17: Pago.

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Pensamiento de Jade:

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Pensamiento de Jade:

Me despido del pequeño Tom con la mano, mientras su madre se lo lleva. Cuando desaparecen, me incorporo y suelto un soplido al crujir mi espalda. Estoy más agotá que una abuelita de ochenta años después de bailar el aserejé. Por fin, después de tres clases, acabo mi jornada laboral por hoy.

Al ser lunes, parece que todo me cuesta más. Hoy he notado que el cuerpo me pesa de una forma inhumana. Hija mía, sé que tengo un buen pandero, pero me pesa como si tuviera el de Kim Kardashian. Aprovecho para subir a las duchas que tenemos aquí para los profesores. Necesito dejar de oler a cochino rebozado en barro, no puedo salir a la calle así. Levanto el sobaco en el bus y los mato a todos.

Voy subiendo las escaleras, soltando un soplido cada vez que logro subir un escalón. Estoy más caducada que un yogurt de cinco meses, my friend. Sé que mi sueño era poder bailar y tengo que dar cientos de gracias porque por lo menos tengo un trabajo que me gusta. Pero es matador. Yo no indico a los niños lo que tienen que bailar, yo bailo con ellos y les enseño. Así que acabo realmente cansada, los muy jodíos se mueven como si no les costara nada. Y mira que yo soy como una cría más, pero mi cuerpo de unos largos veintisiete años no da a más.

La escena que me encuentro en la sala, cuando acabo de subir las infernales escaleras, hace que apriete mi mandíbula. Me cago en to lo que se menea y en lo que no.

Daniel está bailando con la nueva, Rachel. Esa chica que ha contratado, joven, que está estudiando en la universidad y por las tardes viene aquí para ganarse un dinerillo extra. Es castaña, bajita, pero con un cuerpo terso y definido, con esa piel firme que se tiene en los veinte. Además, tiene un culo de infarto. Sí, se lo he visto. Cualquiera que tenga ojos puede verlo, está ahí, bien puesto y... argh, tiene mejor culo que yo.

Los dos están pegados, bailando, mientras que una canción de tango suena por los altavoces. Se sonríen cuando sus caras quedan en frente en un paso, ese gesto me revuelve un poquitín las tripas. Conozco los gestos de Daniel, esa sonrisa no era de las de «Solo somos amigos». Esa mirada era de «Madre mía qué buena está».

Las otras parejas los observan, algunos sorprendidos por la efusividad que demuestran bailando y otros memorizando cada paso que dan. Aunque me cueste admitirlo, pegan muy bien como pareja de baile. Desde luego que pegar se pegan. Hacen que no puedas quitar los ojos de ellos, se mueven con gracia.

Pero Rachel podría despegar las manos de encima de Daniel, gracias.

No quiero ser celosa. No tengo el porqué, la verdad. Daniel y yo quizás hayamos discutido alguna que otra vez pero nuestra relación va muy bien, me gustaría que siguiera así. Por ese motivo despego mis pensamientos malignos de mi mente y me fijo en lo bien que baila mi chico. No debo ser así. No es sano.

Una sonrisa se me pinta cuando le veo disfrutar tanto del baile, demuestra con cada gesto la pasión que pone en esto. No hay nada que me ponga más que ver a un hombre bailando, sorry not sorry. Tengo que tener una cara de gilipollas ahora mismo...

Peligrosa ilusión (2ª Bilogía "Novelas peligrosas")Donde viven las historias. Descúbrelo ahora