En el olvido (Princesa Encantadora)

Huir Significa No Despedirse

Haim tenía tres años cuando tuvo su primera visión, era pasada la medianoche, cuando sus ojos se abrieron, con ellos brillando en la oscuridad, como lo son los de un gato, de un color azul intenso. Veía miles de imágenes pasar por su mente, sin entender nada de lo que sucedía en su pequeña cabecita.

Asustado, se bajó de la cama y tomó su muñeco de conejo, que casi le igualaba el tamaño, y con su mano libre, la vela a un costado de su cama, saliendo en silencio de su habitación hacia la de sus padres.

En el camino se encontró con el adulto de cabellos negros, quien iba dando traspiés en la oscuridad, y bostezaba cada tanto, posiblemente iba hacia al baño, porque notablemente no había ido a dar una vuelta, al menos no en ese estado.

—Papi. —le llamó cuando lo tuvo a su lado, tomando el pantalón de pijama, y haciendo que el adulto pegara un salto, de la sorpresa. — Vi algo raro

El adulto se agacha y cargo al pequeño, con delicadeza, siempre tenía la sensación de que su hijo menor se rompería si lo agarraba muy fuerte al ser tan pequeño y delgado. Camino junto a él, para que fueran a la sala de estar, haciendo aparecer algunas galletas cuando estuvieron sentados frente a la chimenea, a encendida por el mago.

—¿Que viste, pequeño?—preguntó, acomodando le y tendiendo le una galleta, el niño pensó un poco, mirando el fuego. —

—Una niña... Vi una niña. —dijo despacio, para luego morder su galleta y señalar el fuego, que se movía como si estuviera bailando. —Se parecía mucho a mamá, pero sus ojos eran rosas, y bailaba, como el fuego.

El mago abrió los ojos al escucharlo, su hijo apenas tenía tres años, era casi imposible que estuviera demostrando indicios de magia, aunque, bueno era su hijo obviamente también sería un genio. Cotidianamente los magos no demostraban su magia desde tan pequeños, quizás desde los cinco hacia adelante, pues era bastante peligroso el que lo hicieran antes, sus cuerpos pequeños no podrían soportar el mana,pero el niño a su lado parecía haber tenido un sueño del pasado, con su abuela, o sobre el futuro, que de por sí ya era una rama de la magia que incluso a él le costaba manejar.

—¿Que más, Haim? papá tiene curiosidad—Pregunto,mirando al niño, quien fijo sus ojos ceruleo en su padre, como preguntándose si estaba bien contarle. —

—Su mana era muy bello y cada vez que bailaba es como si hechizada a la multitud, para que hicieran lo que ella quería...—Dijo,muy bajito, recordando los poderes de la muchacha. — no recuerdo su nombre... Pero si su cumpleaños, el 7 de septiembre

Y no fue hasta nueve meses después, un 7 de septiembre a las ocho de la mañana, cuando Lucas pudo confirmar todas sus sospechas, con el nacimiento de una bella niña de cabellos rubios y ojos turmalina rosa, realmente brillantes. La bebé apenas nacer poseia un gran mana, realmente hermoso, de un color rosa, idéntico al color de sus ojos. Lucas de esa forma, descubrió que su hijo, poseía el don de la clarividencia y muchos otros que deberían esperar para ver.

El adolescentes miraba el techo de su habitación, era de noche, por lo que estaba a oscuras, su techo, estaba lleno de letras y textos, con tinta invisible, que a esas horas brillaban de manera fluorescente. Cada vez que Haim tenía una visión la escribía en el techo y sus paredes, para luego buscarlos más fácil... Pero siempre olvidaba donde había escrito cada cosa, como era el momento.

Suspiro y cerró los ojos, sabiendo cada cosa que pasaba en su casa. Podía ver a los gemelos cambiar el jabón de Vita por colorante verde que su madre usuba para teñir las telas, así que posiblemente su hermana terminaría con manchas verdes en su piel. Vio a Amaré colarse en la cocina seguramente en busca de chocolate y también vio a su madre y padre menor arropa y hacer dormir a Tao. Por último vio a su mellizo y a su padre anciano hablar, en la oficina de este último, seguramente sus inseguridades de llevarlo con ellos a la capital.