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Yamaguchi y Tsukishima de vez en cuando hablaban cuando el segundo iba a buscar el pedido, que normalmente solía pedir un rollo de canela y un café latte o normal. A veces se preguntaba por qué pedía lo mismo siempre. Tenía que reconocer que los precios de los productos estaba algo altos para lo que eran, solamente por la marca. Habían otros locales donde vendían estos productos, incluso eran baratos y estaban cerca, pero Tsukishima insistía en ir allí.

—¿Por qué no mejor le pides el número? —propuso Kenma.

—Prefiero que solo sea una buena relación entre trabajador y cliente.

—¿Le tienes miedo al éxito? —Yamaguchi se quedó con rostro confundido. Kenma soltó una carcajada.

—No ha venido —comentó Akaashi mirando la puerta.

—Me dijo que no va a poder venir porque tenía cosas que hacer —respondió Yamaguchi.

Kenma y Akaashi soltaron una carcajada al unísono, molestando al pecoso. Pasaron unos cuantos minutos cuando llegó el rubio, con un semblante molesto. Se acercó a la caja y Akaashi fue hacia otro lado, pellizcando el brazo de Yamaguchi para que fuese a la caja. Este rápidamente fue a la caja con una sonrisa, hasta que vio la expresión del rubio.

—Pensé que no ibas a venir... —comentó apoyándose en la caja para hablar.

—Pensé lo mismo —soltó un suspiro quitando sus lentes para limpiarlos con su abrigo—. Digamos que la relación con mi familia no es la mejor.

—Oh, ya veo —intentó comprender. Yamaguchi pensaba que se veía muy lindo sin sus lentes.

—Lo mismo de siempre, por favor.

—¡Claro! —asintió con una sonrisa anotando el pedido, colocando el rollito de canela en aquel aparato para calentarlo.

Tsukishima sentía que cuando hablaba con el más bajo todo se relajaba y se tranquilizaba. Su sonrisa era como un medicamento que le ayudaba cuando se sentía mal. Tenía que admitirlo, aquel chico era muy dulce. Se apoyó en una pared vacía esperando el pedido, sintiendo como su teléfono no paraba de vibrar, tenía muchos mensajes de su familia.

Mientras Yamaguchi preparaba el café latte y esperaba a que se calentara el rollito de canela, su móvil también comenzó a vibrar, era su madre. Necesitaba contestar, nunca le llamaba y cuando lo hacía era porque era importante.

—Kenma, ¿puedes darle el rollo de canela y el café latte a Tsukishima? Realmente necesito responder.

—Claro.

Kenma terminó de hacer el café. Sentía la mirada el rubio sobre él. Sonrió al tener una muy buena idea. Ya cuando terminó el pedido, se acercó al chico alto a entregárselo.

—¿Y Yamaguchi? —Kenma rió.

—Tuvo que atender una llamada, por eso no pudo darte el pedido —dijo colocando las cosas en la mesa.

—Ah.

Kenma le miró.

—¿Por qué no me das tu número? —preguntó repentinamente, apoyándose en la mesa. Tsukishima soltó una carcajada sarcástica.

—¿Por qué debería? —preguntó elevando una ceja, dejando unas monedas para la propina—. Ni siquiera eres mi tipo.

—Tú tampoco el mío. No me gustan rubios, pero a mi amigo sí —murmuró tomando una servilleta y un bolígrafo.

—¿Quien es tu amigo?

—Yamaguchi. Le gustas pero es demasiado miedoso pedirte el número, no sé por qué si se ve desde lejos que tienen química. Sólo escríbelo, ¿si?

Tsukishima rodó los ojos y tomó el lápiz, escribiendo con rapidez su número de teléfono.

—Más te vale que se lo pases y que me hable.

—Te lo garantizo. Gracias por la propina.

Kenma soltó una carcajada a lo último y guardó el papel en sus bolsillos. Luego vio como el chico se fue con el pedido, con una sonrisa en su rostro, pero era una extraña. Realmente no entendía los gustos de sus compañeros.

—Gracias, Kenma. ¿Le entregaste el café? —preguntó buscando con la mirada al chico.

—¡Hice algo mejor! —exclamó sacando el papel y entregándoselo al pecoso.

—¿Qué...? —miró confundido el número anotado.

—Ay... es el número de Tsukishima. Más te vale que le hables.

Yamaguchi abrió sus ojos como plato, comenzando a zarandear con suavidad su torso.

—No sé si agradecértelo o enojarme contigo.

—Me debes una —murmuró de manera burlesca.

Strawberry Frappuccino ┊ TsukiYama.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora