• Sorpresas •

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Austin Williams

—¿A dónde vas? —La voz de mi padre me detiene antes de poder salir de la casa—. La fiesta comenzará y no quiero llegar tarde.

—Prometo estar allí antes de que la presentación comience, nos vemos. —Me despido de él mientras abro la puerta de la casa y me dirijo a la mansión Jones.

No puedo negar que me ha sorprendido la llamada de mi bella Beth, ya que entiendo muy bien que no soy su primera opción para absolutamente nada; pero tan solo saber que ella necesita algo de mí provoca que me estremezca de excitación y victoria.

«Presiento que esta noche será muy entretenida...».

Al salir de la casa, el aire de la tarde oscura refresca mi rostro, mis ojos se cierran por inercia al sentir esa agradable sensación. Al abrirlos, veo fijamente a la casa Jones, poco a poco mis comisuras empiezan a ensancharse hasta convertirse en una sonrisa abierta. Toda esta situación es magnífica. Camino tranquilamente hasta llegar al portón gigante de color negro, un extraño ruido sale de allí, por lo que tomo el picaporte y lo bajo, este se abre y logro entender que ella me está esperando para que ingrese. Sigo avanzando por el pequeño jardín delantero hasta llegar a la puerta de entrada, toco tres veces hasta que logro oír unos tacones acercarse con fuerza a mi ubicación. Esto produce que mi corazón dé un salto enorme por la emoción.

La puerta se abre mientras mi emoción se agranda más, no logro evitar clavar mis ojos en los de ellas y, poco a poco, caigo en su encanto. Ninguno habla, solos nos observamos detenidamente, escaneamos nuestros cuerpos y vestimentas, por lo que decido decir algo para romper el hielo.

—No negaré que se me ha parado con solo verte, Beth.

—Me das asco. —Ella ni se inmuta y deja su rostro serio.

—Yo también te aprecio... —miento y le regalo una sonrisa y un guineo.

La mueca de asco es genuina y visible sin tapujos; ella de inmediato intenta cerrar la puerta en mi cara, por lo que pongo mi pie derecho en el marco de la puerta para frenar su portazo y me llevo claramente un pinchazo de dolor en todo mi maldito pie.

Disimulo el dolor con una sonrisa dura.

—Vamos, Beth, déjame entrar, me portaré bien... —Vuelvo a mentir.

—No perdonaré otra idiotez tuya, la próxima será tu cabeza la que esté entre el marco y la puerta. ¿Comprendes? —advierte arrugando su nariz perfilada.

Relamo mis labios antes de contestar.

—¡Sí, señora!

Elisabeth suelta un último suspiro de cansancio, pero por fin me permite entrar dentro de la casa. Al hacerlo, fijo mi mirada en su cuerpo y noto cómo una sola bata de baño cubre aquel cuerpo que tanto intentaba ver y que solo en mis mejores sueños lo logro tocar y hacerlo completamente mío.

Ella camina delante de mí, descalza, con un moño perfectamente arreglado, dejando al descubierto su cuello de porcelana y unos pendientes de color dorado que resaltan con su pálida piel. Aún sin apartar mi vista de ella, subimos por las escaleras y seguimos por un pasillo conocido.

—Si no estuviera con prisa, ya te hubiera sacado a golpes de mi habitación. —Es lo primero que dice al verme entrar con prisa, con temor de que cierre la puerta y pierda mi oportunidad.

—¿Y puedo preguntar por qué me has llamado a mí?

—No, no puedes —aclara sin mirarme, camina con prisa hacia el baño y cierra con seguro la puerta.

Caigo en su cama con resignación.

—Muy bien..., pero eso no es muy divertido —pronuncio lo último en voz baja, mirando con aburrimiento el techo de color blanco.

CULPABLE | COMPLETA ✔️ (+18)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora