Capítulo 24: Apoyo

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Leonard

—¡Sheldon, Sheldon, ven!

—¡Ya voy, no te apresures!

Estoy en el marco de la puerta. Él se acerca a mí. Cuando se coloca a mi lado, con una de mis manos tomo la de Sheldon mientras que con la otra sostengo un bastón.

—¿Estás seguro de que ya quieres intentarlo? —solicita con una mirada preocupada.

—Por supuesto. Los médicos estuvieron de acuerdo con que continuara con la terapia en casa, y ya están seguros de que puedo intentarlo con las escaleras. Además —añado apretando su mano—, mientras estés a mi lado sé que no puedo caer.

Sheldon sonríe y esa es la única motivación que necesito.

Comenzamos a dar pasos lentos para llegar hasta el borde de los escalones. Miro hacia abajo y siento algo de miedo.

No es el terror de caerme, sino el terror de lastimarme.

Bueno, creo que eso es algo obvio.

Doy el primer paso y Sheldon me grita en el oído:

—¡Genial! ¡Lo hiciste muy bien, Leonard! Ahora volvamos al departamento. —Empieza a jalonar un poco la manga de mi camiseta.

—¿Qué? ¡Ni lo sueñes! Bajaré hasta la planta baja y luego volveré a subir hasta el apartamento.

Él me ve como si fuese un terco. Debo admitir que sí lo soy un poco.

Di el segundo paso. Tercero. Cuarto. Y quinto. Siento cómo la adrenalina empieza a viajar por mi torrente sanguíneo.

—¡Bien! ¡Cinco pasos! Debes de admitir que ese ya es un gran logro. Ahora, ¿no te gustaría regresar? Podríamos jugar Dungeons & Dragons, o ajedrez, o…

—Sheldon, ¿qué ocurre? Pensé que me apoyarías en esto —replico con decepción.

—¡Y claro que lo haré! Es solo que…

—¿Que…? —consulté, exigiendo que continuara con lo que diría.

—Yo… N-no estoy del todo seguro si esto sea algo que deba de realizarse así, en un solo intento. Tal vez dando pequeños pasos cada cierto tiempo sea mejor. Hoy podrían ser cinco, mañana diez, pasado mañana quince, y el día siguiente veinte, y el día siguiente…

—¡Sheldon! —le llamé, interrumpiéndolo—. Ese suena como un buen plan, pero esta no es la primera vez que camino; entiéndelo. Los doctores están de acuerdo con que suba y baje escalones.

—¡¿Pero qué pasa si te lastimas?! ¡¿O si tienes que volver a internarte en el hospital?! ¡¿O si te hieres tanto que luego no puedes volver a caminar más?! ¡Leonard, no quiero eso!

—¡Yo tampoco quiero eso, Sheldon! ¡Pero eso no ocurrirá! ¿De verdad crees que soy tan tonto como para realizar una acción que perjudique mi propia salud?

Sheldon queda callado, o, mejor dicho: yo le callo la boca a Sheldon.

Suelta un suspiro y desvía la mirada hacia ningún lado.

—Cómo sea. Haz lo que te venga en gana.

—¿No me apoyarás…, ni literal ni figurativamente?

Luego de pensarlo lo suficiente, me responde:

—Sí.

Sonrío, tomo su mano con brusquedad y sigo bajando.

Esto es divertido.

—Procura ir despacio —me pide cuando ya bajé un piso—; no tienes un límite de tiempo para hacer esto. Si quieres, puedes tardar toda la noche.

—No, quiero ir rápido.

—¿Por qué eres así? —Sheldon se queja y yo empiezo a bajar más escalones.

Aún no estoy agotado. No sudo ni resoplo, pero siento una inusual incomodidad en mis piernas.

—¿Te sientes bien, Leonard?

—Sí, estoy bien.

Cuando ya voy a medio camino, apoyo aun más mi peso en el bastón. Podría hacerlo en la mano de Sheldon, pero lo último que quiero es que me tache de débil luego de jactarme de mis habilidades motoras.

—¿Estás seguro? No soy muy bueno leyendo expresiones faciales, pero te conozco bastante bien como para saber que te sientes incómodo.

—Tal vez, pero incómodo no es sinónimo de dolorido o cansado.

Cuando ya estoy a dos metros de llegar a la planta baja, siento como si estuviese a punto de caerme, y me apoyo en Sheldon, balanceándome como si estuviera ebrio.

—¿Leonard? ¿Estás bien? ¿Quieres parar? —Miro hacia los ojos de Sheldon y sus cejas fruncidas demuestran preocupación.

—S-sí, estoy bien. Me duelen un poco las piernas —admito—, pero no pararé. Si me sostengo un poco a ti, creo que podré llegar hasta abajo.

Sheldon se queda callado unos tantos segundos, y después me contesta:

—De acuerdo. Puedes sujetarte a mí todo lo que quieras, mientras no nos hagas caer a los dos.

Me carcajeo un poco y sigo dando pasos. Es extraño. Estoy a punto de llegar hasta abajo y estoy agotado. ¿Cómo podría subir las escaleras si me cuesta tanto bajarlas?

Cuando mis pies entran en contacto con el suelo de la planta baja, dejo salir un sostenido suspiro de alivio.

—Lo lograste… ¡Leonard, lo lograste! ¡Estoy tan feliz por ti! —me grita Sheldon mientras da unos tantos saltitos, sosteniéndome desde mis antebrazos. Yo solo sonrío, porque no puedo saltar con él.

—Sí… Yo solo… necesito sentarme —pido.

Un minuto luego, soy capaz de sentarme en una esquina al otro lado de la recepción.

—Sheldon, ¿podrías traerme algo de agua? Siento como si me deshidratara.

—¡Oh! Sí. Vuelvo en un segundo.

Me quedo sentado mirando el suelo.

Vaya. ¿Podré volver a subir todos los escalones que bajé?

Me duelen las piernas. ¿Tan solo necesito descansar? ¿O es que no podré seguir caminando por hoy?

Veo a Sheldon volver, trayendo un vaso con agua y hielo en su mano, y bebo el agua que me otorga como su fuese la última Coca-Cola en el Desierto del Sahara.

—Y… ¿quieres que baje la silla de ruedas o crees poder volver a subir? —inquiere Sheldon.

Yo inhalo aire con profundidad, y hablo:

—Volveré a subir todos esos escalones, pero… —Él espera con ansias. Yo sonrío—, tal vez, no estaría mal usar tu método de hacerlo despacio.

Odio admitirlo, pero es como si Sheldon siempre tuviese la razón.

Universo alternativo ꨄ︎ Shelnard ꨄ︎Donde viven las historias. Descúbrelo ahora