Peligrosa ilusión (2ª Bilogía "Novelas peligrosas")

28: Embarazadísima.

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***

Este fin de semana se me ha pasado, literalmente, volando. Aunque temo que en lugar de descansar, me he activado todavía más. Cuando no estaba trabajando (porque sí, con lo de la pasarela y todo voy a trabajar hasta cuando tengo ratos libres), me fui con Maggie, Jade y Ada a buscar vestidos de novia para nuestra soltera por poco tiempo.

Estuvimos en todos los lugares que puedas imaginar. Incluso, viajamos a otras ciudades porque no había absolutamente nada que la convenciera. Todos tenían algo que no le llamaba la atención. Quizá era el escote, que era "muy pronunciado" o "parecía una monjita". O a lo mejor el largo, que tenía demasiado cola o no tenía. Maggie buscaba el término medio de todo y no lo encontraba en ninguna prenda.

—Mira, Maggie, este es bonito —exclamó Jade, enseñándole uno de corte sirena y escote corazón. Tenía el escote ideal, además de que la forma le ganaba por los bajos.

—Bueno, está bien. Aunque... ¿volantes? —cuestionó ella.

—Yo de ti cogería algo más simple y cómodo. Vas a casarte en una playa, Maggie. No cojas algo demasiado ostentoso —musité. Sabía que ella no buscaba algo demasiado decorado, quería algo que llamara sutilmente la atención.

—Por eso no me convencen los volantes —musitó. Jade, que estaba a su lado, resopló, hastiada. Ada se rio conmigo, mientras seguíamos sentadas en el sofá que había allí dispuesto.

La dependienta había ido a por un vestido que, según ella, Maggie acabaría adorando. Yo ya estaba segura de que lo iba a rechazar por cualquier cosa, por los tirantes, porque era demasiado blanco, porque quizá no le convencía la cola... sabía encontrarle "defectos" a todo vestido que veía. Había rechazado ya por lo menos media tienda.

Cansada, Jade se sentó a mi lado, dejando a mi otra amiga mirando los vestidos que colgaban de algunas perchas. La rubia me miraba, diciéndome muchas cosas. Lo sabía, no había nadie que convenciera a Maggie para no rechazar toda prenda que veía.

—Está nerviosa —atribuí yo, mirando a la rubia.

—Lo sé tía, pero a este paso va a encontrar el vestido el día de antes de la boda. Y tiene que hacerle arreglos y todo, Jeannette. Tiene muy poco tiempo —exclamó preocupada, mirándome. Sí, yo estaba de acuerdo con ella, pero debía entender que nuestra amiga morena estaba más inquieta que nunca.

—Pero es que está viendo vestidos sin mirar. En vez de verle lo bonito, siempre les mira lo malo —refutó Ada, que tenía la cabeza apoyada en el codo, que a su vez estaba sobre el reposabrazos del sofá. Estaba agotada, lo sabía. Llevábamos todo el día en esto.

—Yo hoy le tironeo de los pelos, pero con amor —musita Jade.

—Déjala que llegue a mi cumpleaños por lo menos —contesto, haciéndola reír.

—¡Es verdad! Tu cumpleaños es este día veinte, ¿verdad? —cuestiona Ada.

—Veinte de abril, del noventa... —canturrea Jade, recordándome la canción de los Celtas Cortos. Efectivamente, nací ese día.

Nuestra conversación se ve interrumpida cuando Maggie da un resoplido y deja otro de los miles de vestidos que lleva vistos ya. Jade se muerde el labio mientras mi hermana la observa con compasión.

—Dejadme a mí —exclamé, levantándome. Me costó un poco, pero logré ponerme en pie. El embarazo me está dificultando muchas tareas, como atarme los zapatos, por ejemplo.