Palabras

664 33 43
                                    


Ya habían pasado algunas semanas desde la operación de Aika, los primeros días tuvo que pasarlos internada y tenía estrictamente prohibido moverse o hacer cualquier esfuerzo físico, ya que había pasado por una cirugía sumamente delicada. Después de que lo peor quedara atrás, ahora ella estaba descansando en casa. Su madre no hacía más que mimarla todo el día, al igual que su padre, que la consentía siempre que no estaba ocupado con su debes de Kazekage.

Aún le costaba creer que ya tenía un padre, que ahora era capaz de abrazarlo, de pedirle que le contara historias, que la hiciera dormir por las noches, como solía hacerlo su tío Ittetsu, a quien extrañaba mucho, por cierto.

Por otro lado, también contaba con la compañía de Shinki, que, aunque continuaba siendo orgulloso, siempre estaba ahí para ella.

Esa mañana fue la primera que a Aika le permitieron levantarse de la cama, Gaara estaba en su oficina, poniéndose al día con trabajo atrasado, pero Shinki y Matsuri estaban con ella, ayudándola a dar pequeños pasos por la habitación.

—¿En serio puedes pararte sola? —preguntó Shinki, soltando las manos de su hermana, mientras la veía hacer un esfuerzo para mover sus piernas—. Parece que te vas a caer.

—Shinki-kun, claro que puedo —respondió la niña, abultando ligeramente sus mejillas.

Debido a la operación que se trató de reparar sus canales de chakra, Aika había perdido fuerza en sus extremidades, por eso le era difícil caminar, pero le habían dicho a Matsuri que tenía que ejercitar poco a poco sus capacidades y que pronto se recuperaría por completo.

—Tú puedes, amor —dijo la castaña, sonriendo dulcemente hacia su pequeña, la cual correspondió su gesto del mismo modo.

Shinki se cruzó de brazos y observó a su hermana Aika, la cual daba pasitos lentos y cortos hacia su madre. A decir verdad, aún no lograba aceptar del todo a Matsuri, era cierto que ya se había hecho a la idea de que ella era la novia de su padre, pero todavía no podía verla como alguien de su familia, no concebía ese pensamiento. Ahora mismo, la trataba con respeto, pero sólo lo hacía para no enfadar a Gaara, que ya le había llamado la atención un par de veces.

—¡Muy bien! —exclamó Matsuri, atrapando a Aika entre sus brazos, para luego estrecharla con fuerza, estaba tan feliz de que ella por fin estuviera bien, de que fuera a recuperarse, que pronto pudiera hacer una vida normal—. Mi princesa, sabía que podías hacerlo —dijo emocionada, tenía muchas ganas de llorar, aunque se estaba conteniendo.

—No llores, mami, pronto estaré muy bien —dijo Aika, que parecía la más optimista de todos los presentes, a pesar de que ella era la persona que debía ser protegida, Aika sólo pensaba en hacer felices a los que amaba, por eso siempre estaba sonriendo.

Su hermano se acercó a ella, tomando su mano.

—Cuando logres caminar bien, iremos juntos a recorrer la aldea —propuso, mostrándole una sonrisa enorme a la pequeña, que asintió con mucho entusiasmo.

—Ya quiero que llegue ese día.

Después de ayudar a Aika a acostarse y dejarla en compañía de Shinki, Matsuri fue a la habitación que compartía con Gaara. Todavía le costaba un poco creer que ahora estaban juntos, que Gaara la amaba, así como ella siempre soñó.

Se puso a limpiar y ordenar la habitación, ya lo había hecho con el resto de la casa, pero paró para atender a su hija.

—Gaara es muy organizado... —murmuró, siempre había sabido que su Kazekage era un hombre muy pulcro y ordenado, al menos, en la oficina lo era, pero le sorprendía que también lo fuera en su casa, donde no tenía mucho tiempo para limpiar.

Nunca Hubo AmorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora