• Un último adiós •

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Elisabeth Jones

—¡Austin, espera! —grito en un susurro y lo detengo antes de que baje el picaporte.

Su mano lo sostiene y lo aprieta con fuerza, pero aun así no lo baja. Se contiene, y yo agradezco esto.

—¿Por qué los proteges? —pregunta con furia retenida.

—Jamás protegería a esos dos lunáticos. Pero no puedes cometer una locura en su territorio. Quieras creerlo o no, ellos son más peligrosos que cualquier otro demonio que hayas conocido.

Camino hacia él, tomo su mano y la alejo de la puerta. Austin me sigue sin poner resistencia, pero sé muy bien que tiene unas enormes ganas de bajar las escaleras y partirle la cabeza a esos dos bastardos.

—Es mejor que te vayas cuanto antes, Austin. Puedes salir por la puerta trasera cuando Adam y Daniel vayan a vestirse para la fiesta de esta noche.

Él asiente con la cabeza, sin mirarme.

—Deja de comportarte como un niño pequeño.

—Lo haré cuando dejes de darme erecciones; o sea, nunca.

Sonrío al notar cómo su enojo disminuye con lentitud. Ambos quedamos de frente, mirándonos con un sentimiento extraño y oculto en nuestros ojos.

—¿Qué tan obsesionado estás conmigo? —pregunto bromeando mientras acaricio su barbilla.

—¿A quién quieres que mate? —Me regala una sonrisa torcida, con diversión y una extraña verdad.

—Eso sí ha sido romántico...

—¿Lo más romántico que te han dicho hasta ahora?

Asiento y río al verlo contento.

—¿Qué máscara usarás esta noche?

Austin atrapa mi cintura con delicadeza y me observa con cierto cariño.

—Usaré una máscara blanca y negra. En la parte negra tendrá relieves blancos, por lo que podrás encontrarme fácilmente, mi Beth.

—Bien, te buscaré. No llegues tarde.

—No lo haré —promete con una sonrisa y sella esa promesa con un fugaz beso, el cual me deja en las nubes.

Me despido de Austin y lo veo sobre mis hombros, con una leve sonrisa. Salgo por fin de la habitación y veo a mi hermana parada frente a mí con apuro y molestia.

La sonrisa desaparece al momento de ver su preocupación en sus ojos, haciendo que recuerde que estábamos en un momento importante. Volviendo a la realidad, una cruel realidad, en donde literalmente nuestras vidas dependían de un hilo.

—Vamos.

Tomo su mano, la cual temblaba un poco; ella la aprieta con miedo y yo la jalo para empezar a caminar escaleras abajo. Ambas soltamos un suspiro una vez que escuchamos las voces de Adam y Daniel, quienes reían a carcajadas de algo que había ocurrido en su empresa.

Sus voces cesan al vernos bajar por las escaleras, se posicionan uno al lado del otro. Con sonrisas anchas y unos ojos escalofriantes. Por el miedo que imponen esas tétricas miradas, aprieto aún más la mano de mi hermana.

—¿Llamaban? Tenemos que prepararnos para la fiesta y... —Isabella intenta apresurar las cosas, pero la voz de Adam la silencia de inmediato.

—Lo sabemos, pero primero queremos darles unos obsequios por su cumpleaños. —Adam sonríe con dureza.

Isabella y yo compartimos miradas, algo dudosas y con cierto temor de saber qué eran esos dichosos obsequios.

—Este es para ti, Isabella. —Adam le extiende una caja mediana de color dorado, mi herman vacila pero termina de abrirlo para admirar su regalo.

CULPABLE | COMPLETA ✔️ (+18)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora