»Capítulo 33

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Cuando la oscuridad entra en ti, dejas de ser tú y solo preguntas :

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Cuando la oscuridad entra en ti, dejas de ser tú y solo preguntas :

¿Dónde están tus sentimientos?
¿Cuándo fue que me perdí?

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—Rojita, ¿por qué tardaste? —Al instante siento mis mejillas arder, sin embargo, controlo mis emociones antes que estas me delaten.

—Estaba hablando con Dyclan. —Asiente, lo imito y comenzamos a caminar hacia el coche. El frío de la madrugada cala en mis huesos, observo el cielo y siento las gotas gruesas del agua, las nubes grises y la humedad nos recibe, ajusto mi chaqueta para darme un poco de calor corporal. Los nervios en mi estómago y el dolor en el pecho desde esta mañana no se han ido en ningún momento.

Dyclan ayudo un poco en aminorar ese sentimiento extraño que tengo calado en mi cuerpo, a pesar de todo él me conoce y sea lo que sea, ambos sabemos darnos consuelo.

Sonrío, sin embargo, al instante borro ese gesto de mi rostro y quedo extrañada por ese pensamiento, de repente pensar en él hace que mi pecho sienta una sensación rara.

—¿Lista, pelirroja? —Salgo de mis pensamientos y los veo en su camioneta esperándonos para ir al puerto, solo están tres de los cuatros latinos, los observo confundida, falta el tal Jorge, realmente no confió en ninguno de ellos, desde que los conocí no me han dado buena espina, pero negocios son negocios.

Alzo mi mano en modo de saludo y termino de subirme en el coche, meto la llave y observo por el rabillo del ojo a Arthur que se halla a mi lado sumido en sus pensamientos.

Suspiro.

Arranco y nos dirigimos hacia el muelle, este será el escenario donde se dará la entrega, llevamos nuestros propios vehículos, sin embargo, hay tres adicionales para la recogida de la mercancía, aún no sé qué es lo que ha comprado Dyclan junto a Los Latinos, debe ser algo grande, no por nada ha hecho trato con ellos. Diviso nuestro destino y hago algunos movimientos al volante, aparco y apago el motor, estamos en una zona alejada de la entrada. Desde aquí se escucha el fuerte sonido de las máquinas de descargas, aturde un poco, es como el aleteo de un helicóptero en pleno aterrizaje, respiro profundo y el olor a mar inunda mi olfato, de donde estoy observo los movimientos de los empleados del puerto cargando y descargando.

—Esperaremos que tengan todo listo para atacar y que los chicos se encarguen de subir la mercancía —ordeno por los auriculares y uno de ellos responde de forma afirmativa, silencio el aparato y saco la llave del coche.

El plan es colocar la mercancía en tiempo récord en los autos.

—Arthur, haz estado callado en todo el trayecto, ¿qué te pasa ahora? —Me acomodo en el asiento y lo enfrento. Sus ojos grises dan con los míos.

Sonríe.

—No sabes cuantas veces he pensado que al vivir siento que muero un poco más —responde con su mirada turbia, alzo una ceja confundida por su actitud—, no me gusta en lo que me he convertido, cuando te conocí te admiré, eras lo más hermoso que mis ojos habían visto. —Sonríe nostálgico, algo dentro de mí se enternece por los recuerdos que me invaden—. Cuando vi lo que te estaban haciendo esas idiotas mi cuerpo reaccionó y pude sacarte de allí. Rojita, recuerdo cada cosa que hicimos juntos y quería otras tantas, pero esta no era una de ellas... —Veo como sus orbes se cristalizan—. Dirás que soy un tonto, pero prefiero estar en otra vida que seguir en esta, Jhandra.

(BORRADOR) Jazba Roja ©  ✔️Próximamente en Físico.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora