Capítulo 17: Recuperar

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Sheldon

Siempre he odiado los sentimientos perjudiciales.

Esta vez no diré «desde que tengo memoria». No soy tan estúpido como para tropezar con la misma roca dos veces.

Hoy, en el trabajo, intenté seguir el consejo de Leonard de concentrarme más en mí mismo, pero no puedo hacerlo.

No puedo pensar en mí, pues no puedo dejar de pensar en Leonard y en lo que ocurrió ayer.

Cuando quería concentrarme en la física y no lo lograba, intentaba entrar en un estado de ensimismamiento —sigo sin saber en qué eso ayudaría a mejorar mi rendimiento en el trabajo. El punto es que traté de hacerlo—, pero fragmentos de mi discusión con Leonard no paraban de llegar a mi mente en los instantes menos oportunos.

Por segundos, odié mi memoria eidética, porque no puedo borrar de mi cerebro la imagen de unas lágrimas claras y brillantes amenazando huir de los globos oculares de Leonard mientras que yo solo huía como si fuese un cobarde.

Cuando llegué a casa, todos los recuerdos de Leonard me atormentaron, y lo siguen haciendo.

Desde que ocurrió el accidente en el elevador, pasando por la vez que le grité al verle en la camilla, sus primeros pasos luego del accidente, hasta la vez que disfrutamos del aire puro, del atardecer y de las flores en el verde patio del hospital.

Un segundo…

A Leonard le gustaron mucho las insignificantes flores que le regalé cuando lo visité la segunda vez, y también parecieron gustarle las flores del hospital.

Tal vez, regalarle flores de nuevo sería una buena forma de pedir disculpas, de amigo a amigo.

Pero, por otro lado, el regalar flores también es visto como una costumbre-ritual en parejas románticas como una demostración de amor.

¿Si le regalo flores otra vez, tengo que aclararle que no son una demostración romántica?

¿Y… si en verdad quisiera darle una muestra de afecto romántico? ¿Tendría que hacer lo mismo?

Me gusta Leonard, como ya se lo dije, pero aún no estoy seguro si estoy listo para una relación de pareja o si eso sería capaz de hacerme feliz. Sin embargo, debo admitir que, si tuviese que escoger a cualquier persona de la Vía Láctea entera para que sea mi pareja romántica, sin lugar a dudas, elegiría a Leonard.

«¿Qué debo hacer?», me pregunto, hundiendo mi rostro en un cojín al lado mío.

Mi lugar en el sillón es tan cómodo y está tan descontaminado, no como esos repugnantes y despreciables asientos de autobús. Aunque reconozco que tener que ir de pie dentro del bus es muchísimo peor.

«Sé que, si lo llamo, puede que no acepte ni siquiera una disculpa. Necesito hablarle en persona», pienso viendo el teléfono fijo en una mesa al otro lado del salón de estar.

Cielos, tener una pareja romántica es algo muy complicado, ¡y ni siquiera sé si podré tenerla o no!

Suspiro, reviso mi billetera y veo que sí tengo suficiente como para comprarle flores a Leonard.

Recuerdo cuáles eran las que estaban en el hospital y las anoto en mi mente (aunque tampoco es como si se me pudiesen olvidar).

Bajo las escaleras hasta llegar a la puerta principal del edificio. Veo al mundo exterior; es horripilante, pero siento que esta es la única salida de mi sufrimiento.

Por suerte, la floristería no queda tan lejos, así que puedo ir caminando. El bullicio de los vehículos me espabila por momentos, pero luego solo los ignoro.

Me gustaría dar esta clase de paseos cortos con Leonard; nunca tuvimos oportunidad de hacer muchos. Casi siempre íbamos en su automóvil a todas partes. El hecho de que su auto esté varado es en verdad algo que lamentar.

Llego y el olor a flores me embriaga más de lo que haría cualquier tipo de bebida alcohólica. Por mi memoria, asumo que las esencias más predominantes son las de tulipanes, margaritas y, como es más que común, rosas.

Me acerco y pregunto por los tipos de flores que habían en el hospital. Claro que, dudo mucho que Leonard se ponga pretencioso al momento de darle las flores, y me critique en el hipotético caso en donde le dé unas simples y genéricas; pero luego recuerdo que Leonard no es así y, aunque lo fuese, le daría las flores que le gustaron de todas formas.

El hombre de la caja registradora me las muestra. Decido llevar cinco de cada una y que las pongan en un solo racimo. Esto es algo costoso, pero mi amistad y mi futuro con Leonard lo valen.

Además, igual a cuando entró al hospital, esta muestra de afecto material se me deberá de ser compensada por Leonard cuando yo lo necesite.

Pago en efectivo, tomo las flores y salgo.

Me dirijo a la parada de bus más cercana —la cual ya he frecuentado un par de veces; cuatro, para ser exacto— y espero el que sé que pasará por la calle donde está el hospital en el que está internado Leonard.

Pienso en qué debería decirle cuando llegue. Las palabras exactas, palabras que no solo salgan de mi boca y de mi cerebro, sino también de mi corazón.

Por un segundo, considero ser cien por ciento honesto, pero ¿a Leonard le satisfaría eso?

El autobús llega, pago y me siento. Por suerte, no hay demasiadas personas. Solo siete, incluyéndome a mí.

Huelo las flores al tenerlas en frente mío y sonrío cerrando mis ojos con serenidad. La amalgama de los deliciosos olores, combinados con el suave rose de los pétalos en contra de mi rostro, hacen que me sienta deleitado y embelesado.

Pienso en cuánto me gustaría disfrutar esto junto con Leonard.

El movimiento no uniforme ni rectilíneo para, dando a entender que el transporte se detuvo. Me bajo, camino un par de pasos y entro al hospital.

—Buenas noches —le digo a la recepcionista. Ella me responde algo incrédula, como si no esperase verme.

Doy pasos inseguros hacia la habitación de Leonard. Me detengo, cierro mis párpados, inhalo y exhalo de forma voluntaria tres veces seguidas, y luego abro mis ojos otra vez.

Ya estoy listo para hablar con Leonard.

Universo alternativo ꨄ︎ Shelnard ꨄ︎Donde viven las historias. Descúbrelo ahora