El Inicio Del Juego

1.7K 202 10
                                    

El salón de baile estaba atiborrado de gente por todos lados. Cosa que a los mellizos les estaba volviendo locos.

En conclusión, luego de tres días, todo se había vuelto terriblemente molesto para ambos adolescentes que sólo quería ir a esconderse bajo la falda de su madre.

Luego de haber visitado a sus hermanos y padres, habían tenido que volver al palacio, para hablar correctamente con su abuelo.

En la sala del trono estaba Claude, sentado en su lugar, con Zenith a su lado derecho y un rubio al lado izquierdo. No había rastros del príncipe consorte.

—Glorias y bendiciones al sol de Obelia, y a los próximos soles de Obelia. —contestaron ambos hermanos, con cierto tono de burla al terminar, mirando la mala mirada que la castaña les daba, y el poco interés que el rubio de ojos heterocromaticos demostraba. —

—Ustedes... Dijeron que tenían otro padre, ¿Quién es?. —preguntó, con tranquilidad, pero ambos chicos se miraron. —

Si revelaban la verdad sería bastante contraproducente para su plan, y podrían ganarse el odio de parte del emperador. Sin embargo, tampoco podían callarse, pues el hombre frente a él era un hombre de sangre fría y no les convenía hacerles enojar. Sobre todo después de enterarse que había podido ver los sueños de Haim.

—No creo que sea algo importante, abuelo. —dijo el mayor, con una gran sonrisa, con su propia magia de encanto. —

—Solo es un hombre normal y amable. —Dijo ahora el segundo, mirando de reojo como la castaña le penetraba con la mirada, pensando el porqué no estaba muerto. —

—Ustedes son realmente insolentes, como esa bailarina. —ambos hermanos se miraron y fruncieron ligeramente el ceño. —

Nix miró al emperador, quien derrepente se había tensado y la nube oscura alrededor de su cabeza empezaba a hacer aún más espesa.

—Nos gusta más pensar que nos parecemos a nuestro padre, majestad. —dijo el pelo negro, moviendo ligeramente uno de sus pies. — sin embargo, me gustaría saber cual es su razón de llamarnos.

—¿Desea que hagamos un hechizo para curar a la princesa?. —preguntó el otro, mirando ahora ambos a la mujer. —

Zenith se tenso en su lugar y la magia a su alrededor se hizo más densa, por su obvia molestia.

Estaba furiosa. Resultó que aquellos niños eran hijos de su hermanita, por lo que eran un nuevo impedimento para estar cerca de su padre.
Claude debía amarla a ella, y nadie más, era su primera hija, su adorada hija, y no podían arrebatar serlo, no debían meterse en su perfecta familia.

Aun así, sonrió, y se llevó una de sus manos a su vientre.

—Se suponía que vendrías a sanarme. —dijo con lentitud, para luego acercarse a su padre. —No a decir cosas como que sois hijos de gente muerta.

Una ráfaga de mana se sintió en toda la habitación, que hizo que el adolescente mayor, tosiera un poco, debido a la potencia.

Los tres se giraron a ver a ambos hermanos. Sus ojos brillaban, y sus auras se habían ampliado en demasía.
Miraban a la princesa con enojo, y esto se notaba a kilómetros. El mayor empezó a caminar hacia ella, y se le paro enfrente,mientras que Haim cerraba sus ojos.

Los guardias, en alerta, en casi de que le hicieran algo a la princesa, intentaron moverse de sus lugares, sin lograrlo. Estaban inmovilizados en su lugares, siendo absorbidos por el piso.

Claude no se movio, no lo haría si no fuera completamente nesesario. Tenía curiosidad, mucha curiosidad.

Nix, miró a la princesa y solo le sonrió, con sus ojos cerrados, pero al abrir estos, su mirada, era helada, aterradora. Idéntica a la que el emperador tenía. Zenith se congeló en su lugar, sin poder desviar los ojos.

En el olvido (Princesa Encantadora) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora