14: Confesiones.

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Mientras dejo mis labios posados sobre los suyos siento algo que es difícil de explicar. No voy a mentir, me gusta esto que estoy experimentando. Es delicioso, y sabe donde rozar para provocar. Por eso no me aparto, siguiéndole el beso a Steve. A él. A mi mejor amigo.

Es delicado, suave y bastante pasional a la vez. Sus manos se dirigen a mis mejillas, acercándome más a él. Las mías suben por su pecho, hasta enredarlas en su pelo. Su lengua sale al encuentro de la mía, y empieza un baile entre ambas, que se enredan y acarician, desesperadas. Pronto tengo las manos de Steve posadas en mi cintura, acercándome a su cuerpo más, si es que eso es posible. Las respiraciones agitadas hacen que choquemos más de una vez, la habitación se llena de sonidos húmedos y aire.  Ahora ya no es un beso tranquilo, es desesperación. Es como si algo dentro de nosotros nos gritara que debemos hacerlo. Que debemos consumirnos en este beso y dejarnos ir.

Por unos segundos, todo se vuela de mi mente. No me ha pasado nada, solo soy una simple chica besando a alguien y disfrutando del placer. Alguien que no ha tenido una doble vida, que no ha visto morir a su hermano, que no carga sobre sus hombros una ruptura que la hace pedazos. Solo... siento. Y me gusta estar así.

Me arranca un gemidito cuando muerde mi labio, con una sonrisa. Abro los ojos y le observo, frente a mí, con todas sus pecas y sus labios hinchados. Me fijo en su belleza, de tipo salvaje, que me absorbe por unos segundos.

 El hostión de realidad que me invade cuando veo sus ojos marrones casi me hace caerme para atrás, si no fuera porque estoy sentada. Dios mío. Acabo de besar a mi mejor amigo.

—Mierda —musito, cubriendo mi boca. Me levanto, nerviosa. Casi me caigo y todo, pero al final consigo ponerme de pie a duras penas. Me cago en mi vida, me tiemblan hasta las bragas.

Giro sobre mí misma porque no puedo mirarle a los ojos. La vergüenza me consume por dentro, ha sido todo mi culpa. Yo he sido la que lo ha empezado y... soy gilipollas. He besado a Steve. A él. A mi oso guarroso. Le he dado esperanzas de algo que no puede ser.

—Jeannette... —musita, levantándose. Puedo escuchar perfectamente como da un paso hacia mí, me agarra de la mano y me gira. Su pelo está algo deshecho y tiene las mejillas coloreadas. Algo normal pensando en lo que acabamos de hacer.

—St-e-eve, yo... es que no sé qué decirte —musito, cubriendo mi rostro con mis manos.

—Pues no digas nada —musita, agarrando mi extremidad y enlazándola con la suya. Bajo mi mirada. Cago en to lo que se menea, la que acabo de liar. Es que no me puedo estar quietecita, no. 

—Escúchame, no sé porque he hecho eso. No... no lo entiendo —confieso. Si no le miro a los ojos soy más capaz de decir esas palabras. Me sorprende que él sea quien me alza la barbilla—. Yo n-no quiero hacerte daño... —muy bien Jeannette. Eso deberías haberlo pensado antes de lanzarte como una aspiradora, amiga.

—Jean, lo sé. Y me he dejado llevar, no te voy a mentir. Sabes que me gustas, así como yo sé que estás enamorada de Jensen. No te recrimino nada, sé que solo ha sido un momento en el que... bueno, que no hemos pensado las cosas —suspiro. Joder, ¿por qué no me puedo enamorar de él? Todo sería mucho más fácil. Steve es mi prototipo de chico ideal. Alto, con el pelo negro, ojos marrones y miles de pecas. Es agradable, fiel, amistoso, gracioso, cariñoso y todas las cosas buenas que acaban en "oso".

Pero no, joder, no. Unos ojos verdes tienen que estar clavados en mi mente, anclados sin que los pueda arrancar de ahí. Maldito Jensen. Maldito sea él y sus "te quiero".

—Lo siento —exclamo, sincera, apretando los labios. Él niega y me sonríe, tirando de mí para abrazarme—. Soy una idiota con las hormonas por los aires y a veces creo que pienso con la chirla —escucho su risa. Joder, he sonado tanto a Jade que me he asustado y todo.

Peligrosa ilusión (2ª Bilogía "Novelas peligrosas")Donde viven las historias. Descúbrelo ahora