20: Lágrimas.

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Desde que ayer me vi con Jensen he estado dándole vueltas a lo de ir a esa maldita reunión. Bueno, evento, mejor dicho. No me puedo imaginar el momento en el que veré a sus padres, el mismo instante en el que sus ojos se crucen con los míos. Sobre todo, por las caras que van a poner... creo que Lucía no me va a tener tanta simpatía como la que me tenía. Tengo miedo a que me haga algún desplante o a que simplemente no me hable —solo de imaginarlo creo que me siento bastante mal—. No quiero tener una mala relación con la que será la abuela de mi hijo o hija, he crecido en una familia desestructurada y sé lo que se sufre pensando en que no tienes a nadie a tu lado.

Ves a todo el mundo en los parques infantiles, jugando entre familias y riéndose juntos con sus anécdotas. Ellos y ellas tienen la seguridad de que, si algún día caen enfermos, su familia estará ahí para cuidar de su persona, para darles amor y reconfortar. Yo no tuve eso. Yo tuve que hacerme cargo de un niño más pequeño que yo, porque nuestra madre no era una persona responsable. Héctor fue el único que velaba por mí tanto como yo lo hacía por él. Mi madre simplemente hacía lo que podía dentro de su burbuja alcohólica.

Además, dar una imagen consolidada con Jensen ya es un gran esfuerzo, ahora somos todas las cosas posibles menos eso. Estamos dándonos un suspiro de nosotros y si soy sincera... hoy no me arrepiento. Quizá estos días atrás sí que he estado dándole más vueltas al asunto, pensando en que quizá había metido un poco la pata. Pero hoy me he visto en el espejo y después de mucho tiempo... me he sentido bien. Me he visto a mí después de tanto tiempo. A Jeannette, a esa Jeannette que un día tenía sueños por cumplir. Ya no soy temerosa. Ya no hay Bárbara dentro de mí. Ahora solo soy yo.

Mi piel brilla, he descansado bien y el reflejo del espejo me hace sentirme muy guapa. También cabe decir que el dolor de la pérdida de Héctor sigue latente en mí. Es imposible olvidarme de él, pero... por lo menos ya no es ese sentimiento desgarrador que sentía dentro de mí. Era como si las entrañas se me rompieran. Con el tiempo que ha pasado estoy logrando sujetar ambas partes,

—Jean, ¿ya estás? Te estamos esperando —musita Jade, entrando en mi habitación y sorprendiéndome en mi momento de reflexión.

—Sí, me estaba poniendo los pendientes. —Agarro mi bolso y me doy la vuelta, dándole la cara a mi amiga. Ella me observa y abre la boca.

—¡Ay, que se ha puesto los morros rojo putón! ¡La Jeannette busca guerra! —grita. Desde aquí puedo escuchar las risas de Ada y de Maggie, quienes están en el salón.

—Te busco a ti, rubia —le guiño un ojo a Jade y le doy un cachete en el culo, a lo que ella ríe. Ada, por otro lado, se levanta al vernos salir de mi habitación, para encontrarnos con ellas.

Sí, les he presentado a mi hermana. La misma que antes de que llegaran aquí se estaba comiendo las uñas de pensar que a lo mejor no les caería bien o quien sabe qué. Pero seamos sinceras, a Jade y a Maggie les cae bien todo el mundo que sea agradable. Bueno, Angelo a Jade no, pero ese es otro tema del que tengo que indagar un poco más, creo que hay algo que mi mejor amiga no quiere admitir.

—Estas muy guapa, Jeannette —musita Ada, agarrando unas gafas de sol y colocándolas en su cabeza. Ayer fuimos a comprarle ropa y me di cuenta de que mi hermana realmente tiene cuerpo de modelo. Pongas lo que le pongas (como si es un floripondio en la cabeza) le queda bien. No fue difícil encontrarle algunas cosas que pegaran con su estilo, además de que le encanta el mundo de la moda.

—¡De eso nada! La que tiene que ir guapa hoy soy yo. La verdad, espero encontrar el vestido —musita Maggie, levantándose del sofá y caminando hacia nosotras, dando pequeños saltitos. Juntas, nos dirigimos hasta la puerta de mi casa. Tengo que reconocer que desde que hablé ayer con mi amiga morena, la veo algo taciturna. Piensa demasiado y está más callada de lo habitual. La Maggie que yo conozco no es así.

Peligrosa ilusión (2ª Bilogía "Novelas peligrosas")Donde viven las historias. Descúbrelo ahora