquilado. Pero, de todas formas, había más pertenencias de las que imaginaba. Así que ha sido algo costoso todo este proceso.

Hoy, sábado día veintinueve, me encuentro en mi casa. Sí, me habéis escuchado bien, mi casa. Porque la he comprado. Y ya llevamos casi toda la semana trayendo cosas del otro piso. Bueno, yo no, la empresa de mudanzas. Pero alguien tenía que desembalarlas y montar los pocos muebles que tenía en la otra, algunos venían con el piso y obviamente no me los he podido llevar.

—¿Qué haces con esa caja, Jeannette? —musita mi hermana, arrebatándome lo que sujeto de las manos. Es una exagerada. La caja no llegará a pesar un kilo.

—Por dios, Ada, que no me voy a morir —contesto.

—Estás embarazada. ¿Me has oído? Em-ba-ra-za-da. Y por lo que me has contado, tuviste problemas al principio —ella deja la caja encima de una mesita—. Haz el favor de solo abrir las cajas y sacar lo que hay dentro, pero no de cargarlas. No hagas esfuerzos —ruedo los ojos.

—Eres una exagerada. Mi teta pesa más que esta caja —musito, agarrándome un pecho, a lo que ella se ríe. Aunque lo he dicho de verdad, pero bueno...

—¿Te pesa la teta un kilo? —la voz de Steve me llega por detrás— Buena delantera, osita —resoplo indignada por la exclamación de mi mejor amigo. De verdad que con él no puede ser.

—A mí kilo y medio fijo, es que ni lo dudo —la voz ahogada de Jade también me llega desde la entrada.

Me doy la vuelta para verlos llevando unas cuantas cajas más, de las pocas que quedaban abajo. Malditos los de la mudanza, que algunas cajas me las dejaron bajo. Sobre todo las que iban para el piso de arriba, que no les costaba nada subirlas. Ni por una mujer embarazadísima como yo tuvieron compasión.

—¿Dónde las dejamos? —me pregunta Steve.

—Encima del colchón. Esas son las cajas de libros. Como en mi habitación tengo estantería, meteré esos aquí y los otros en el estudio —contesto.

Sí, ahora mismo me encuentro en la que será mi habitación. Lo único que hay puesto es la cama, un tocador, el vestidor que fue lo primero que llené de ropa y una librería nueva y blanca que venía con todo. Hay pocas cosas, pero sí que es cierto que la casa contaba con lo necesario para entrar a vivir. Incluso los electrodomésticos (cosa obvia). Lo único que tuve que traer fue la cafetera.

—¿Queda algo más abajo? —pregunta Ada.

—No, eran las últimas —le contesta mi mejor amigo.

Tanto Jade como Steve se han ofrecido a venir a ayudarme. Maggie también se ofreció, pero hoy trabaja, así que no podía venir por la mañana. De todas formas, con su ayuda y la de Ada hemos conseguido subir las cajas que iban aquí arriba para poder acabar ya de instalarnos de forma definitiva.

Solo nos falta comprar nuevas sábanas (las mías son horribles) y cortinas, además de algunas pequeñas cosas para terminar de decorarla a nuestro gusto. Por lo demás, la casa está bastante bien.

Peligrosa ilusión (2ª Bilogía "Novelas peligrosas")Donde viven las historias. Descúbrelo ahora