Capítulo 4: Belleza

1.9K 251 43
                                    

Leonard

—¿Qué tal tu día en la universidad?

—Barry Kripke se burló de mí, de nuevo.

Tomo un puñado de palomitas que Sheldon trajo e intento llevármelas a la boca sin dejar caer ninguna. Los ejercicios de mis brazos me han resultado muy difíciles y agotadores. Los doctores me dicen que no debo sobre-explotar mis energías, pero quiero que mi recuperación —si es que es posible— sea rápida, y la mejor manera es que me mantenga en movimiento mientras puedo.

Claro, es bastante incómodo por los yesos —y ni hablar de mis piernas—, pero todo aparenta estar yendo bien.

—¿Otra vez? Hombre, ese sujeto no parece saber hacer nada más que molestar al prójimo.

—Sí, es un tonto.

—Más que un tonto: es un imbécil.

Sheldon ha hecho muchos sacrificios para estar conmigo por las noches. Al amanecer va al trabajo, luego toma el autobús para ir al departamento, asearse, cocinar, tomar las cosas necesarias para su estadía en el hospital, tomar otro autobús para venir hasta acá y luego el ciclo se repite una y otra vez.

Debe de ser agotador. No sé lo que ocurra en aquella extraña pero lista mente, y no quiero ni imaginármelo.

El otro día trajo el DVD y vemos películas cuando no dan nada bueno en la televisión. Le he ganado en ajedrez unas tres veces, lo cual no es nada comparado con las diecisiete veces que él me ha ganado a mí; aunque también hubieron veces en que el juego acabó en tablas, cinco para ser exactos.

Esta mañana recibí un mensaje de mi madre. Le respondí, pero no llegó ningún otro mensaje o llamada. Me gusta pensar que es porque está ocupada o tal vez porque tiene mala señal.

Veo a Sheldon y me siento triste. Antes de que Sheldon viniese, estuve viéndome en un espejo como por media hora, quizá por más tiempo. No puedo evitarlo: mi nueva apariencia es horrible. Estas quemaduras hacen que mi rostro se vea horripilante. Es irónico, ya que siempre quise algo que me hiciera ver rudo, como un tatuaje o una cicatriz; ahora me doy cuenta de lo estúpido que fue pensar eso.

Me gustaba mi anterior apariencia y, ahora, me siento como un monstruo.

—¿Ocurre algo, Leonard? Llevas mucho tiempo callado.

—No es nada. —Mentira.

—¿Estás seguro?

Miro a Sheldon y pienso que es imposible mentirle, y más cuando pone esa expresión de curiosidad.

—Es solo que… Sheldon, ¿crees que soy feo?

—¿Te refieres a… feo en apariencia externa?

—Exacto.

—Bueno: tu baja estatura te quita bastantes puntos. Aunque, quizá tu adorabilidad pueda compensarlo un poco. Dicen que las personas que usan anteojos suelen ser prejuzgadas como «gente lista», pero tú no debes de preocuparte por eso. Después de todo, tú sí que puedes demostrar tu capacidad intelectual.

—Pero, mis quemaduras. ¿No crees que las quemaduras de mi rostro me hacen ver mal? —suplico con apuro y nerviosismo.

—Pues… Debo admitir que no es una característica muy usual de ver. —Se acerca más a mí, como si pretendiera enfocarme mejor, verme mejor—. Tu rostro no se ve simétrico, ni en lo más mínimo; pero, Marylin Monroe era conocida por ser la mujer más hermosa del mundo entero por muchos, y ella tenía un horrible lunar que arruinaba toda la posible simetría de su rostro. Así que, es una posibilidad que la proporción áurea matemática no sea tan relevante como se cree en cuanto a nuestro estándar humano de la belleza externa.

—Así que…, ¿crees que no me veo tan mal?

—Es evidente que dependerá de a quién le preguntes.

—Um… Yo te lo pregunté a ti, Sheldon.

Él pareció re-analizarlo en su mente mientras miraba fijo más y más lugares de mi rostro. La quemadura en mi mejilla derecha, la cicatriz en mi párpado izquierdo, las raspaduras de mi nariz, los puntos en mi cuello. Todo hasta que al fin, él responde:

—No te ves tan mal. —Yo sonrío. Es evidente para mí que esperaba una respuesta similar—. No te preocupes por ello.

—Está bien —digo, ya satisfecho con sus palabras—, no lo haré.

—Eres muy lindo como eres, Leonard.

Por un segundo siento que me atraganto con otro puñado de palomitas. Él me ofrece una botella de agua, mas yo me niego.

¿Acaso escuché lo que escuché? ¿En verdad él me considera «lindo»? O, lo que es más sorprendente aun, ¿Sheldon cree que soy «muy lindo»?

Experimento una extraña sensación mientras veo la pantalla del televisor, sin tomar en cuenta, oír, ni ver lo que sea que esté ocurriendo frente a mis ojos. Solo intento comprender cómo es posible que Sheldon, luego de tanto tiempo, pueda decirme un halago de ese estilo.

Después de unos segundos, trato de no comerme mucho la cabeza y lo dejo pasar. Le pido a Sheldon que me lea un capítulo más de ese libro que él trajo antes de irme a dormir.

Cuando estoy recostado, intentando conciliar el sueño, aquellas palabras regresan a mí y me hacen dudar si en verdad Sheldon dijo eso o si quien tengo al lado es un clon genéticamente igual a mi amigo.

Cuando ya no resisto el sueño, me dejo de ideas locas y descanso.

Universo alternativo ꨄ︎ Shelnard ꨄ︎Donde viven las historias. Descúbrelo ahora