Una Verdad que No se Debia Saber

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Eran eso de las seis de la tarde. Kiel sentía miles de emociones, con el hombre al frente suyo, no sabía que decir ni que hacer. Era una sorpresa.

¿Como habían llegado a eso? Su día había sido realmente normal.

Luego de dos semanas en la que los gemelos se habían ido, las cosas iban de apoco mejorando. Vita se estaba haciendo cargo de cuidar a su madre en su día a día, los gemelos ayudaban en los quehaceres de la casa y Amaré con Tao, se quedaban junto a él, estudiando o trabajando junto a él.

Extrañaba a su esposo, e igual extrañaba a sus hijos. Era difícil luego de tantos años unidos, el no tenerles cerca.

Extrañaba abrazar a Lucas y besarle, el dormir junto a él, e incluso extrañaba esos lujurioso momentos que tenían de vez en cuando en la oficina del mago. Extrañaba sus besos, su toque y sensación. Incluso aceptaba que extrañaba cierto dolor de cadera que el mayor le dejaba y que hacía que su esposa se burlar de él.
Pero además de eso, extrañaba ver a sus dos hijos mayores bromear y jugar con sus hermanos. Ver cómo Haim golpeaba a su mellizo, cuando este se ponía a coquetear a las chicas. Extrañaba cada risa y sonrisa que esos niños le dedicaban.

Pero debía salir adelante, tenía que cuidar del resto de sus hijos, quienes sin el mago cerca, debían andar con la cabeza gacha, ocultando sus ojos. Y si los hijos que Atthy llevaba en su vientre nacían sin Lucas cerca, estaría allí de cualquier forma, y los protegería, aunque fuera más difícil que cuando estaba con su amado.

Esa mañana de miércoles, se levantó algo más tarde de lo usual, pues la noche anterior había estado mi mando a su esposa hasta la madrugada. Beso a la rubia y le beso el vientre, con suavidad, levantándose y llendo por el menor de sus hijos, para poder ducharse junto a él y arreglarlo.

Pará su sorpresa, Tao ya estaba en pie y estaba escribiendo, cosa que no le sorprendió. Sabía que él niño era un genio, que ya sabía escribir, leer y hablar tres idiomas diferentes, además de ya saber de quien sabe donde, historia y matemáticas.

—Buenos días dulzura. —dijo besándole la mejilla al rubio. —

—Buenos días papi. — dijo el niño, dedicándole una dulce sonrisa, soltando la pluma en su mano. —¿Hoy iras al pueblo?

—No cariño, anoche mamá no se sentía bien, por lo que me quedaré para cuidarla

El niño solto un ruidito de e afirmación y sólo sonrió, saliendo para ir a darse un baño. En el camino, vio a los gemelos limpiando las ventanas, gritando se entre sí.

Alma sostenía la escalera, mientras Elet limpiaba, pero la niña movía el objeto para asustarlo haciendo que el menor se asustar a y se gritaran.

Apenas llegó al baño, se dio una rápida ducha y corrió a su habitación, para vestirse.

Apenas lo hizo, despertó con suavidad a su esposa, acomodando las almohadas y abriendo las cortinas, para luego seguir dándole besitos en el rostro.

—Buenos días, bella esposa. —le dijo con dulzura, mientras la menor se acomodaba en la cama. —

Los largos cabellos, estaban totalmente revueltos y el camisón blanco, mal puesto, dejaba ver ligeramente su escote,, su barriga de embarazada le hacía ver mucho más tierna de lo que ya se veía.

—Kiel~... Besito. —Soltó una risita al ver que su esposa aún nisiquiera abría los ojos, pero no se quejo, y le beso con dulzura, acariciandole el rostro. —

—¿Como dormiste, hermosa?. —le preguntó, mientras le acercaba el chandql que ocupaba en las mañanas y un vaso con agua. —

—lo mejor que se puede, cuando cargo una barriga gigante. —le contestó, a la vez que la otra rubia de la casa, entraba a la habitación. —

En el olvido (Princesa Encantadora) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora