• Víctimas •

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La sorpresa no se aleja de mí, hace más de diez minutos que hemos llegado a casa y Jackson no ha dicho nada

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La sorpresa no se aleja de mí, hace más de diez minutos que hemos llegado a casa y Jackson no ha dicho nada. Se fue directo a su habitación y me dejó solo con mis pensamientos. Camino escaleras arriba, pensando en las palabras de Jackson; él no era del tipo de persona que defiende o halaga a alguien. No al menos que quiera que esa persona caiga en su juego.

—Eso fue muy repentino... —las palabras salen de mi boca al abrir su puerta. Apoyo mi hombro en el marco, esperando su respuesta.

—Hmm, no lo sé. Simplemente quería ver la cara de idiota de aquel hombre... —habla distraído, sus ojos no salían del cuaderno de estudios que Elisabeth le había dado.

—Bueno... sí fue gracioso. Sus ojos parecían querer matarnos—río un poco, doy algunos pasos y me siento detrás de él.

—¿No piensas acabar tu tarea?

—Más tarde, no tengo muchas ganas ahora.

—¿En serio? Dormiste una hora entera en la casa de los Jones... ¿acaso no has estado durmiendo bien? —Jackson me observa por encima de su hombro. No quería mentirle, pero tampoco quería decirle que las pesadillas habían vuelto.

—Mucho porno... —bajo mis hombros en señal de excusa. Mi hermano pone cara de asco y se da vuelta para seguir con sus deberes.

—Ah... como sea. Este año estará lleno de estrés—una bola de papel sale disparada y cae en el cesto de basura de Jackson.

—¿Quieres ir?—mi pregunta toma por sorpresa a Jackson, sus cejas negras se hunden en señal de confusión—. Sabes a lo que me refiero...

Sus ojos me demuestran lo cansado que está, parece que yo no soy el único que no ha podido dormir. En la casa de los Jones se había salido de control por pequeñeces, eso me demostraba lo frágil que estaba su paciencia y no era bueno. Si Jackson lastima a Elisabeth en uno de sus arranques de locura, sería muy difícil sacar un cadáver de esa gigantesca casa sin ser vistos.

—Bien. Andando... —se levanta de su asiento, frota sus ojos por el sueño y comenzamos nuestro andar fuera de la habitación.

—¡Madre, volveremos a la hora de cenar! —grito al salir de la casa, nos apresuramos a subir a mi auto antes de que ella nos detenga.

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«Vamos, hermanito. Ya han pasado dos malditas horas».

Mis pasos hacen eco en el destruido pasillo; mientras más me acerco al lugar en donde se encuentra Jackson con su víctima, más destruido y sangriento se ve el panorama. Charcos de agua estancada, sangre, orina de ratones y demás fluidos están esparcidos por el suelo.

La última víctima de Jackson se encuentra gritando tan fuerte que no entiendo cómo aún tiene esa delicada voz. Súplicas de misericordia, de ayuda y de perdón salen de aquella bonita boca. Pero nadie acude a sus pedidos. Nadie la salva. Ni siquiera yo.

Por fin llego a la habitación, más llantos se escuchan. Para que Jackson no me vea, me apoyo en la pared sucia y cierro los ojos esperando por mi hermano menor. Había dejado a la de ojos verdes para el final. La curiosidad me mata, corro un poco mi cabeza y veo a la chica recostada en una camilla sucia, repleta de un líquido carmesí y con herramientas a su lado. Puedo ver que le faltaba un ojo, el derecho. Un cuenco vacío era todo lo que le quedaba. Sus manos y pies están atados con correas y le impiden moverse.

Jackson se encuentra con una bata blanca que lo cubre de la sangre, unos guantes negros y unas pinzas en la mano izquierda. Con esta, le arrebata dos dedos del pie a la joven y la hace soltar otro grito monstruoso. Por error mío, la joven me ve a través de su ojo sano. Este se abre por sorpresa y con rapidez me escondo detrás de la pared, ya que no había puerta.

—¡Por favor, Austin! —su grito me hace tragar saliva con fuerza. Suelto un suspiro y comienzo a caminar hacia la salida.

No la puedo ayudar; aunque quisiera, no puedo. Jackson está mal y esta mierda es lo único que lo ayuda. Y, aunque esté mal, yo no puedo dejar que él la pase peor. Se lo debía.

Más y más gritos de auxilio. Más y más llantos. Más y más sangre... Esto parece un horrendo círculo vicioso. Al salir de aquel orfanato abandonado, inhalo aire fresco y una sonrisa aparece en mi rostro. Había llevado a esas dos chicas al mismísimo infierno, con uno de los peores demonios de aquel caótico lugar. Otra vez había destruido vidas inocentes; personas que no eran culpables, sino víctimas.

Me gustaría decir que me arrepiento, pero la verdad es que no lo hago. Esta era la única manera de poder ayudar a mi hermano, aunque me hubiese gustado poder hacer algo más. Tal vez algo menos sangriento e ilegal, pero esta era la única forma. Y es culpa de aquel bastardo, ese enfermo obligó a Jackson a hacer estas cosas. Lo moldeó para que sea como él, le enseñó por las malas; lo obligó a convertirse en un maldito demonio.

«Pero yo no soy diferente a ese bastardo o a Jackson... ¿verdad? Después de todo, los tres salimos del mismo lugar de mierda».

Unas pisadas me hacen darme la vuelta. Jackson venía caminado con lentitud, su respiración parecía agitada y su mirada era un hoyo negro. Pasa al lado de mí sin decir nada, lo único que puedo hacer es tomar mi celular y marcar el número de siempre. Después del segundo tono contestan.

—¿Sí, señor?

—Dos víctimas en el mismo lugar de siempre... —es lo único que digo, termino la llamada y voy al auto. Jackson ya se encontraba allí, pero parecía como si no lo estuviera.

CULPABLE | COMPLETA ✔️ (+18)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora