»Capítulo 39

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Esta miserable vida aún sigue dando a luz a personas que la palabra hombre les queda muy grande.

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¿Qué mierda se creen esos dos?

Desde que me desperté la necesidad de ir al cementerio la tengo calada en todo mi ser. Necesito reafirmar mi pérdida, eso hará que tome una jodida decisión.

En este instante me siento bloqueada. Han sido tantos acontecimientos que no sé cómo digerir todo esto; que un hombre sin remordimiento alguno haya matado a mis padres y a mi hermana.

¿Cómo hago para que mi mente reaccione?

Lo que siento ahora mismo son unas ganas inmensas de matar.

Pero este no es cualquier hombre...

Es uno de gran peso en este infierno llamado los Ángeles.

—Bell, llegamos. —expresa logrando sacarme de mis pensamientos, él siempre ha sido muy callado, en todo este tiempo hemos hablado lo justo y necesario. Realmente lo único que puedo decir es que es leal a Dyclan y siempre lo ha sido.

—Gracias, Mok. —Me bajo y él hace lo mismo—. No es necesario que me acompañes. Sé cuidarme sola —increpo observando a mi alrededor.

—Bell, órdenes son órdenes.

Resoplo.

Cruzo dejándolo atrás y guio mis pasos hacia la entrada, mis botines resuenan en el asfalto, sigo el camino de tumbas, una tras otra hasta llegar a la de mi hermana.

—Vanny —susurro mientras algo dentro de mí se sacude, toco la lápida y respiro profundo, siento la presencia de Mok a unos metros de mi posición.

Todo esto es una locura, cuando pensé que por fin iba a hacer pagar al que creía tu asesino, resultó ser de todo, menos eso.

Él solo fue un cobarde.

Luego me entero de que en algún momento coincidiste con ese maldito hombre que nos arrebató a nuestros padres y lo pudiste reconocer.

—¿Por qué nunca me dijiste nada? —pregunto al vacío, sé que era una niña, pero estaría más atenta o informada de lo que hoy estoy.

Me siento perdida, impotente y con las ganas inmensa de volverme loca y llevarme por el medio a todos sin importarme que ese hombre es lo que es.

—Bell, es hora. —Escucho detrás de mí, asiento y me levanto de mi sitio

» ¡Maldición, nos siguieron! —grita y al instante toco mi muslo y saco el arma de la piernera.

—¡Quietos! —Me giro y frente a nosotros hay diez o quince hombres con tatuajes y ropas holgadas—. Solo te queremos a ti, no lo hagas difícil —amenaza uno de ellos señalándome, echo un vistazo disimulado a mi alrededor, frunzo el ceño al ver como la noche ha caído, no fui consciente de cómo se fue el tiempo. La vista no me ayuda en este momento.

(BORRADOR) Jazba Roja ©  ✔️Próximamente en Físico.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora