Como Entrar al Palacio sin Morir en el Intento

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Haim quería golpear al mago frente a él. Habían pasado sólo media hora y ya no soportaba al titiritero.

Luegi de que sus nombres quedarán grabados, fueron guiados al Palacio Amatista, un lugar principalmente de mármol,con detalles delicados en dorado, con tallados perfectamente hechos a mano, y con incrustaciones de piedras de mana, lo cual lo hacía una ultra fortaleza. El palacio estaba ubicado hacia uno de los costados del Garnet. Si bien hacía el lado izquierdo de este estaba el Esmeralda, hacía la derecha, estaba el Amatista, entre el Rubí y el palacio central.
Por lo que les dijo el guardia que les guiaba, el palacio Amatista era el lugar donde se hospedaba los herederos masculinos a la corona. Por lo que en esos momentos se encontraba sin uso.

Al llegar, les guiaron a sus habitaciones y pidieron que en veinte minutos, todos se reunieran en el comedor.

Haim se preparo con tranquilidad, se quito la capa, y dejó su morral en el armario repletos de ropas. Se quito el chaleco, quedando solo en camisa, y se soltó el cabello, para luego caminar con tranquilidad hacia el comedor.

Los pasillos está adornados de retratos, y bellas pinturas, no había ningún tipo de adorno, suponía que se debía a lo inquieto que suelen ser los varones de niños y que era una pérdida si ponían un jarrón y este terminaba roto, pero si diferentes detalles en las paredes, que parecían sin duda tallados a mano.
Al llegar, ya se encontraban dos de los ancianos, su hermano y la princesa de Belgoat, teniendo estos dos últimos una seria lucha de miradas.

-Por favor, es el primer día y no me gustaría tener que limpiar un cuerpo. -dijo, apenas se sentó al lado de su hermano, quien dirigió rápidamente su vista hacia el con un puchero. -

-¡Ella inició!. -dijo, acusándola, como un niño pequeño. Haim, miro a la muchacha, quien tenía sus dos cejas alzadas. -

-Solo dije que serias eliminado en la siguiente ronda. -dijo la muchacha, mirando esta vez al ojiazul. -Ninguno de los dos, los que alardean no tienen poder suficiente.

Ambos hermanos callaron, no iban a responder a aquella blasfemia, que sabían era falsa. Su tranquilidad duró menos que un suspiro, pues la risa burlas a de alguien más se hizo presente en la sala.

El peliverde se estaba burlando, en sus caras de ellos. Haim frunció el ceño, al ver como se sentaba enfrente de él, y solo apoya a sus codos hacia arriba, y su mentón entre sus palmas.

—mientras menos cerditos más fácil será todo.—dijo el noble, sonrió de manera maliciosa, hacia los dos hermanos. —deberían volver a la mugre de donde vienen.

Nix, solo suspiro, los nobles solían ser así con los plebeyos, "Cerdos" y "Mugre" sólo eran pocos de los apodos que la aristocracia le tenía a los de bajo rango. Pero había un error en lo que decía el mago enfrente de ellos, ni él ni, ninguno de sus hermanos, eran "plebeyos" quizás habían sido criados como unos, pero sus venas corría la sangre de los Day y los Alfierce, eran nobles, en piel de plebeyos.

— Y tu deberías cerrar el hocico, animal. —dijo Haim, de mala gana. —

El titiritero abrió la boca ofendido, y su rostro se coloreo de rojo ante la molestia. Parecía un tomate, su cabello verde y su cara roja eran bastante comicos

—¿Quién te crees que eres, para tratarme así?. —dijo, con un chillido, que hizo que Haim terminará escuchando un pitó en sus oídos. —¡Deberían volver con los sarnosos donde pertenecen!

Y de esa forma llegaban al momento actual, Haim sentía sus manos picar, por el querer golpearle con todas sus fuerzas hasta desfigurarle el rostro, pero se mantenía tranquilo. O al menos lo intentaba

En el olvido (Princesa Encantadora) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora