22: Pillados.

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Mi mano sudorosa tiembla cuando agarro el pomo de la puerta del local, pues estoy realmente nerviosa. El corazón me palpita a mil por hora en el momento en el que soy capaz de abrir delicadamente la puerta, sintiendo el crepitar en la palma de mi mano. Me concentro en mover mis piernas, incluso me tengo que animar a mí misma a hacerlo, pues mi cuerpo por sí solo no es capaz de mover ni un solo músculo.

Cuando ya soy consciente de que estoy dentro del establecimiento, miro todo el restaurante hasta encontrarle. A él, quien me espera con una sonrisa de oreja a oreja y un ramo de flores blanco. Son rosas, preciosas.

Lleva puesto una camisa junto con unos vaqueros, cosa que me pone inmensamente feliz por lo guapo que está ahora mismo, de forma informal. Me permito el deleitarme de su figura, de abajo hacia arriba, dándome de lo hermoso y atractivo que es.

El maitre me pregunta si me espera alguien, yo asiento y le digo el nombre con el que él ha reservado. Al cerciorarse, me deja pasar.

Camino hacia él, quien se levanta al verme cada vez más aproximada a su persona. Relamo mis labios, pues me he quedado sin palabras, no tengo ni idea de qué decir. Este momento, aunque algo incómodo, la verdad es que ha sido bastante esperado.

—Hola —exclamo. Steve agarra mi mano y me acerca a su cuerpo, para después darme un beso en la mejilla (un poco más cerca de la comisura de la boca de lo que me pensaba).

—Hola, Jeannette —su voz choca con mi rostro, pues la verdad es que nos hemos quedado bastante cerca. Para mí, aún es algo extraño el tener este acercamiento con Steve. Extraño... pero no desagradable. Al contrario, me gusta sentir estas nuevas emociones y sensaciones.

—Estás muy guapo —musito, mientras él me tiende el ramo. No puedo evitar mirar sus vivarachos ojos, esos que tienen tanta luz...

—Creo que puedo decir lo mismo, sobrado —su expresión me hace reír. La verdad, hoy me siento muy guapa. Llevo un vestido de escote barco, color rojo, en el que se evidencian mis trece semanas de embarazo. Los tacones conjuntan con la prenda y el abrigo largo negro cuelga de mi brazo. Por supuesto, mis labios están pintados del mismo color—. Toma —me entrega el ramo. Mi mente, en un momento bastante traicionero, me hace recordar aquel día... en el que fui yo misma la que le regaló rosas rojas a Jensen. Eso me hace sentir tan nostálgica por un momento que hasta la sonrisa se me borra en un segundo, pues tengo incluso que tragar saliva. Odio recordar su voz llamándome "mi rosa"— Jeannette, ¿estás bien? —levanto la vista cuando su voz irrumpe en mis pensamientos. No quiero dar paso a revivir esas memorias ahora mismo. Tengo que centrarme en Steve.

—Sí, sí, perdona —carraspeo. Agarro definitivamente las flores y le miro a los ojos—. Son preciosas, Steve. Muchas gracias —me acerco a su cuerpo para abrazarle y dejar un tierno beso en su mejilla. Al separarnos, ambos tomamos asiento, en lo que agarro la carta del restaurante y comienzo a echar un ojo.

El camarero nos atiende, tomándonos nota y trayéndonos de beber lo que pedimos. La verdad, nos han servido bastante rápido.

—Gracias por buscar un local pequeñito y recóndito —musito. Él me sonríe—. Tengo miedo de que los malditos paparazzis encuentren mi casa o me vean por ahí, pero tampoco quiero privarme de mi libertad por culpa de Carolina —exclamo, antes de coger el vaso de agua y dar un trago. Solo de recordar eso se me ha secado la garganta.

—Desde luego, os la ha jugado bien —exclama. Le conté sobre la maldita entrevista que hizo mi querida Carolina, en la que exponía prácticamente mi vida de estos últimos meses. También mi embarazo—. Ayer encendí la tele y cuando os vi de cotilleo, bueno... salías muy bien en las fotos —aguanto una risa con el agua en la boca, hasta que consigo tragar y reír.

Peligrosa ilusión (2ª Bilogía "Novelas peligrosas")Donde viven las historias. Descúbrelo ahora