Love me or hate me ; Jenlisa

34.- Planes

"nunca se deben de hacer planes, sobre todo acerca del futuro"

Su recuperación en el hospital fue extraña, al llegar se sentía en un mundo el cual no parecía el suyo. Los sonidos eran lejanos y todo se movía en cámara lenta, la morfina en su cuerpo debía tener influencia en esto y realmente lo agradecía ya que si no estuviera en estas condiciones no podría soportar el golpe de realidad que pronto la azotaría.

Pero tan rápido como un parpadear, se encontraba en un muy limpio cuarto de hospital, estaba ubicado en un noveno piso ya que el ventanal le mostraba parte de la ciudad. Estaba anocheciendo y no sabía cuántos días había pasado, pero lo que si recordaba era lo que había sucedido en ese callejón. Miró hacia abajo de su regazo, ambas piernas estaban enyesadas y era seguro que había pasado por cirugía ya que el daño fue demasiado.

En la mesa flores y globos reposaban, no recordaba quiénes los debían haber traído, pero estaba casi segura que eran regalos de sus padres. El asunto de la mercancía estaba arreglado, sin embargo, esto le había costado un ojo de la cara agregando el hecho de que sus piernas habían sufrido las consecuencias de su error, el cual fue dejar a Irene.

Los cateos nunca fueron permitidos durante su reinado, y esto era debido a su noviazgo. Irene no era tonta y sabía en lo que se andaba, nunca le recriminó nada, pero de una forma u otra, la encubría como podía. Y el que haya habido un cateo no fue una casualidad, era algo que tenía que pasar.

No sabía si sus motivos eran joderla, pero no podía culparla, se lo merecía. Cerró sus ojos buscando un poco de consuelo en el descanso, pero alguien entró a la habitación, era ella con un ramo de flores en las manos, violetas, sus favoritas.

Entró en silencio, acomodó el ramo la mesa al lado del televisor, tomó asiento cerca de la cama y la contempló por un momento. Sus ojos pronto se llenaron de lágrimas, pero no pudo hacer nada por consolarla, su movilidad era limitada

—Siento que esto es mi culpa, yo autorice el cateo—su voz gangosa mostraba arrepentimiento en sus acciones, Seulgi negó con la cabeza calmadamente tratando de tranquilizarla.

—Descuida, era algo que tenía que pasar y supongo que yo fui quien me lo busque al estar rodeada de tanta mierda—Irene sollozó, pero al mismo se acercaba más a la cama, nunca pensó que vería a la pelinegra por como acabaron las cosas, pero le hacía feliz saber que a pesar de las adversidades se preocupara por ella.

—¿Sabes quién fue la persona que te hizo esto? Si lo sabes podemos darle su merecido, ten seguro que de eso me encargo yo—estaba decidida pero pronto Seulgi negó con la cabeza resignada.

—Conozco su nombre, sin embargo, aunque te de su dirección, no podremos hacer nada para tener justicia—Irene frunció su ceño, ahora ya no lloraba, pero estaba intrigada.

—¿Por qué dices esto?

—Él es un sicario, un matón no sé qué nombre se quiera dar a sí mismo, pero es un profesional y dudo que podamos hacerle siquiera un rasguño—de verdad Seulgi parecía derrotada, esa chispa que antes estaba ya no estaba ahí, Irene entendía que parte de que esto pasara era su culpa, quería que Seulgi sufriera, pero no de esta manera por lo que tenía que hacer algo, lo que sea.

—Dime un nombre por favor.

—Taeyang, de la pandilla del sur.

Grabó bien su nombre en su memoria, estuvo ahí hasta que la menor cayó dormida. La miró durante un largo tiempo hasta que notó algo raro en su cuello, con suavidad removió su sedoso cabello y vio una cicatriz grande impregnada en su piel.

Una t.

No hacía falta echar a volar su imaginación para saber de quien se trataba, enojada por esto, se marchó rápido a su hogar, haría algo, tenía que, se lo debía.