Una Entrada Espectacular

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No sabía desde cuándo, ni la razón. Pero Nix desde que llegó a ese mundo tenía una voz en su interior que le decía "Protege a Haim". Y lo intentaba, las veinticuatro horas al día, los trecientos sesenta y cinco días del año. Entonces porque... ¿¡Por qué Había perdido a su hermano cuando estaban solos en la capital?! 

Todo había sucedido muy rápido, habían estado visitando los diferentes puestos, cuando pararon en uno con sombreros, y como buen curioso que era, tomó uno y se quito la capucha para poder probarselo, en contra de los reclamos de su hermano. Debió hacerle caso, pues minutos después un grupo de al menos seis chicas le rodeaba, y no le dejaba avanzar. No fue hasta un buen rato después que pudo librarse de aquellas señoritas y había notado que su mellizo no estaba.

No podía gritar, si lo hacía, todos sabrían que había un adolescente perdido, y eso en el futuro no les serviría. Miraba por cada rincón y abría cada puerta, ya asustado por la situación.

Nix, sabía que no era el más listo de sus hermanos, pero no por eso era estúpido. Solía tardar más en entender algunas situaciones, y quizás era mucho más inquetu de lo que debería ser por su edad, pero no era tonto.

Nix sabía sobre las constantes comparaciones que se hacen entre su mellizo y el, una cosa era el ignorarlos y otra no saberlo. Le daba lo mismo lo que dijeran sobre el. Bruto, imbecil, guapo, casanova, peligroso, y entre muchas más tanto buenos como malo. Le valía, el sabia quien era el y su familia igual, y con eso era perfecto, no importaba que pensara el resto, el Nix que ellos veían, era diferente a lo que él era.

El caso era diferente con Haim, al bajito le costaba el ignorar todo lo que decían de él en Ambrosine, si bien tenía un "título" de principe en el lugar, siempre se escuchaban más adjetivos negativos que positivos sobre el, incluso de sus hermanos menores - Vita parecía tener una sería obsecion con molestar a Haim-. Y para eso estaba el, proteger era su deber como el mellizo mayor, le gustaba mimarlo, darle dulces, y calmarlo cuando él pequeño lloraba en las noches por no poder cumplir correctamente las expectativas. No sabía si lo hacía bien o no, nadie podía decirle si era buen hermano, sus tres padres eran hijos únicos, no contaba a su madre esa quimera nisiquiera era humana. Pero eran los momentos como ese, en el que se asustaba y sentía que toda la calma que solía mantener en su cabeza, desaparecía y se volvería loco. Cuando no veía a su hermanito, sentía que todo su mundo caía. Si, tenía un serio problema de hermano mayor.

Derrepente sintió unos gritos y una presión en el aire, giro su cuerpo, y allí a lo lejos, vio a su hermano, frente a un hombre adulto, alto, de cabellos y ojos negros, junto al hombre habían varios guardias, y detrás de su hermano, habían dos niños pequeños.

No alcanzó a llegar al lugar cuando vio como una espada se dirigía hacia su mellizo, pero en vez de lo que esperaba, está no llegó ni a tocarlo.
Siempre olvidaba algunas particularidades de su hermano, su bien era bajo y sumamente adorable en su forma original, era increíble en defensa personas y esgrima, y podía demostrarlo en ese momento.

Haim hizo una voltereta hacia atrás en el aire, y golpeó, la espada con su pie, está giro en el aire, golpeando la cabeza del noble que estaba entre los guardias, y cayendo luego de forma perfecta en la mano de su hermano. Quien sólo sonrió.

—¿Ahora me escucharán?. —dijo Haim, jugando con la espada en su mano, mirando a los adultos. —el Lord aquí presente, fue quien pasó a llevar a estos niños, ellos estaban vendiendo tranquilamente sus productos

Vio el puesto a un lado, semi destrozado, y con restos de magia oscura, pero algo la cubría, algo ocultaba lo que era. Miró por último al adulto, que ocultaba una sonrisa bajo su mano, y vio como por un segundo sus ojos se volvieron idénticos a los de su hermano, de un azul brillante cual diamantes.

En el olvido (Princesa Encantadora) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora