Hasta No Poder Mas

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Elen abrazo con fuerza a su hijo, cuando le tuvo en frente.

Su cabeza estaba formulando miles de formas de como decirle a su hijo que se fueran del palacio.

Debido a que había estado bastantes días encerrado en las mazmorras del palacio, había tenido el tiempo suficiente tiempo para pensar sobre su vida cotidiana. Y estaba harto.

Harto de que su esposa lo maltratar a y golpeara, él tener que vivir con miedo a que su suegro le matara.
Estaba harto de tener que fingir amar a una mujer que no estaba cuerda, él no poder ver a su hijo cuando quisiera. Y él llevar tantos años sin ver al único que amaba.

Por ello, cuando fue sacado de las mazmorras, y logró ver como dos guardias llevaban a una mujer embarazada, de ojos imperiales.

No dudo en que sabía lo que tenía que hacer, y aunque le costará la vida escaparía o le sería de ayuda a aquellos dos muchachos.

Intento hablarle al rubio en sus brazos, pero antes de emitir palabra, la risa del heterocromatico le desconcerto.

—Papá, me unire a la rebelión. —dijo el chico, luego de una pequeña sonrisa, mirando a su padre. —hay una pequeña mariposa que creo nesecitaba mi ayuda.

—¿Estas.... Seguro?. —le preguntó, impactado. —

Si bien el quería decirle lo mismo, muy diferente era que él adolescente, con apenas dieciocho cumplidos, tomará una decisión de esa magnitud por sí sólo.

—Si, sabes mejor que nadie que hablo enserio, yo no puedo mas, y tu tampoco.

Elen, sonrió un poco y solo Asintió a lo que le dijo, para darle a entender que lo apoyaría tanto como pudiera.

—Papá, prometo que volverás a ser feliz con mamá.

Volvió a abrazar al chico, acomodándose en el sofá del esmeralda.

Ninguno de los dos noto, la mirada furiosa de una castaña.


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Ezra corrió por los pasillos del amatista, buscando el cuarto del pelinegro.

Al llegar al final del pasillo, entró sin tocar. Allí se encontró con una imagen bastante extraña.

Un mounstro, por que eso parecía aquella gran figura oscura con celeste, hecha de sombras, cargaba a un pequeño pelinegro, que estaba parado sobre los hombros de este, escribiendo con una pluma en el techo.

El menor apenas llevaba una camisa blanca, por lo que desde su posición tenía una bella vista de la parte inferior de chicos, de espaldas.

Enrojecio y apartó la mirada, antes de carraspear y poder llamar su atención.

Haim se giro, logrando notar así al rubio, con un adorable sonrojo.
Río un poquito y bajó con delicadeza, con ayuda de su invocación, hasta parase frente al alto chico, a quien sólo le llegaba al abdomen.

—¿Tu... Ya te enteraste?. —preguntó el mayor, bajando su cabeza para ver al chico, quien cambió su sonrisa a una expresión triste, como si estuviera apuntó de llorar. —

—Si, Nix esta buscando una forma de poder sacarla

Ezra miró con tristeza al chico, quien tenía apretados sus puñitos, como indeciso por algo. Sabía bien lo que quería, por lo que sin tardar mucho, lo abrazo, atrayendo lo hacía él.

Haim solo inhalo el suave olor a flores del chico y se quedó quieto. Preguntándose cuando fue que llegaron a ese punto de confianza.

Quizas fue cuando el chico le hizo caer al lago y terminaron ambos mojados al tener que ir a sacarlo por las flores. O tal vez esa vez que el rubio se metió en su habitación de noche para calmarlo los dolores de cabeza que la magia negra le producían.

O quizás simplemente había sido desde aquella reunión donde Ezra le había dicho que sabía quién era, y de estúpido se había del atado sólo.

En poco tiempo, Haim y Ezra habían construido una bella relación de amistad, o eso querían pensar ambos, a base de secretos y apoyo mutuo.

—Mi papá, el dijo que nos va a ayudar. —comentó el rubio, quien con lentitud, había empezado a empujar al menor, hasta estar ambos sentados en uno de los divanes. —Luego de aguantar tanto tiempo sabe muchas cosas que él resto no.

—Tu padre es genial solo por mantenerse vivo, Ezra

El rubio río un poco. Haim tenía razón. El hecho de que su padre hubiera sobrevivido quince años en el palacio donde no recibía ni una pizca de compasión, era bastante para poder destacar.

—En fin, dijo que hoy nos reuniéramos los cuatro a hablar, eso incluye a tu hermano.

—Hoy no podemos... Llegan las tropas de Belgoat.

Hizi una pequeña mueca. Debían ir a recibirlos a los puertos, de manera escondida, venían en barcos de exportaciones, por lo que debían encargarse de hacer que todos pasaran desapercibidos.

—Supongo que será en otro momento.

Ambos sonrieron y asintieron, en un tratado silencioso.

Si supieran que ese momento nunca llegaría.

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Athanasia se agarro el vientre, tenía hambre y sus pequeños en su estómago parecían reclamarle por esto.

El piso de una celda no era el mejor lugar para estar recostada, y los sollozos de él resto de las mujeres en las otras celdas tampoco la ayudaba a relajarse.

Miles de pensamientos llegaban a su cabeza.
¿Como estarían sus hijos? ¿La extrañaría? ¿La estarían buscando? ¿Que pasaría si no volvía?, entre esos y más, su mente estaba llena de preguntas.

De igual forma, y entre su tristeza y soledad, el deja vu llegó a ella.
Recordó aquellos dos días que pasó en su adolescencia en una celda, llorando a más no poder por no recibir el amor de su padre. Recordó su soledad, en aquel entonces, donde creía que no tenía a nadie más si no era su padre. Donde incluso en esa celda las ratas la habían ignorado.
Recordó el momento en que se dio cuenta que sí tenía una familia, había tenido a Lily, que iba a dar a luz a una niña que no llegó a conocer. También recordó cómo Lucas y Kiel fingieron y dejaron Rodó por ella, porque la amaban, y ella ni aludida se había dado cuenta. También recordó a Félix, quien sí era su padre, quien la había apoyado y ayudado, porque era su hija, y lo único que le quedaba.

El lugar era el mismo pero la situación diferente, ella no lloraría, porque ella era fuerte.

Porque ella ahora tenía una familia, que la amaba, una familia que no hacía que estuviera arrodillada en el piso como siempre lo fue con Claude.

Recordó que era una princesa, y las princesa no lloran por chicos de ojos bonitos. No, ella no soltaria nunca más una lagrima por una mirada de las joyas de Claude. Porque tenía a su s hijos, a sus esposos y a un padre que si la amaba.

Athanasia Lux tenía todo lo que nesecitaba, y nada la detendría ahora.


—es bueno verte denuevo, hermanita...



Y eso incluía a la perra frente a sus ojos.

En el olvido (Princesa Encantadora) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora