El auto se detuvo frente a la entrada de un enorme casino cuya construcción asemejaba a un castillo, Ilse descendió del taxi y se enfilo hacia el lugar, su gesto se frunció al ver la cantidad de gente esperando para poder ingresar, no sería fácil entrar en poco tiempo y por la apariencia del lugar era probable que le pidieran comprobar un mínimo de capital, así eran los casinos en especial los de lujo.
Tampoco quería darse a conocer por sus credenciales de reportera lo mejor era pasar desapercibida así que suspiro tomo lugar en la larga fila y mantuvo su atención a la salida del lugar en caso de que viera a Pixis salir antes.
La espera en la fila fue de poco más de una hora, pero al fin logro ingresar tras una revisión para asegurar que no llevara consigo algún tipo de arma, las reglas del casino no podían permitirse que algún apostador ebrio a disgusto con los resultados terminara haciendo un escándalo.
Al ingresar la chica pecosa se encontró primeramente con un lobby más largo que ancho donde se ubicaban varios puntos de diferentes bancos con servicio 24 horas, claro era que en un casino el dinero debía de correr por sus pasillos. Pero ella no iba a dedicarse a apostar así que paso de los pequeños bancos de pasillo hacia las cajas de cambio de fichas usando directamente su tarjeta donde obtuvo el mínimo requerido por el casino en fichas y así acceder al área de los juegos.
Las luces eran sumamente brillantes, los colores acaparaban cada ángulo de su visión, desde las alfombras saturadas por entramados recargados, pasando por las líneas de neón que adornaban las máquinas de fichas, hasta las altas lámparas en forma de saturados candelabros que iluminaban con un alto amperaje desde sus luces blancas, además de no verse una sola ventana en los muros; sería demasiado fácil perder el sentido del tiempo en aquel lugar, aunque claro eso no sería raro ya que lo que el casino quería era que la gente se quedara hasta vaciar sus bolsillos.
Pero ahora lo que debía de hacer era ocuparse de localizar a su objetivo, eso no tendría que ser tan difícil ¿verdad? después de todo estamos hablando de un Magistrado no de un mafioso.
Ilse saco el sobre que Line le había dado y de este una de las hojas que contenía, dicha hoja le indicaba que fuera a la zona de tragamonedas, en la parte central estaría una persona que podría orientarla. Camino por entre los pasillos que formaban las maquinas, el ruido era total, cada una de esas tragamonedas con su propia melodía pegajosa y molesta.
Sus pasos la llevaron al centro donde pudo distinguir rápidamente a un mozo del casino, vestido con pantalones de casimir negros perfectamente planchados, camisa blanca y chaleco negro con solapa roja más una corbata de color plata.
Ilse se acercó con paso calmo hasta él y hablo con naturalidad. – Las maquinas han tragado todas mis monedas, ¿hay algo más elegante en este lugar? –
El mozo la miro un momento tras las palabras dichas por Ilse, sabía que ella era la persona que Line le había dicho que llegaría.
- Acompáñeme la llevare a un área más adecuada. – Respondió el chico y camino con Ilse tras él, avanzaron por un par de minutos subiendo a la planta alta del casino donde había una zona de mesas reservadas para apostadores de mayor categoría.
La decoración cambiaba en aquella área, las alfombras eran lisas de color vino, los muros portaban largas lámparas de luz blanca y no se veía rastro de la saturación vulgar de los tubos neón. En aquella área se encontraban largas mesas de apuestas, cartas, ruleta, dados; todas ellas rodeadas de apostadores trajeados que fumaban y bebían.
Los pasos de Ilse fueron conducidos hasta una mesa de blackjack donde pudo distinguir a un hombre maduro de cabeza descubierta de cabello, bigote bien recortado y una copa en la mano que charlaba alegremente con sus compañeros contiguos.
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Con olor a Té
RandomHanji... ¿Quieres jugar? Escucho a sus espaldas, pero aquella voz no era la de él... Los ojos castaños se posaron nuevamente en el espeso líquido rojo que aun escurría por el filo de la mesa mientras los pasos del causante se acercaban hasta que la...