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Yamaguchi Tadashi siempre fue una persona tímida, le costaba mucho relacionarse y cuando hablaba con otras personas se ponía nervioso, arruinando toda la conversación. Toda su vida fue así. Hasta que un día tuvo que enfrentarse a un cliente algo terco; este insistía en que su café siempre estaba tibio, a él le gustaba muy caliente.

—¡Lo haré de nuevo, espere un poco! 

Exclamó el chico, tirando el tercer vaso al lavadero. Sus manos estaban temblando, no sabía que más hacer realmente, por más que pusiera el agua hirviendo, el señor seguía insistiendo en que "no estaba lo suficientemente caliente". Ya cuando estaba echando el café en sí en el vaso, cayó un poco de este en su mano, haciendo que se quemara. Apretó sus labios para no emitir ningún sonido. Finalmente colocó la tapa al café y se lo entregó al señor.

—¡Ahora sí! Gracias —Yamaguchi le sonrió por cortesía y fue corriendo a lavar su mano, la zona estaba muy roja, y llegaba a lagrimear.

—Yamaguchi, ¿todo bien? —preguntó el chico de ojos azules, viendo como el nombrado estaba mojando su mano con agua fría.

—S-sí, solo me quemé. No pasa nada —respondió soltando un suspiro, mirando su mano lastimada.

—Deberías descansar un poco. Yo me encargo, podrías hacer inventario mientras el dolor pasa.

—Ah, está bien. Gracias, Akaashi.

Akaashi le sonrió sin mostrar sus dientes y se fue a atender a más personas. Yamaguchi fue a donde estaban todos los ingredientes, ya se había acostumbrado al olor a café y dulces que no los sentía. Comenzó a ver cuáles ingredientes estaban y cuales no, marcando en el papel. Era algo agotador, aquello solía hacerlo Kenma ya que este no le gustaba mucho interactuar con personas, también solía hacer los cafés, Akaashi y Yamaguchi eran los que anotaban las órdenes.

Ya luego de una media hora, terminó. Realmente era una tarea muy aburrida. Era temprano, la mañana recién comenzaba y hacía calor, la mayoría de personas solía pedir los famosos frapuccinos, aunque habían otras —como el señor de antes— que eran los fanáticos de las bebidas calientes.

Al salir al mostrador, se encontró con un grupo de chicos en la fila, por lo que se colocó manos a la obra junto Kenma para hacer las bebidas. El teléfono de Akaashi sonó, por lo que tuvo que ir a responder, este le hizo una seña a Yamaguchi para que atendiera al grupo.

—Hola, buenos días. ¿Qué van a pedir? —preguntó educadamente.

—¡Tsukishima, tienen frapuccinos de fresa, pide uno, te encantaran! —exclamaba un chico de cabello con escala de grises, siendo alentado por un chico de cabello negro.

Los ojos dorados del más alto del grupo se encontraron con los de Yamaguchi. Este último sintió calor en su cuerpo, era un chico muy lindo a sus ojos. Mientras seguían debatiendo que iban a pedir, Yamaguchi solo sonreía esperando hasta que se decidieran, estuvieron unos segundos así. Agradeció que no hubiese más gente además de ellos.

—¿Tienen rollos de canela? —preguntó el rubio, a lo que Yamaguchi asintió con su cabeza—. Bien, pediré entonces... un frapuccino de fresa y un rollo de canela.

—¡Bien! ¿Tu nombre?

—Tsukishima.

Luego los demás chicos también pidieron. Ahora Yamaguchi sabía los nombres de los tres. Bokuto, Kuroo y Tsukishima. Hizo las bebidas con tranquilidad, ya no estaba entrando tantos clientes, eso le aliviaba. Ya cuando terminó, echó el rollo de canela en una bolsa de papel y llamó a los chicos.

Los tres vinieron a buscar sus bebidas, y cuando le entregó la bebida a Bokuto, este miró su mano con los ojos abiertos.

—¿Qué te pasó en la mano? —preguntó curioso.

—Ah, me quemé —respondió rascando su nuca.

En ese lapso de tiempo de conversa, Akaashi salió de la zona donde descansaban hacia la caja, comenzando a ordenar alrededor, estaba algo sucio. Los ojos de Bokuto siguieron por inercia al chico, quedándose poco menos que anonadado por su belleza, porque sí, Akaashi era famoso por su belleza natural, sus facciones eran muy finas y tenía unos hermosos ojos azules.

—¡Hey, hey, hey! Chico lindo, ¡dame tu número!

El tono de voz sorprendió a todos los presentes. Akaashi le miró algo confundido, arrugando su ceño rodando sus ojos.

—Deja de molestar, Bokuto —el rubio jaló a ambos chicos de allí, yéndose a una mesa. Lo único que se escuchaban eran las quejas del peligris.

Yamaguchi no pudo evitar soltar una carcajada ante la situación, le había parecido muy cómica. Akaashi estaba dándole la espalda a los clientes, apoyando en la baranda, simulando limpiar. Sintió su rostro caliente, estaba avergonzado por aquel piropo. Ese chico también era lindo.

—Akaashi, ¿pasó algo? —preguntó acercándose a él.

—Nunca nadie me había pedido mi número.

—¿Nadie? ¡Pero si eres muy lindo! Debes tener muchos pretendientes.

Akaashi soltó un suspiro, arreglando su delantal.

—Sí, pero nunca me han pedido mi número y nadie realmente se ha interesado en salir conmigo.

—Eso es raro.

Ambos rieron con suavidad y siguieron ordenando el mostrador. No había mucho que hacer y ya había dado la hora del almuerzo, no muchas personas almorzaban un café con algún postre.

—Yamaguchi, puedes ir a comer mientras. Yo estaré atendiendo —murmuró Kenma, comenzando a lavar algunos utensilios.

—Gracias, Kenma.

Akaashi seguía dando vueltas. De vez en cuando miraba a la mesa de aquel grupo, viendo como el chico peligris y el de pelo negro eran los extrovertidos. El rubio estaba comiendo su rollo de canela mientras miraba algunas cosas en su portátil. Hubo un intercambio de palabras de Kuroo hacia Bokuto, a lo que este se levantó inmediatamente con una servilleta en la mano.

—Me preguntaba si podrían darnos la contraseña del wifi, es para mi amigo... —dijo rascando su nuca.

—Ah... está en la boleta, en la parte superior —respondió con simpleza, mirándole.

Las mejillas de Bokuto se sonrosaron. ¿Por qué era tan ciego? Negó con su cabeza y extendió la servilleta y un lápiz.

—¿Ahora si vas a darme tu número?

Akaashi le miró por unos segundos, asintiendo finalmente.

Strawberry Frappuccino ┊ TsukiYama.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora