• ¿Amor? •

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El auto se estaciona frente a su casa y se puede observar la enorme mansión de color beige y el perfecto jardín de la señora Margaret. Las petunias de la madre de Caín me dan una cálida bienvenida al mismísimo infierno.

«Cálmate. Tranquilízate. Respira».

El sol ya se encuentra oculto detrás de la casa, la brisa de la tarde se convierte en un puñetazo helado para mi rostro. Camino por el pintoresco jardín, me tomo mi tiempo para poder prepararme para lo que viene, aun sabiendo que podría ser peor. Me atrevo a tocar el timbre, aguardo unos segundos y la imponente figura de Caín aparece ante mí en un instante.

—¿Te has divertido, Isabella? —dice antes de que yo pudiera saludar apropiadamente. Su rostro perfilado está cubierto por una mueca de repulsión total. —. Uno de mis amigos te vio hablando con dos chicos...

—¡N-no es lo que parece!—me apresuro a explicar—. Tú me habías dicho que nos íbamos a encontrar en la heladería a las 14:00, pero nunca llegaste y...

Respiro con regularidad, mientras que mi corazón rebota por el miedo que sus ojos trasmiten. Quiero sacar el tema de Samantha a colación, pero sé que sería peor. Caín jamás me diría la verdad y me culparía por todo, de nuevo.

Caín frunce sus gruesas cejas marrones y piensa un poco, como si justo ahora se acordase de la cita que había planeado para nosotros.

—Entra y cierra la puerta.

Esto está siendo muy fácil, demasiado tranquilo, y Caín apenas me ha gritado. La situación estaba por ponerse muy fea, ya veo venir la tormenta torrencial que caerá sobre mi descubierta cabeza. Entramos al inmenso salón. Lo primero que se aprecia son los múltiples cuadros y trofeos que hay en varias estanterías. Todos son de Caín, su logros, sus victorias de todo tipo de deportes y artes marciales. Era el chico perfecto en aquellas imágenes. Solo en imágenes.

Camino al salón bajo la atenta mirada gris de Caín, mis tacones hacen un pequeño eco y, antes de poder sentarme en el sofá que está a mi lado, sus pasos profundos me obligan a voltear por el repentino ruido que provoca. Lamentablemente, su primer golpe me toma por sorpresa y me hace caer por el impacto. Me da una bofetada en la mejilla con demasiada fuerza. El ardor es muy familiar aunque el dolor sigue igual de intenso.

—¡¿Qué mierda te he dicho de estar con otros chicos, Isabella!? —vocifera con ímpetu mientras noto cómo las venas de su cuello y frente se hinchan de la rabia.

Ese grito me espanta más que sus golpes, me escudo con mis brazos pensando en su próximo golpe, pero esto poco le impide dañarme. De nuevo siento los pasos de Caín, él volvía por mí, y esto provoca que un sollozo repleto de miedo escape de mi boca. Para evitar que mis alaridos de dolor continúen, muerdo mi labio para obligarme a callar.

Sostengo mi mejilla ardiente, mi tacto puede apreciar el raspón que su mano me ha hecho. Observo la figura de Caín, que se queda parado frente a mí. Mirándome desde su enorme altura con todo el odio que él puede llegar a tenerme cuando está enojado.

—Mis vecinos. Ellos son mis vecinos. —Vuelvo a sollozar mientras intento explicar mi versión de la historia—. Te comenté que los tengo que ayudar con la escuela...

Caín achina sus ojos, pensativo a mi escasa explicación. En sus ojos hay cierta duda, pero aún diviso la ira en ellos. Con cuidado, me voy levantando del suelo, temblando de pies a cabeza.

—Uhg, es verdad. No quiero y no te lo permito, ¿entiendes? Deja de comportarte como una maldita zorra con todos los chicos que se te acercan.

Su labio se tuerce con asco, mientras, calma sus tensos hombros y camina algunos pasos lejos de mí.

CULPABLE | COMPLETA ✔️ (+18)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora