Lo nuestro es: una amistad con momentos eróticos.
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—¡Bienvenidos a mi hogar! —exclama Dyclan al abrir la puerta de esta gran casa, es hermosa, amplia y con un bosque que la cubre por completa.
Regresamos a Los Ángeles, California Suspiro.
Estoy inquieta y a la vez emocionada, ha pasado tanto tiempo que se siente extraño volver a donde todo comenzó. Nos adentramos y un labrador nos da la bienvenida saltando encima de Arthur.
Me río al instante al ver como lo tiene en una posición comprometedora, lamiéndole toda la cara.
—Señor Dyclan, me alegro que haya vuelto —saluda una señora de edad mediana.
—Hola Nelly, te presento a Jhandra y a Arthur, ambos trabajan para mí desde hace mucho tiempo —menciona y ella asiente, al momento sus ojos se cristalizan y él se da cuenta—, hey, no llores, recuerda que este donde este, papá siempre me protege, a pesar de todo aún sigo vivo —alardea esto último abrazándola y una sonrisa sincera sale de él, quedo embelesada al ver que es tan grande que enseña sus perfectos dientes.
Verlo de esa manera me estremece un poco, es un sentimiento que no le encuentro nombre, o mejor aún, que prefiero ignorar.
Desde que me contó su historia sé que no siempre fue un chico malo.
Sufrió bastante a pesar de que era un niño. Cuando su madre lo abandono y los dejó en la ruina, su padre a pesar de no ser un conocido en el mundo de la política era un empleado público ejemplar, en cambio, sus mejores amigos tenían altos cargos y como Dyclan los llama, eran peces gordos.
Su padre hizo un tipo de negocio invirtiendo sus ahorros y el fondo de pensión en una empresa con sus amigos de toda la vida.
Los cuales le arrebataron todo.
Cuando se dio cuenta que había pasado, ya era tarde, lo destituyeron e incriminaron en un desfalco al gabinete donde ejercía. Lo encarcelaron dejando a un niño desamparado y completamente solo. No le dieron ningún tipo de ayuda judicial, sin embargo, impusieron en él muchos años de cárcel, pero al año de estar dentro... Murió.
Dyclan a tan corta edad encontró refugio en bandas de poca monta, hasta que se hizo el jefe.
No imagino todo lo que debió pasar para llegar a donde está.
Recuerdo una de las tantas noches que disfrutamos de nuestra compañía, donde una frase me quedó tatuada en la mente.
«─Sirenita, nunca somos lo que elegimos, nos convertimos en aquello que da a luz... Las circunstancias. ─argumenta y me guiña un ojo llevando el filo de la copa a sus labios terminándose el vino».
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(BORRADOR) Jazba Roja © ✔️Próximamente en Físico.
Aksi«Qué lástima que el sufrimiento venga de un cielo que de un maldito infierno». »« El mundo de Jhandra Bell colapsa el día de su graduación. El amor no será capaz de hacerle cambiar su decisión. En pleno descenso a la oscuridad encontrará un aliad...