30: Rosas.

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***


Cuando abro los ojos siento que las lágrimas los inundan. He soñado un recuerdo de hace muchos años. Héctor y el regalo de las botas transparentes jamás se irán de mi memoria. Pero verle, tan pequeño e inocente mientras me abrazaba notando la injusticia. A nuestra edad cientos de niños disfrutaban de privilegios de los que ni siquiera eran conscientes. Mientras, en mi casa, llorábamos porque mi hermano había tenido que robar algo para tener algo que darme para mi cumpleaños. Tenía solo diez años en aquel entonces. Y solo veintiún años cuando murió.

Me permito el saborear el amargo de mi boca, mientras tomo aire y me despierto. Hoy, veinte de abril del dos mil diecisiete cumplo veintisiete años. Y va a ser un aniversario más que diferente, donde mi hermano pequeño ya no está en este mundo y donde existe una hermana, también pequeña, que estará en mi compañía por primera vez en toda mi vida.

Ahora separo las mantas de mi cuerpo y me levanto, pasando por el baño para darme una ducha caliente nada más levantarme. De esta forma, también me cepillo los dientes (si, antes de desayunar) frente al espejo, mientras solo me rodea una toalla. En la habitación que Jensen ha dispuesto para mí hay un baño bastante grande, donde un espejo de cuerpo entero me da la imagen de todo mi cuerpo. Cuando al estar vistiéndome veo mi vientre abultado no puedo evitar sonreír. Mi bebé está aquí, conmigo, haciéndome la compañía que necesito.

Después de vestirme adecuadamente para ir a trabajar camino hacia el comedor, sin saber qué me encontraré allí. Pero me sorprende ver a Ada y a Jensen trasteando en la cocina mientras hablan y ríen, llevando platos de aquí para allá.

—¿Crees que le gustará? —escucho a Jensen cuestionarle a Ada, quien asiente con una sonrisa. Esta le posa una mano en el hombro.

—¡Claro que sí, Jensen! —musita.

Es cuando me apoyo en el marco y carraspeo, viendo como los dos se dan la vuelta. Jensen y yo nos miramos, sonriéndonos, cómplices. Hoy, día veinte, hace diez días desde que Jensen y yo nos dimos ese pequeño pico. Sí, es verdad que puede parecer mucho tiempo, pero hemos estado hablando por mensaje y las veces que nos hemos visto dentro de esta casa. Pero el trabajo nos absorbe demasiado a ambos.

Ada viene corriendo hacia mí, para envolverme con sus brazos, contenta.

—¡Feliz cumpleaños, Jeannette! —exclama, moviéndome de un lado a otro mientras me rodea.

—Muchas gracias, Ada —musito, mientras ella se separa de mí.

Después, es Jensen quien viene hacia mí, con una sonrisa. Por un momento, no sé cómo nos debemos juntar. ¿Quizá dos besos? No, eso no pega con nosotros. Todo se borra de mi mente cuando abre los brazos y me envuelve con ellos. Ambos soltamos un suspiro, casi de alivio, cuando sentimos a nuestros cuerpos juntos. Solo nos escuchamos nosotros pues ha sido en el más absoluto silencio. Siento como sus brazos se entrelazan en mi espalda, en lo que apoyo mi cabeza en su hombro. Todo su perfume, de hombre, con cierto toque a cítricos, inunda mis fosas nasales y cierro los ojos para poder disfrutar de esta sensación.

—Feliz cumpleaños, Jeannette —musita en mi oído, mientras mis yemas se clavan ligeramente en su espalda, sin querer separarme de él. Quiero sentirle cerca, hoy más que nunca.

—Muchas gracias, Jensen —contesto.

Lastimosamente nos toca separarnos. A ambos nos cuesta, hasta él deja un beso en mi mejilla cuando su cuerpo se distancia del mío. Y nos miramos, en silencio, aguantando todas las ganas de besarnos. Sé que lo desea y yo también, pero esta vez es muy diferente.

Peligrosa ilusión (2ª Bilogía "Novelas peligrosas")Donde viven las historias. Descúbrelo ahora