Donde la vida es una absurda ironía.
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—¿Por qué el mundo necesita políticos papá? —cuestiono al terminar mi cena.
Mi padre se queda unos minutos en silencio, imagino pensando en la respuesta, mi madre solo nos observa curiosa y divertida. Le encanta ver a mi padre en aprietos.
—Bueno... no sé responder por qué el mundo los necesita, pero si te puedo decir que un país está mejor organizado y protegido por ellos. —Termina de decir un poco inseguro luego de unos largos segundos.
—Papá el mundo entero siempre está en guerra, ¿crees tú que están haciendo bien su trabajo? —Al instante su semblante cambia y escupe la bebida derramándolo por toda la mesa. La risa de mi mamá me distrae y antes de que diga algo más el postre llega.
—Come cariño, si sigues con esas preguntas vas a hacer que tu papá se arrepienta de elegir la política —dice entre risas. Asiento y observo a mi alrededor, puro señores con trajes y las señoras con peinados caros como los de mi mamá.
Suspiro y tomo un bocado de mi postre. Al sentir el sabor en mi boca hago una mueca de disgusto.
—Mamá no me gusta, tiene demasiada azúcar.
—Ay cariño, lo siento, ese era el postre de tu papá. —Se coloca una mano en la boca para aguantar la risa que quiere salir de ella.
Observo a mi padre que esta con el ceño fruncido y haciendo un gesto de indignación mientras mi mamá le da con la cucharita un poco del postre, él sonríe y ella lo imita.
Ambos se ven tan felices. Mis padres son el vivo ejemplo de que eso que los adultos llaman amor... Existe.
—¿Mamá las niñas rojas existen? ─pregunto al recordar a esa niña con el cabello rojo y con sus mejillas de fresas, es la chica más hermosa que he visto.
─No hijo, no existen las niñas rojas, puede ser que su color de piel se pusiera así por el calor, vergüenza o algo más, ¿por qué? ─pregunta curiosa.
Suspiro.
Mi mamá siempre tratando de que una niña me guste, no entiende que aun soy muy pequeño.
—Por nada mamá, solo era una pregunta, ya tengo sueño ─Bostezo y me tallo los ojos.
Hice una nueva amiga y me encanta que le guste leer como a mí. Leímos juntos hasta la hora de clase, no suelo almorzar en el comedor, mi mamá siempre me llena el tapper de comida, así que, si no voy sobrará para alguien que si lo necesite por ese día, sin embargo, voy a la biblioteca y espero que se haga el tiempo para la otra materia.
¡Así que hoy el día me fue genial!
Nos levantamos y mi papá paga la cuenta, salimos y nos subimos al coche, un bostezo llega a mí de nuevo.
¡Tengo mucho sueño!
Me despierto al ver que llegamos a casa, mi padre se estaciona y nos bajamos del coche, en la entrada se encuentra un señor alto y ojeroso, a su lado está un niño como de mi edad, lo observo y él hace lo mismo.
—¡Colatelle! ¿Qué haces aquí? No ves que estoy con mi familia ─increpa mi padre con un tono de advertencia.
─Gray necesito tu ayuda, ¡no puedes dejar este asunto así! Por su culpa estoy en la ruina, les proporcione todo mi dinero, ¿cómo voy a mantener a mi hijo?, ¿acaso no somos amigos? Más que eso... Familia ─reclama alterado y lo miro asustado, el niño a su lado está igual que yo.
─Daniel... Hablemos en privado no dejemos que nuestros hijos presencien los desacuerdos de los adultos.
Mi padre me agarra de la mano y le hace un ademán para que entre a la casa.
—Ven cariño, dejemos a los adultos hablar ─dice y me suelto del agarre de mi papá y me acerco a mi mamá que llama al niño para que se coloque a su lado, observo su cara de asustado, asiente y le da su mano—, Aryek llévalo contigo a tu habitación y jueguen un rato, les haré un batido —pronuncia y nos observa subir las escaleras, mi mirada no deja su silueta, se está comiendo las uñas y antes que pueda seguir viendo su estado desaparece de mi vista.
Al llegar a mi habitación mi perro Adir se lanza hacia el niño moviendo su cola y lamiéndolo. Mis papás lo adoptaron hace un año y desde entonces se ha convertido en mi mejor amigo.
—¡Es bonito! —Él lo acaricia una y otra vez, Adir se deja hacer—. Voy a adoptar al primero que vea en la calle ─dice entusiasmado, se levanta y el perro lo sigue.
—Me llaman Aryek Dorell, tengo ocho años y ¿tú? ─pregunto, él está tocando unos de mis carros de policías.
—¿Te gusta la policía? A mí no, una vez llevaron a mi papá preso solo por dormir en una plaza, ¿dónde más íbamos a dormir si nuestra casa está rota? —Se encoge de hombros como si le diera igual. —Soy Dyclan Colatelle, tengo nueve años.
—¡Yo algún día seré policía! Unas personas malas le hicieron daño a mi tío, mi padre me contó que lo querían robar, pero él se resistió y lo mataron, por eso quiero ser policía para proteger a todos, te aseguro que todo cambiará para bien, la vida es mejor cuando las personas hacen lo correcto. —expreso con toda la emoción del mundo.
Sonrío y él me observa molesto.
—Lo siento por lo de tu tío, pero no creo que el mundo se pueda cambiar, ¿por qué crees que la gente roba? —pregunta sentándose en el suelo en forma de indio y colocando su barbilla en ambas manos cruzadas, lo imito.
—Porque son malos —señalo lo obvio.
—¿Tú crees que soy malo? —cuestiona otra vez y me mira fijamente con un brillo intenso en sus ojos miel.
—No, no eres malo. —Él asiente y me da una sonrisa, se levanta de un salto agarra mi coche de policía y una pistola de juguete.
—¿Jugamos a policía y ladrones? —Emocionado asiento de forma frenética y comenzamos el juego.
Un juego que un día tendría un final para alguno de los dos.
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(BORRADOR) Jazba Roja © ✔️Próximamente en Físico.
Azione«Qué lástima que el sufrimiento venga de un cielo que de un maldito infierno». »« El mundo de Jhandra Bell colapsa el día de su graduación. El amor no será capaz de hacerle cambiar su decisión. En pleno descenso a la oscuridad encontrará un aliad...