• Rota •

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Mi día va en decadencia con cada segundo que pasa. Mis ánimos se encuentran por lo bajo, ni siquiera fingir estar bien me es posible. Incluso, si lo quiero intentar, un oscuro abismo empieza a crecer en mi pecho y rompe las pocas partes que aún me quedan sanas. Los mensajes infinitos de Caín no ayudan en lo absoluto, supongo que se ha enterado de mis charlas con los hermanos Williams; los amigos de él se encargaron de informar todo, de eso estoy segura.

Caín me prometió venir desde Stanford solo para tener una charla conmigo, el miedo de aquel mensaje me hizo imposible darle cuerda a mi cerebro para poner la atención correspondiente a mis clases. Dejo escapar un enorme suspiro tembloroso de mi boca, ya tengo dos charlas pendientes y ambas son muy cansadoras a la hora de pensar en ellas.

Pero antes de poder seguir con mi desdichada vida, las clases son dadas por finalizadas; con rapidez y agilidad, me muevo en zigzag evitando a todos los adolescentes que también salían.

Visualizo a mi hermana afuera de la escuela, su semblante frío contrasta demasiado con la luz del sol; noto cómo varias personas se la quedan viendo, su largo cabello revolotea por el frío viento y su falda se mueve de un lado a lado. Teniendo ambos brazos cruzados y unas gafas de sol que le quedan demasiado bien.

Al llegar a su lado, no me habla y tampoco me mira, solo camina por delante de mí y yo la sigo en silencio como siempre, solo que en su mirada ausente se le puede notar cierto enojo. Pero sé que no hay nada que yo pueda hacer, jamás podría ayudar a mi hermana. Siempre es al revés.

Elisabeth odia que las personas se entrometan en su vida, incluyéndome. Los asuntos personales de ella son todo un enigma para mí, enigmas indescifrables y prohibidos para todo público. Si yo intentaba descifrar aquella caja fuerte que eran sus pensamientos, me hundía en un profundo desconcierto con la desdicha de no poder ayudar. Perdiéndome en sus misterios.

Sin poder saber, sin poder entender, es por eso que prefiero ignorar aquellos hechos de indiferencia. Además, tengo más que suficiente con mis constantes pensamientos y problemas personales, no puedo estar detrás de ella para rogar un poco de su atención para que me hable de sus problemas. Elisabeth no es una persona accesible, eso lo sé y lo he asumido desde pequeña. Sé que no me odia, su afán de cuidarme contra todos y todo es enorme, solo que hay una pequeña barrera que yo no puedo pasar; nadie puede.

Aún puedo recordar la vez en la que ella se abrió a mí por primera vez. No dijo mucho, no entendí casi nada, pero lo guardo en mi mente y en mi corazón. Aquél instante en donde vi por primera vez a mi hermana gemela sin una máscara puesta.

Un año y medio atrás

Ya han pasado más de tres días, Elisabeth se ha encerrado en su habitación sin dejar que nadie entre. La preocupación crece en mi interior con cada segundo que pasa encerrada; pensé que solo era algo temporal en ella, que tal vez estaba enojada con papá y que pronto volvería a salir. Pensé muy mal, ya que nada se arregló, sino que empeoró todo.

—Vamos, Eli. Por favor, abre la puerta... —Mis dedos tocan la fría puerta de su habitación; lentamente, me deslizo hacia abajo y quedo de rodillas frente a esta—. ¿Es que acaso no confías en mí? Soy tu hermana.

Mi voz se rompe por los nervios, escucho un pequeño sollozo de Elisabeth y todo mi frágil interior se rompe en un millón de pedazos.

—No es eso, Isa… —La voz carrasposa de ella me dice lo mucho que ha llorado—. Yo… yo no lo puedo decir, no a ti. Eres muy frágil y no lo entenderías; te conozco demasiado, sé que esto te destrozará… —mi corazón duele al oír su voz cargada de una tristeza enorme, una que yo nunca conocí.

CULPABLE | COMPLETA ✔️ (+18)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora