36: Lápidas.

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***

No sé si realmente estoy preparada para esto que voy a hacer ahora, pero necesito vivirlo. No sé si seré capaz, pero agarrando la mano de Jensen soy capaz de dar el primer paso para adentrarme en el cementerio. Siento una pequeña ráfaga de aire, que se cuela por debajo de mi ropa y me cala hasta los huesos, provocándome un escalofrío.

Jensen me mira, preocupado, deteniéndome por un momento.

—¿Estás bien? —cuestiona.

—Sí —musito, girándome hacia el otro lado. Mi hermana va un paso más atrás que nosotros, pero nos alcanza pronto. Ella se agarra de mi brazo y posa su cabeza sobre él, en un gesto donde intenta reconfortarse.

Siento el corazón en la garganta conforme avanzamos, golpeando mi pecho de forma desmedida, haciendo que mi angustia suba un poco más. Respiro hondo e intento tranquilizarme, no puedo pretender estar así todo el rato. Ada tiene derecho de ver a su hermano, aunque sea así. Y yo, como hermana mayor, lo menos que puedo hacer es estar con ella, acompañarla a pasar este dolor. Es algo que me gustaría que hiciese por mí, así que yo lo hago por ella.

Además, sé que esto me hará bien. Necesito ser capaz de venir, de enfrentarme a la realidad y hacerme a la idea de que Héctor no va a volver nunca más, por mucho que yo quiera convencerme de que sí. La última vez que estuve aquí fue en su entierro y recuerdo todo por partes. Creo que del mismo dolor mi cerebro llegó a bloquear momentos, borrandolos de mi memoria.

—Es ahí —musito, caminando un poco más. Las lápidas están por todos lados, unas encima de otras. Pero Héctor no está en un nicho. Él está en la parte del césped, pues yo quise que así fuera y pagué por ello. Creí que sería mejor, aunque no sé el porqué.

Cuando veo la lápida por detrás siento que unas ganas enormes de vomitar me invaden, haciéndome sentir incómoda. Hasta que llegamos y me detengo frente a él, sobre su tumba. Veo las letras con su nombre junto a una fotografía. Bajo mi vista hacia la frase que mandé poner, al leerla unas ganas de llorar invaden todo mi ser de forma irremediable.

<Nettie siempre estará contigo, por muy lejos que te vayas>.

Me agacho, con un nudo en la garganta, para depositar las flores blancas que llevo en las manos sobre su tumba. Las acaricio, mirando fijamente la foto de mi hermano, notando como una tremenda pena comienza a inundarme. Llevo mi mano hacia su foto, para acariciarle, en un intento de sentirle. Pero solo noto el frío de la lápida, lo que me devuelve un poquito a la realidad. Me levanto, con cuidado, mientras siento que mi pecho comienza a sacudirse por el llanto.

Sus ojos, grises, se ven claros en la foto. Por un momento, cuando cierro los ojos, rememoro la sensación de pasarle la mano por los bucles negros, mientras él refunfuña. Y siento como sus brazos me envuelven, dándome un abrazo, haciéndome sentir en mi hogar. Cuando abro los ojos ni siquiera soy consciente de que las lágrimas ya están cayendo por mis mejillas, una detrás de otra.

Mi hermana, en un intento de reconfortarme, tira de mí hasta abrazarme contra su cuerpo. Aquí intento ser fuerte, porque no quiero hacerla sentir mal. Entiendo que quisiera venir, lo comprendo perfectamente y ahora veo que ha sido una buena decisión. Aunque quisiera negarlo, no tenía esta puerta cerrada del todo y era necesario.

—Jean... —musita, separándose de mí y quitándome las lágrimas. Es irónico, porque yo tengo el mismo gesto con ella cuando comienza a llorar, de forma que acabamos riéndonos porque hacemos la misma acción— podemos irnos, si quieres.

Peligrosa ilusión (2ª Bilogía &quot;Novelas peligrosas&quot;)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora