Capítulo 22: Reto

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Leonard

No me importa si mi período de curación dura un par de meses o un par de décadas: estoy decidido a vivirlo y a enfrentarlo como sea.

Estoy harto de haber vuelto a la dependencia. Quiero demostrarle al mundo que puedo volver a hacer cosas solo por mí mismo.

Quizás estoy siendo algo malagradecido con mis amigos. Sheldon es quien más me ayuda al hacerme bajar las escaleras, casi siempre con la ayuda de Rajesh, quien suele llegar un poco más temprano a recogernos porque notó que el agotamiento de Sheldon era demasiado. Pero, ahora, quiero hacerlo. Quiero aprender a hacerlo por mi cuenta.

En casa, cuando Sheldon está ocupado, procuro caminar lo más que pueda. Un par de veces me ha ocurrido que Sheldon me atrapa haciéndolo y me dice que pare o que tome un descanso corto, pero yo no quiero parar.

Es una pequeña posibilidad el hecho de que haber salido del hospital al fin me haya puesto un poco… maniático. A veces, solo por unos segundos, pienso que me he vuelto más molesto que Sheldon.

Reposo mi rostro en el sillón mientras mis brazos rodean un cojín y me sumerjo en la frustración.

—Leonard —me comunica de repente Sheldon—, ¿quieres una taza de chocolate caliente?

Me levanto un poco y miro a Sheldon. Él se sienta en su lugar del sillón mientras yo me aparto.

—Sí, ¿por qué no?

—Yo igual —indica.

Lo miro y me mira. Pasan los segundos. ¿Qué ocurre?

—¿Y qué estás esperando? Ve a hacernos el chocolate.

Viro los ojos. ¿En verdad creí que él lo haría?

Tal vez estoy generalizando, pues él sí ha hecho algún que otro detalle lindo por mí, pero Sheldon es Sheldon: él jamás cambiará.

Me levanto, me tambaleo un poco —tal vez por lo repentino de mi movimiento— y él me sujeta con precaución.

—¿Te encuentras bien? —se alarma—. Ibas a caerte.

—Estoy bien —rechisto zafándome de su agarre y caminando hacia la cocina.

—¿Sabes qué? Olvídalo; yo puedo hacer el chocolate. —Me toma del brazo de nuevo y, en pocas palabras, me obliga a quedarme quieto, como si yo no fuera más que un sedentario perezoso—. Tú quédate aquí.

Suelto un bufido y me cruzo de brazos. Esto es injusto. Yo soy quien acostumbraba hacer esta clase de cosas. Además: Sheldon es mi novio. Se supone que debería de hacer cosas lindas para complacerlo.

—¿El tuyo lo quieres con un malvavisco encima? —consulta desde la cocina.

Lo pienso dos segundos y respondo:

—Sí, por favor.

Veo que él asiente y, a los pocos instantes, ya está bebiendo su taza en su lugar mientras la mía se encuentra en una mesa en frente de mí.

—Gracias, Sheldon.

Él parece impresionarse un poco por el halago.

—No tienes por qué agradecerme —dice y le da un sorbo—. ¿Qué pasa? ¿No la quieres? —cuestiona apuntando hacia mi taza.

—Oh. Sí que quiero —hablo, tomo el chocolate y bebo un poco.

Qué estúpido soy. Acabo de quemarme la lengua.

—¿Puedes traerme algo de hielo, por favor? —pido, o más bien suplico.

—¿Hielo? ¿Por qué necesitarías hielo? ¿E-es para el chocolate? Porque eso arruinaría por completo su sabor, su temperatura y su estructura molecular.

—¡Sheldon, acabo de quemarme la lengua! ¡Necesito hielo para mi lengua!

Él separa sus párpados y efectúa un pequeño sobresalto con impresión. Con rapidez, se levanta y se va de mi lado, como si me temiese.

Demonios. Ahora me siento mal.

Cuando la culpa comienza a carcomerme, él regresa, trayendo una bolsita con hielo en ella.

La tomo con apuro y enuncio:

—Gracias, Shelly. —Me coloco la bolsa cerca de mis labios y apego mi lengua con ella—. Perdón por gritarte; no fue mi intención hacerlo —digo algo distorsionado al tener mi lengua fuera de mi cavidad bucal.

—Pero lo hiciste… —farfulla—. Qui-quiero decir, no hay problema.

Siento como si mi corazón fuese estrujado, y no es la primera vez que siento esto al estar cerca de Sheldon.

—Sheldon, perdóname por comportarme de modo tan… Eh…

—¿Molesto? ¿Zopenco? ¿Frustrante? ¿Antipático? ¿Imbécil?

Pongo una expresión hostil y hastiada. Pudo parar después de decir «molesto».

—Sí, todo eso. Es solo que, desde que salí del hospital, me he sentido como un patético inútil en todo. Quiero demostrarte a ti y a todo el mundo que puedo aprender a hacer cosas por mí mismo y que soy capaz de ser autosuficiente para muchas cosas.

—Oh…, vaya. —Él me mira a los ojos. Puedo ver en ellos inseguridad—. Bueno, no me esperaba esa respuesta.

Agotado, acurruco mi cabeza en su pecho y suelto un suspiro de aflicción.

Sheldon da unas cuantas palmadas en mi cabeza. Al menos esta vez no fueron en mi espalda.

—Pues, si lo que querías era demostrarme eso a mí, tú ya lo has logrado, Leonard. —Me alzo un poco y vuelto a mirarle—. Ya me has demostrado que tienes el valor, la fuerza y la motivación para lograr todo lo que te propongas. Y, cuando obtengas la capacidad de hacer todo lo que desees, sé que harás muchísimo más.

Sonrío y lo abrazo con enorme fuerza. Si me hubiesen dicho que Sheldon sería mi novio hace varias semanas o quizás un par de meses, me hubiese burlado o me habría atemorizado; pero ahora estoy seguro de que tomé la mejor decisión que pude y que no podría tener un mejor novio que Sheldon Cooper.

—Te amo. —Beso su mejilla y espero su respuesta.

—Yo también te amo, amigo.

—¿Amigo?

—¿Qué? Aún no he hecho tiempo para ir a imprimir todo el acuerdo de pareja. Como dije: mientras aún no lo firmemos, entonces significa que aún no somos novios ni una pareja romántica.

—¿Eso significa que no puedo besar aún a mi casi-novio, mejor amigo y compañero de cohabitación?

—¿Te refieres a… un beso en los labios? —Puedo ver cómo sus mejillas se tornaban más rojas que un batido de fresas. Doy un asentimiento—. ¡Por supuesto que no! ¡Los besos en los labios son una vía de transferencia de miles de bacterias!

Oh, vaya… Tener un noviazgo con Sheldon sí que será un reto difícil…

Pero, ahora que estoy casi curado, me siento capaz de superar cualquier clase de reto: hasta el más difícil de todos.

Universo alternativo ꨄ︎ Shelnard ꨄ︎Donde viven las historias. Descúbrelo ahora