—Ay, duele —digo cuando acaban de hecharme la pomada
—Pues no haber entrado —dice Sirius aún secándose las lágrimas
—Pero mira que mono —agarro al perro que estaba tapado y se lo enseño
—Si, eso es verdad —sonríe pero me mira serio otra vez
—Muñequita, como se te ocurra hacer eso de nuevo te mato. ¿Tú sabes el susto que me has pegado? Pensé que te perdía —dice, dejo al perro y extiendo los brazos, el me abraza poniendo la cabeza en mi hombro
—Nunca me vas a perder —susurro y sonrío
—Te quiero —dice y beso su cabeza
—Te quiero —sonríe y me mira, me besa la mejilla
Unas horas después
Estabamos Sirius y yo en un banco jugando con el perro cuando en usn momento solo jugaba yo y él nos miraba.
—¿Qué pasa? —pregunto y sonríe, acaricia mi mano y sonrío
—¿Tiene nombre? —pregunta y asiento
—¿Cómo qué si? ¿Y por qué no me he enterado? —pregunta y río
—Porque no te lo he dicho —digo y el perro salta a mis piernas
—¿Y me lo podrías decir? —asiento y sonrío
—Canis —digo y abre mucho la boca y los ojos
—Es la constelación de... —dice y lo interrumpo
—De tú nombre, por eso lo elegí, si te gusta claro —
—Me encanta muñequita —dice y me abraza