Después de escuchar las palabras de Ittetsu, dichas con tanta cizaña y sorna, Gaara no lo aguantó y se marchó furioso. No podía creer que Matsuri se había casado con ese imbécil, ¿cómo era posible?
Apenas la noche anterior ella se le había entregado, le dijo que lo amaba, ¿acaso todo fue mentira?
—¿Ahora es ella la que me usa? —se dijo con sarcasmo, mientras alzaba la mirada para ver hacia el oscuro cielo estrellado. La luna llena iluminaba esa noche fría, muy distinta de la noche anterior que, si bien fue fría, él había compartido el calor de su cuerpo con el de Matsuri.
No estaba seguro de cuánto tiempo había pasado sentado arriba del techo de ese edificio, pero ni siquiera le importaba, él sabía que no tenía ningún derecho sobre Matsuri, ni siquiera tenía facultad alguna como para hacerle algún reclamo; sin embargo, estaba hirviendo de celos, sentía que su pecho se iba a reventar de contener esa indeseable emoción.
Se suponía que al día siguiente él debía arreglar los detalles con Matsuri para irse juntos a Suna, pero ahora no sabía si iba a soportar verla, sabiendo que ella le pertenecía a otro hombre. Cerró sus ojos y soltó un hondo suspiro, en un intento vano por calmarse, entonces se levantó y se esfumó en varias partículas de arena, reapareciendo en su habitación de hotel.
Sus ojos se fijaron en aquella cama, la que anoche había sido testigo de su pasión junto a la mujer que tanto amaba, esa que había extrañado como a nadie, la que anhelaba tener a su lado ahora. Se sentó con cuidado sobre la misma y luego se dejó caer de espaldas, mirando al oscuro techo de la habitación que tenía las luces apagadas.
Mientras se debatía mentalmente sobre cómo iba a enfrentarla al día siguiente, se quedó dormido.
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Después de que Aika se había quedado dormida, Matsuri regresó al hotel para descansar un poco. Al ir hacia su cuarto, pasó por afuera de la habitación de Gaara, no pudo reprimir las ganas de quedarse de pie frente a esa puerta cerrada, quería tocar, pero le daba demasiada vergüenza. Tenía su puño extendido, lista para chocarlo contra la madera, pero recordó lo que había pasado la otra noche y toda su cara se puso roja.
Sinceramente, ¿cómo es que podía ser tan débil ante ese hombre? El solo hecho de verlo, de tenerlo cerca y de saber que estaba a solas con él, le impulsó a tener sexo con él sin siquiera medir las consecuencias de sus actos.
¿Qué se suponía que iba a pasar ahora?
—Reacciona, Matsuri —se dijo a sí misma, corriendo hacia su habitación y cerrando de golpe la puerta. Apoyó su espalda contra la misma, cayendo hasta el piso, en donde se permitió sentir los frenéticos latidos de su corazón, al igual que el inmenso calor que se ubicaba en sus mejillas.
Era increíble, pero se sentía como una adolescente otra vez, no podía reprimir su deseo por Sabaku No Gaara, ¿qué era lo que tenía ese hombre que la volvía tan loca?
—Es verdad... —murmuró, bajando la mirada y calmándose un poco—. Aoi-san, ¿qué habrá sucedido con ella?
Al principio, cuando escuchó de los labios del Kazekage que su esposa había fallecido, Matsuri no se lo podía creer, pensaba que se trataba de una broma o alguna clase de mentira, pero no, él jamás bromearía con algo así, él no era ese tipo de persona y, aun si él no le había explicado nada aún, Matsuri sabía que era cierto y le daba muchísima tristeza. A pesar de que Aoi fue la razón por la cual ella renunció al amor de su vida, jamás la odió, porque Aoi siempre fue buena con ella, el hecho de saber que ya no estaba en este mundo le causaba mucho dolor a Matsuri, sobre todo, cuando pensaba en su hijo.
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Nunca Hubo Amor
RomanceGaara se ha enamorado de una kunoichi de otra aldea, pero las cosas no resultan como él quería y acaba sufriendo por el desamor. Matsuri, quién siempre lo ha amado, hará todo lo posible por curar su dolor, sin importarle salir lastimada en el proces...