Capítulo 27: Acuerdo

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Sheldon

Oh, Leonard.

Como siempre, tus caprichos se anteponen a mis creativas, adecuadas y organizadas ideas.

Y es increíble que aun así te quiera tanto.

Aquí me encuentro, sentando junto a Leonard, tratando de encontrar un punto medio que sea eficiente y aceptable para ambos en todos y cada uno de los capítulos del acuerdo de pareja que tanto me molesté en formular.

Tengo que admitirlo: Leonard es muy bueno debatiendo sus puntos válidos.

—¿Cómo que no podremos dormir juntos todas las noches? —cuestiona él. ¿Cómo se le ocurre contradecirme en eso?

—¡Porque necesitamos nuestro espacio propio! —protesto—. Si dormimos juntos todas las noches, ¿qué seguirá? ¿Que comamos del mismo plato? ¿Que bebamos chocolate caliente de la misma taza? ¿Que te siga al baño cuando evacúes y viceversa?

—Bueno… Muchas parejas hacen todas esas cosas.

Tiene que estar bromeando.

—Sí, y muchas parejas discuten todos los días, tienen hijos que no quieren o se terminan separando; y nosotros no seremos como esas parejas, ¿no es así, Leonard?

—¿Qué? Por supuesto que no. N-nosotros no seremos así, pero… Qui-quiero decir que, tal vez, no estaría mal al menos intentar hacer todas esas cosas que, quizás, al principio, no nos parecen convencer mucho, pero que es posible que luego nos parezcan mejores de lo que nos parecieron en primer lugar.

Bueno… Debo admitir que eso no suena como algo malo si, a la larga, ambos podremos obtener beneficios; pero las ideas que Leonard ha estado proponiendo han sido todas tontas, vergonzosas o poco higiénicas.

—Tienes un punto válido, Leonard, pero necesito algo con lo que ambos podamos sentirnos cómodos; no solo tú.

Él se ve pensativo. Toma mi mano y me pregunta:

—¿Qué opinas de dormir juntos cuatro días a la semana?

—Eh… —¡Vamos, no desistas tan fácilmente, Sheldon Cooper!—. ¿Qué te parece dos días a la semana?

—Una semana cuatro días, la otra tres, luego cuatro de nuevo, después tres, y así sucesivamente hasta que se negocie un horario mejor.

¡Por todos los cielos! ¡Está usando el «Método Sheldon Cooper» contra mí, Sheldon Cooper!

Qué tonto tan listo.

—Está bien —cedo mirando hacia otro lado. No quiero ni ver la mirada satisfecha de Leonard.

—Finalicemos este acuerdo con un apretón de manos —pide extendiendo su mano hacia mí. No puedo evitar corresponder y veo a Leonard sonriendo.

He de admitir que creo que llegamos a un mejor trato más rápido y fácil de lo que preví.

Antes de que pueda pensar en el siguiente acuerdo, Leonard se abalanza hacia mí y empieza a besar mis mejillas. Qué hombre tan empalagoso.

—¡Le-Leonard, detente! ¡Fue solo un simple acuerdo! —exijo mientras él sigue besándome mientras ríe—. ¡No es para tanto!

Él para, se aleja y dice:

—Lo siento. —Ríe de nuevo. No se molesta ni siquiera en ocultar sus emociones.

Mientras limpio mis mejillas —y el resto de mi rostro— con un paño húmedo, Leonard comienza a hablarme del otro punto del acuerdo:

—Tomarnos de las manos en la universidad. Quiero que hagamos eso.

—¿Todos los días? —indago pasando el trapito por mi mejilla izquierda.

—Solo cuando ambos queramos.

—¿Y si no quiero hacerlo nunca? —averiguo. Leonard me ve con cinismo.

—Por favor, Shelly. Prometo toda la higiene que desees, pero quiero esto: quiero que todos en la universidad sepan que soy el legítimo y único novio de Sheldon Cooper. ¿Acaso es mucho pedir?

Sí, muchísimo.

—Tal vez —contesto. Él coloca esa misma expresión indiferente—. Pero, si tanto significa para ti, tal vez signifique mucho para mí también.

—¡¿De verdad?! —se alegra, efectuando un sobresalto que me toma desprevenido.

—Sí. Digo, ya aceptaste cualquier pauta de higiene que yo desee, así que no veo ningún problema mientras yo también esté de acuerdo. —Lo veo acercarse a mí y antes de que avance un milímetro más le grito—: ¡Que ni se te ocurra! Creo estar seguro de lo que estás pensando, Leonard; y para tu información, no: no deseo otro abrazo.

Él hace un puchero y vuelve a su posición original.

—¿No te gustan mis abrazos, Shelly?

Oh, no. Lo está haciendo. Está poniendo la carita. Una carita de un pobre conejo huérfano que solo desea ser aceptado por una familia para que no lo sacrifiquen.

Y él sabe que no puedo negarme a esa carita.

—¡De acuerdo! Solo un abrazo y ya.

Leonard no espera ni dos segundos y me abraza con entusiasmo.

Creo que los abrazos de Leonard son lo mejor que he podido sentir, pero es tan vergonzoso solo pensar en eso. No quiero ni imaginar cómo me sentiría si le dijera eso a Leonard.

—Pero, no es como si fuésemos a dejar de hacer nuestros trabajos solo para salir y caminar por los pasillos tomados de las manos como si fuéramos un par de adolescentes rebeldes e inadaptados escapándose de clase —comento mirándole con preocupación—, ¡¿o sí?!

—Por supuesto que no, Sheldon. Tú y yo sabemos que nuestra relación no tiene por qué afectar ni en lo más mínimo nuestro trabajo: ni en casa ni en la universidad.

—Pero ¿y si nos distraemos? ¿O algo peor?

—Lo dudo —contesta—. Pues, para algo tenemos nuestros horarios, ¿no es así?

Vaya. Es como si lo hubiese olvidado, pero eso es imposible. Tal vez los nervios se están apoderando de mí.

Y, antes de que pueda hacer algo para controlar mis propios nervios, Leonard comienza a acariciar mi mejilla con afecto, tranquilizándome y haciéndome sentir mucho mejor.

—No tengas miedo, Sheldon. Tú y yo hemos podido con muchas cosas peores antes en el pasado. Una relación romántica de seguro es pan comido. Y, si tienes dudas o desconfianza, yo siempre estaré ahí para escucharte y hacerte sentir mejor.

Quedo impresionado por sus lindas palabras de aliento.

¿Por qué no pensé antes en tener una relación romántica con Leonard Hofstadter?

—Gracias, Leonard.

—No hay de qué, Sheldon.

Universo alternativo ꨄ︎ Shelnard ꨄ︎Donde viven las historias. Descúbrelo ahora