Capítulo 5: Terapia

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Sheldon

Hoy fue un día en especial agotador en el trabajo. Me entristece un poco que Rajesh y Howard no me dirijan la palabra. Quizá me lo tengo merecido. Admito que no he tenido mucha empatía para con ellos —y sí: sé que la empatía es una característica fundamental de una buena convivencia social, aunque no me agrade mucho—, pero no estaría mal que ellos den el primer paso.

Supongo que no puedo quejarme. Ellos son mucho más amigos de Leonard que míos. Y, luego de aquel «espectáculo» que di en el hospital, ellos han de sentirse mucho más incómodos con mi presencia.

Creo que lo que más odian es pensar que soy enemigo de Leonard, cuando es todo lo opuesto.

Aunque Kripke no me molestó hoy, el transcurso de mis horas laborales se sintió tan pesado como si en verdad él lo hubiese hecho.

Hay algunos días, como el de hoy, en los que dudo si ir o no al hospital. Llegando a casa, ordeno la comida tailandesa que nos toca según el horario de comidas que programé. Sí, sé que Leonard me dijo que no tenía problemas con comer la del hospital, pero luego de haberla probado me di cuenta de que no era para nada apetitosa; y no puedo permitir que Leonard rompa nuestras costumbres alimenticias. Sé que no es muy científico pensar esto, pero tengo la corazonada de que Leonard está conforme y feliz con ello.

Mientras me ducho, me siento mejor al pensar que visitaré a Leonard. Dudo cuál nuevo libro debería llevarme. Pienso en ir a la biblioteca para retirar algún otro —que Leonard no haya leído con anterioridad—, pero con solo imaginarme otro viaje en autobús ya empiezo a sentir incomodidad y náuseas. Me decido por no seguir pensando en aquello.

Me visto con los ropajes más cómodos que encuentro y guardo la pijama del día. Recuerdo que debo lavar la ropa mañana, aunque creo que es imposible que lo olvide.

Tocan el timbre, pago en efectivo, tomo la comida y me preparo para salir.

Bajo por las escaleras. Ya me he acostumbrado a eso. No sé por qué, pero pienso que los encargados del edificio no podrán arreglar el elevador por un largo, largo tiempo.

Pienso en el accidente y me siento algo deprimido.

Tomo el autobús que me llevará al hospital. Ya he seleccionado un lugar óptimo —o, al menos, menos incómodo— y espero mientras me coloco unos auriculares y escucho música de mi iPod (el cual parece estar muy de moda, por alguna razón). La banda sonora de Star Wars siempre me hace sentir mejor…, a excepción por el tema de Darth Vader, ese es para cuando me siento vengativo o iracundo.

«No pienses en los gérmenes de tu asiento. No pienses en los gérmenes de tu asiento. No pienses en los gérmenes de tu asiento.»

Recuerdo que guardé un paquete de toallitas húmedas desinfectantes. Espero que con eso pueda limpiarme lo suficiente antes de llegar al cuarto del hospital de Leonard, en donde tengo una botella de gel antibacterial.

Al detenerse el transporte, soy el primero en bajar; aunque, mientras lo hago, me doy cuenta de que en el autobús solo veníamos una anciana, un hombre dormido y yo.

Extraño cuando me movilizaba en el coche de Leonard, pero tendré que acostumbrarme a esto; al menos por cierto tiempo.

Al venir al hospital saludo a la recepcionista, la cual ya parece haberse acostumbrado a mi presencia.

Ella no me devuelve el saludo. Supongo que es debido a algún problema emocional personal y solo sigo de largo hasta llegar a la habitación de Leonard.

Cuando llego —luego de tocar la puerta y que Leonard me permitiera entrar—, veo a un enfermero sujetando la pierna de Leonard y alzándola al aire, como si quisiera estirarla, para luego flexionarla, o algo similar.

Yo coloco la comida aparte, suelto mis maletas en algún lugar del suelo y descontamino mis manos con mucho gel mientras sigo viendo a Leonard.

—Creo que ya es suficiente por hoy. Gracias. —Después de que Hofstadter dijera eso, el enfermero asintió, colocó a Leonard recostado en la cama y salió sin haber dicho nada.

Yo me quedo observando a Leonard, creando diversas hipótesis.

—¿Es comida tailandesa? —Yo asiento—. ¡Genial! —exclama con una sonrisa y sus párpados cerrados—. Me muero de hambre.

Yo le doy su envase y me siento a su lado. Aún no he tocado el mío cuando Leonard prosigue:

—El enfermero Zack me preguntó si no quería de la cena del hospital, pero yo estaba seguro de que vendrías —dice llevándose una porción a la boca y masticándola con aparente apetito.

—Sí; lamento la tardanza —me disculpo yo, sin mirarle.

—¿Pasa algo?

—¿Qu-qué estaba haciendo ese enfermero contigo?

—Oh, esos eran solo unos cuantos ejercicios para mi movilidad. «Terapia de recuperación de mis habilidades motoras», para ser exactos. En general los hago en la mañana, pero hoy estaba por demás de aburrido y no me sentía cansado.

—Comprendo —dije luego de unos instantes—. Y ¿desde cuándo haces esto?

—Casi una semana. —Yo aún no puedo creerlo—. Todavía no he sido capaz de caminar, pero mis articulaciones mejoran y, si me mantengo quieto todo el día, podrían atrofiarse y será mucho más complicado que pueda caminar cuando me den de alta.

—¿Y por qué nunca te había visto hacer esos ejercicios antes? —averiguo. Él se alza de hombros mientras sigue comiendo con entusiasmo.

—En general los hago por la mañana, mientras tú trabajas.

—¿Por qué… —Dudo unos segundos, pero luego me decido— nunca me habías dicho de esos ejercicios?

Él se alza de hombros de nuevo.

—No me pareció algo de tanta relevancia. Digo, pensé que tú suponías que los hacía para mejorar.

—Está bien. —Miro hacia los ojos de Leonard y digo—: Mientras te ayuden a mejorar, no hay ningún problema.

Me llevé el primer bocado de comida a la boca. Me supo mejor de lo que imaginé.

Universo alternativo ꨄ︎ Shelnard ꨄ︎Donde viven las historias. Descúbrelo ahora