• Plan final •

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Narrador omnisciente

La velocidad de la ambulancia va cada vez en aumento, lo que produce que la parte trasera se agite con algo de violencia tras pasar por un camino de piedras que tiene la instalación en donde fue la sangrante fiesta.

Cada uno de los pasajeros del vehículo está en un completo silencio. Ninguno entiende lo ocurrido, y, aunque las ansias por preguntar más detalles de lo que pasó al muchacho shockeado es enorme, ellos se abstienen y se quedan con la única explicación que ese rubio repleto de sangre les ha dicho apenas fue interceptado en la entrada del lugar.

—¡Alguien la ha lastimado, por favor, tienen que salvarla! —imploró el muchacho rubio.

Todos quedaron mudos por unos segundos, pero las órdenes por parte de la enfermera paramédica encargada no tardaron en llegar. Todos se subieron al vehículo mientras llamaban al hospital más cercano para avisar que estaban por llevar un código rojo a la sala de urgencias.

El RCP fue un éxito, pero su pulso cardíaco era bajo. Este estaba casi al límite, la enfermera que acompañaba a Austin y a la chica herida ya se encontraba preparada para saltar sobre el débil cuerpo de Elisabeth, para asistir en el momento en que el monitor le avisara que su pulso se había detenido.

Todos expectantes, ansiosos por saber lo que había ocurrido en ese lugar, queriendo salvar la vida de una niña desconocida, la cual se notaba lo desafortunada que era en vida.

La enfermera pensaba cómo podría revivirla si su pulso volvía a recaer; los dos conductores que estaban adelante murmuraban entre sí alguna que otra teoría de lo que podría haber pasado en ese extraño festejo, mientras que Austin solo podía recordar la oscura charla que había tenido con su hermano menor. Él no quería creer lo que pensaba su mente, su corazón no quería creerlo. Pero el simple hecho de levantar la mirada y ver la sangrienta escena de Beth que tenía un agujero en su abdomen y unas cuantas vendas ya cubiertas por su sangre en la cabeza le estaban produciendo cierto dolor en su corazón.

«Jackson no haría nada de esto, es imposible. Tiene que haber otra explicación. Sí, tiene que haber...».

Austin no pudo evitar convencer a su corazón y mente de que esto tendría otra explicación, pero, por desgracia para su frágil estado mental, esta no era la respuesta correcta. No era algo que podía aceptar porque sabía que era mentira. Austin Williams sabía perfectamente lo que podría llegar a hacer su hermano adoptivo, lo vio por años. Aprendió de él ciertas cosas, no buenas, pero a fin de cuentas aprendió de las escenas grotescas que veía a escondidas de su hermano menor.

Él siempre le tuvo cierto miedo a Jackson, porque, quiera o no, Austin siempre le temía a los demonios. Su madre era una, su padrastro también. Las personas que lo adoptaron también lo eran, aunque él fingía que no. Todo lo que Austin conoció desde que nació fue cómo sobrevivir a los demonios, saber cómo tratar con ellos y cómo convencerse a sí mismo de que no hay otra salida que dejar ser a las personas oscuras.

Un demonio siempre será un demonio. Al igual que una víctima será un festín para esos seres oscuros.

Austin siempre prefirió aparentar ser un demonio antes que ser una víctima muerta en el caótico juego de la vida. Él no quería morir, Austin Williams solo anhelaba tener un final feliz, y pensó que lo encontraría junto a su querida Beth, pero ella estaba agonizando a su lado y él no podía hacer nada más que culpar a su asesino: Jackson Hoffman, el verdadero culpable.

Horas atrás, perspectiva de Austin y Jackson

—¿Se puede saber por qué has cambiado de planes? —Exige saber apenas entra a la habitación de su hermano, el cual estaba muy relajado leyendo un libro con una taza de, seguramente, café negro en sus manos.

CULPABLE | COMPLETA ✔️ (+18)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora