Advertencia: Lemon.
El festival de primavera de Sunagakure era un acontecimiento sumamente importante para todos los aldeanos; un largo festival que se celebraba a lo largo del florecimiento del loto de Suna, una flor maravillosa que prosperaba una vez al año en medio del desierto, sin necesidad de un invernadero ni nada particular. Aquella flor marcaba el inicio de la nueva estación en todo el país del viento. Solía llevarse a cabo con un discurso final del Kazekage, una ceremonia donde él dedicaba unas palabras a su pueblo, luego había fuegos artificiales y otra clase de cosas ostentosas.
Apenas estaban celebrando la primera noche, en la cual, Matsuri iba junto a sus amigos, Sari, Yukata e Ittetsu, los cuatro vestían kimonos coloridos. Disfrutaban de los puestos del festival, habían lanzado kunais, shurikens y hasta pescaron peces dorados. Desde hacía un par de días no había podido ver al Kazekage, pues él estaba ocupado con todos los preparativos del festival y ella había estado en una misión. Lo extrañaba muchísimo, extrañaba sus besos, su cuerpo, todo.
—Hey, Matsuri —Sari la llamó como por quinta vez, cuando la castaña finalmente reaccionó.
—Ah, ¿sucede algo, Sari? —le preguntó, un poco confundida. Su amiga señaló entonces en una dirección, Matsuri le siguió con la mirada y descubrió al Kazekage junto a sus dos hermanos, de pie frente a un puesto, en donde Kankuro lanzaba una especie de argollas a unas botellas, tratando de darle al blanco.
Matsuri se puso feliz al poder, por fin, encontrar sus ojos sobre la figura de su amado maestro. Ittetsu al ver aquello frunció el ceño. Sabía que la chica que a él le gustaba le fascinaba el Kazekage, no era ninguna competencia para ese hombre, pero no quería perder la esperanza.
—Vamos a saludar —dijo Sari, jalando del brazo a su amiga.
Ittetsu y Yukata se quedaron a solas. Yukata era muy amiga de Matsuri y Sari, aunque no se juntaba tanto con ellas, debido a que había tenido muchas misiones últimamente.
—Hombre, ya ríndete, a Matsuri se le van los ojos por el Kazekage —dijo Yukata.
El castaño se cruzó de brazos.
—Claro que no —fue todo lo que contestó.
—¡Kankuro, Temari-san, Gaara-sama! —exclamó Sari tras llegar junto a los tres hermanos de la arena, quiénes se voltearon para ver a las recién llegadas.
Sari soltó la mano de su amiga para correr a los brazos de su novio, el cual la recibió sonriente.
—Hey, ¿desde hace cuánto llegaron? —preguntó Kankuro, observando cómo iba vestida su novia, lo cual le hizo aparecer un ligero sonrojo en sus mejillas—. Te queda muy bien esa ropa, Sari.
—Oh, gracias —ella le sonrió—. Y llegamos hace un rato, ¿lo han pasado bien?
El castaño asintió con la cabeza, dejando ver su sonrisa radiante, mientras la mujer de menor estatura se quedaba de pie frente a él, pero sostenía su mano.
—Ahora que llegaste lo pasaré mucho mejor —le dijo con seguridad el marionetista. Ella sólo le sonrió bobamente.
Matsuri no podía dejar de verlos, era tan lindo observar la manera en que Kankuro y Sari se expresaban su mutuo amor sin tener que esconderlo ni disimular. Ella realmente sentía envidia de ese par, pues, aunque ella estaba junto a la persona que había amado desde niña, no podía gritarlo a los cuatro vientos, no podía si quiera abrazarlo o tomar su mano en público, porque lo de ellos no era un romance, no era una relación, era sólo sexo. Gaara no la amaba y nunca la iba a amar, Matsuri estaba convencida de eso, a eso se había arriesgado cuando decidió entregársele por completo.

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Nunca Hubo Amor
RomanceGaara se ha enamorado de una kunoichi de otra aldea, pero las cosas no resultan como él quería y acaba sufriendo por el desamor. Matsuri, quién siempre lo ha amado, hará todo lo posible por curar su dolor, sin importarle salir lastimada en el proces...