Desayuno, Almuerzo y Cena

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El palacio amatista derrepente tenía demasiado movimiento, las sirvientas se movían de un lugar a otro, llevando vestidos y trajes a diferentes habitaciones.

Las mucamas se sentían bendecidas, ya sentían un milagro el ver al príncipe Ezra caminar en sus salidas matutinas, o el mirar al emperador, a sir Robein e incluso al principe consorte. Pero el tener siete jóvenes, realmente guapos, era ser bendecidas por los dioses.

Por su parte, los visitantes estaban bastante felices de ser atendidos, o al menos, la mayoría de ellos.

Ninguno de los mellizos estaba feliz, y Elise tampoco. Haim, no soportaba el hecho de tener a múltiples mujeres peleando a su alrededor,sobre que ropa ponerle ni como peinarle. El rojo adornaba sus mejillas, mientras las mujeres le masajeaban la espalda desnuda. Estaba incómodo y avergonzado, porque si bien intentaban pasar desapercibidas, era obvio la firma en que le miraban.

Nix en cambio, estaba listo, pero había terminado conversando on aquellas mujeres, como si fueran viejos amigos que querían chismosear.

—El príncipe Elen es mejor. —dijo una de ellas, sirviendo el té. —

—El emperador es más guapo. — comentó otra. —

—pero da miedo. — contraataco una más joven. —

—Sir Robein, tiene mejor personalidad, es un paquete completo. —dijeron, por allí, Nix, ya no sabía quién hablaba y quien no. —

Pero sin duda, a Phoenix le causaba gracia la emoción que mostraban las mujeres si el les preguntaba algo tan simple como "¿Me veo bien?". Tomó de su taza con tranquilidad, hasta ahora cada nombre le era conocido, menos uno.

—¡El paquete completo el el príncipe Ezra!

—¡solo nosotras somos capaces de verlo a diario!

Rieron de manera boba, y Nix bajo su taza, para mirarlas

—¿Quién es... El príncipe Ezra?

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—Gloria y bendiciones al Sol naciente de Obelia. —las quince voces se escucharon a coro, mientras se hacía una reverencia. —

El emperador miró a cada uno de los presentes, sin sentimiento alguno, e incluso cierta molestia. Odiaba ese tipo de juntas con personas que no valían la pena.

Se sentó en su lugar hechizo un gesto, para que sentarán.

Pronto las voces de unos hombres ancianos empezaron a sonar en aquel jardín. Decían sus supuestos títulos y hazañas, todo lo que habían hecho, aunque la mitad pareciera mentira. A las voces de los ancianos se les sumaba las del heredero a Barón, quien comentaba más que nada los tratados de su padre con comerciantes. Y luego e un rato, fueron dos de los cuatrillizos quienes se unieron a la conversación sobre "logros".

Las dos mujeres, hablaban entre sí, en voz baja. Y los últimos dos cuatrillizos solamente comían en silencio, como si no quisieran estar allí. Por último estaban los mellizos, quienes mantenían su aura calmada y con una suave sonrisa.

—¿Quién les dio el permiso para hablar?. —preguntó Claude, mirando de manera fría a quienes hablaban. —

Volvió el silencio y Claude volvió a mirar, está vez a quienes desde siempre estuvieron callados. Los dos chicos más cerca suyo, le llamaban la atención, parecían tranquilos.

En el olvido (Princesa Encantadora) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora