4: Baby boom.

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Volver a la habitación me cuesta. No ver a mi hermano seguidamente me crea un sentimiento de nerviosismo constante. No puedo evitarlo, he estado tanto tiempo separada de él que ahora que le tengo... quiero estar con él siempre. Solo el saber si está bien en todo momento es lo que me tranquiliza.

Sé que los médicos son los únicos que le pueden ayudar en el caso de que se ponga mal, yo no puedo hacer nada. Y esto, esto es lo que me hace sentir completamente impotente.

Pero lo que más me sorprende es que al llegar a mi habitación mientras mi amiga conduce la silla, Ricardo es quien me espera dentro de la habitación. Verle después de lo ocurrido me crea recuerdos (una mirada. Héctor a mi lado. Una bala que sale disparada y...), los cuales no desearía tener. Quiero enterrarlos, borrarlos de mi mente y que no vuelvan a aparecer nunca más.

—Hola Jeannette, ¿cómo estás después de lo ocurrido? —me pregunta. Va vestido con una camisa negra y pantalones del mismo color. Mi amiga me deja a un lado de la cama, donde me levanto y me tumbo en la camilla, incorporada. El hombre se acerca a mí y me da la mano. La estrecho amistosamente, a fin y al cabo fue él quien me ayudó con lo de León. Solo le debo gratitud.

—Podría estar mejor, pero tampoco me quejo —exclamo sonriendo. La puerta se vuelve a abrir, es Sandy, la compañera de Ricardo. Trae dos cafés, uno que se queda ella y otro que le da a él. Me sorprende que va exactamente igual vestida que Ricardo, solo que ella tiene una camisa azul.

—Hola Jeannette, me alegro de verte —exclama, dándome también la mano— ¿Podemos saber qué te ocurrió?

—Tuve una amenaza de aborto. La verdad, no sabía que estaba embarazada, pero bueno. Ahora todo está correctamente, con un poco de reposo me recuperaré. Al menos hay una alegría dentro de este desastre —musito. Ambos me sonríen, con lástima en los ojos. No hay sentimiento que deteste más que ese.

Lo he estado viendo en los ojos de la gente durante mucho tiempo. Al igual que sus "pobre niña", "lo que tendrá que aguantar en casa" o "¿cómo la madre no hace nada?". Lo curioso es que ellos tampoco hacían nada para ayudarme cuando veían a mi madre llena de moratones, ida por el alcohol, y a mí por la calle hecha una piltrafa humana.

Aún así, sé que Ricardo y Sandy no lo hacen con mala intención. Tienen lástima por lo que he tenido que pasar, porque no ha sido justo. De la misma forma que pienso que lo que le pasó a la novia de él fue una injusticia.

—¿Ocurre algo? —les pregunto, un poco incómoda. El miedo a ser juzgada me carcome, porque fui yo la que mató a mi propio padre. Pero sé que lo hice en defensa propia, era él o yo. Obviamente no iba a dejar que me robara el futuro que tanto deseaba. No iba a dejar que me hiciese daño.

—Solo queríamos hablar contigo...

—Yo... yo no tengo culpa de lo que hice. Fue mi única salida —argumento, cortando a Ricardo. La verdad, estoy nerviosa. Jamás quise ensuciarme las manos con la sangre de ese maldito espécimen, nunca habría matado a nadie. Pero fue mi última esperanza—. Lo-lo hice en defensa propia —ahora se miran entre ellos dos, para después observarme a mí, extrañados—. Yo nu-u-nca hubiera querido que algo así ocurriera.

—¿De qué estás hablando Jeannette? —exclama él.

—¿Cómo que de qué hablo? —ahora soy yo la que no entiende nada—, hablo de León. De que yo le maté en defensa propia, en el momento en el que Héctor y yo estábamos tirados en el suelo y él me apuntaba.

—¿Qué tú qué? —las palabras de Sandy me hacen observarla. Pero, ¿qué mierda está pasando aquí? Jade mira de un lado a otro, como si fuera un partido de ping pong.

Peligrosa ilusión (2ª Bilogía "Novelas peligrosas")Donde viven las historias. Descúbrelo ahora