• Epílogo •

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Austin Williams

No puedo dejar de temblar. No desde aquella noche; cuando vi el cadáver de Jackson a mi lado, logré sentir su sangre mezclarse con la mía. Sentí su olor y note cómo esta me castigaba mentalmente por haberlo traicionado. Pensé que moriría aquella noche, por la herida que tenía, los paramédicos tampoco me saben explicar el milagro que ocurrió para que yo no muriese.

Para mí no fue un milagro, simplemente el infierno ya tiene muchos monstruos como para necesitar otro bastardo allí abajo. De todas formas, me alegré de no haber muerto, de una forma algo retorcida, pero sí, me alegré.

Sin embargo, la felicidad de seguir vivo se esfumó a los segundos de ver a mi alrededor y presenciar cómo la muerte había teñido esa enorme habitación. Mi cuerpo se siente extraño, más de lo habitual. Mi cabeza duele por la falta de sueño que he estado padeciendo hace casi un mes, mi corazón también duele, pero este dolor es peor que el de mi cabeza y más profundo que la herida dejada por Jackson. Es sofocante, casi tortuoso, y puedo pensar que este tipo de dolor sentía constantemente Elisabeth tras perder a alguien valioso para ella.

Elisabeth Jones. Su nombre resuena como eco en mi cabeza.

El nombre de la victima era olvidado en los medios, ellos solo hablaban de lo ocurrido en la famosa fiesta del empresario Adam Jones

Todos ellos buscan personas que nunca las conocieron para dar testimonios falsos y delirantes sobre el caso. Adam nunca salía a desmentir nada, el solo decía no estar listo para hablar del tema, al igual que su idiota amigo, Daniel Li. Ellos fueron los principales sospechosos al inicio de la investigación, pero, como era sabido, los descartaron por no tener suficientes evidencias. La verdadera razón era obvia, ambos habían pagado para salir de las listas de sospechosos.

A medida que transcurrían los días, más rápido se olvidan de ella. Nadie de la policía buscaba hacer justicia de verdad, tan solo iban en círculo persiguiendo sus colas e ignorando las pocas pistas que tenían. Era molesto, pero me encontraba muy cansado y ocupado para encargarme de esas idioteces.

Sin embargo, no niego que al pensar en ello, al pensar en ella, un enorme hueco crece en mi pecho. Me agobia, me mata más lento que la herida que tengo en mi abdomen. Y, por desgracia, la única persona que lograba calmar el caos que había en mí ya no estaba en este mundo. Hay veces que cierro mis ojos y puedo ver el rostro de Jackson. Este se encuentra pálido, con sus ojos cerrados, pero con una clara mueca de enfado en ella. Ni siquiera muerto podía evitar tener ese rostro intimidante. Pensar en él me trae recuerdos, tanto malos como buenos, y los recuerdos buenos son los más dolorosos.

—Hijo, con permiso. —El llamado de mi padre me hace quitar la vista perdida que tenía en el espejo. Él entra, pero yo no me muevo de mi lugar—. Ya es hora de irnos...

Tan solo asiento, volviendo a perder mi vista en la nada. No quería ir, no podía. Mis malditos sentimientos por mi hermano menor siguen en mí, aunque quiera creer que no. No puedo ser un idiota que aparenta no poder sentir, porque lo hago. De una manera poco ortodoxa, pero sí aprecio a las personas que estuvieron conmigo por un tiempo, las quiero e intento protegerlas con mi vida si es necesario.

Sacudo mi cabeza y me olvido de este hecho. Me giro y noto que papá aún no había pasado a mi habitación, él solo me mira con lástima desde el umbral de la puerta.

Suspira con pesar, mientras camina hacia mí.

—Austin, lo que hizo tu hermano fue...

Aprieto mis dientes mientras dejo fluir el enfado por todo mi cuerpo.

—¡Hoffman ya no es mi hermano, él ya no es un Williams! —grito con todas mis fuerzas y mi dolor, viéndolo a la cara, observando lo desdichado que se encuentra—. Ese maldito enfermo no merece tener un funeral, mucho menos merece que nosotros vayamos.

CULPABLE | COMPLETA ✔️ (+18)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora